Cierta noche – como muchas otras – la abuelita Elba le contó un cuento corto a su nieto Silvestre. Eran los mejores amigos del mundo y solían conversar hasta que la luna se quedaba dormida.
Elba comenzó la historia de la siguiente manera:
- Érase una vez un reino muy pequeño, tan chiquitito que cabía en la cáscara de una nuez...
De inmediato Silvestre respondió:
- ¡Eso no es verdad abuelita, no puede ser que el reino sea tan pequeño!
- ¿Por qué no, nietito? Estamos hablando del mundo de los cuentos y aquí puede ocurrir cualquier cosa, incluso que yo sea una joven princesa y tú un ogro gigante.
Ambos se rieron de buena gana y la genial abuela continuó con la historia:
- Todo era muy tranquilo y ordenado en ese reino, hasta que llegó una visita que cambiaría eso para siempre...
- ¿Quién llegó abuelita Elba? ¡Dime, por favor, quiero saber!
Ella continuó de la siguiente forma:
- Resulta que ahí vivían seres de muchas especies, todos pequeñitos: insectos, bacterias, células, mariposas, pececitos azules del Caribe y unas hormigas doradas maravillosas, las cuales usaban un traje pintado con oro. Como ves, todos eran chiquitos, hasta que llegó un primo lejano de cierto habitante...
- ¿Era una ballena, abuelita? Preguntó de forma inquisitiva el nieto.
- No, Silvestre, en realidad fue un elefante rosado el que llegó...
- ¡Pero los elefantes rosados no existen! - Exclamó el niño.
- ¿Estás seguro que no pueden existir en un mundo imaginario? ¡Aquí podemos inventar todo lo que queramos, querido Silvestre! - Respondió la abuela.
- Bueno, tienes razón, si hay un mundo pequeñísimo, también pueden haber elefantes rosados y muchas cosas desconocidas – concluyó el chico. ¡Sigue contándome la historia, por favor!
- El elefante era tan grande, que cuando entraba a una casa daba vuelta todo; los adornos de los muebles, la leche, los juguetes de las hormigas doradas, etc. Y para peor, cuando se ponía nervioso aleteaba sin control y ahí si que todo quedaba pies para arriba.
- ¡No puede ser, abuelita! ¿Y qué hicieron para solucionar el problema? Además no creo que se hay sentido bien en esas circunstancias... - agregó Silvestre.
La abuelita no recordaba la historia tal cual se la había contado su mamá, así es que esta parte la inventó:
- Se reunieron todas las especies del reino para tratar la situación y decidieron hacer todo lo que estuviera en sus manos para traer paz como también proveer de lo necesario para que el elefante se sintiera cómodo. Para eso le hicieron una tienda muy grande en la cual el elefante podría vivir de forma holgada. Y como el clima era muy bueno, no pasaría frío y estaría muy bien.
- ¡Súper, abuelita, qué buena idea! ¿Pero no iba a estar solo todo el tiempo de esa forma? - inquirió Silvestre.
- ¡Buen punto, nietito! Sucede que la tienda se transformó en un lugar de fiestas, por lo que el elefante rosado estaba acompañado continuamente. Lo pasaban muy bien; bailaban, cantaban, tomaban deliciosos jugos de fruta y helado de chocolate. Además dispusieron de un área en la cual podía despegar y aterrizar libremente, de tal forma que ascendía muchos centímetros para ver el pequeño reino desde el espacio.
Silvestre se sentía aliviado, suspiró y continuó con lo siguiente:
- ¡Ohh, qué bueno, me alegro que se haya resuelto! Me gusta que todos seamos tomados en cuenta, sin importar el tamaño, color o forma. Porque aunque nos veamos de una forma diferente, todos tenemos sentimientos y derecho a vivir bien.
-Así es, nietito de mi corazón – Sentenció Elba con una voz dulce y bondadosa.
El nieto comenzó a escalar la cama de su abuela, quien lo ayudó tirándolo de su brazo. Entonces la llenó de besos y abrazos. Los dos tenían una gran sonrisa y el corazón desbordante de amor, y sintiéndose completamente bendecidos, se durmieron.
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Cuentos de luna de la abuelita Elba
AdventureQueridos amigos lectores: Acabo de comenzar una columna en mi blog en la cual estaré publicando cuentos infantiles breves los lunes. Se llamará "Cuentos de luna de la abuelita Elba", en honor a nuestra hermosa amistad. En esta ocasión les invito a l...