Tenía veintidos años, era joven, tenía que hacer cosas de jóvenes. Eso le había dicho Libriana, su amiga de la tierra mágica, ella lo había ido a buscar y pedido su ayuda en la guerra, Dawson no se negó, le inventó algo sobre un campamento a la familia humana que lo había acogido y se marchó.
Cuando él era un niño sus padres lo llevaron con los humanos para protegerlo, en su tierra natal, en la Ciudad alada, cazaron a muchos mágicos para matarlos. Los seguidores de Zachcarías habían estado buscando específicamente a los Oliam, estos podían convertirse completamente en cualquier ave que desearan, eran raros y extraordinarios. Zachcarías Losher los quería porque también podían ser peligrosos, quería exterminarlos para que no representaran un peligro para él. Zachcarías, ese había sido un hombre que pensaba en él mismo como un dios, quería que todos se sumieran a él, que se arrodillaran y lo aceptaran como único líder entre mágicos y humanos. Él estaba obsesionado con la idea de poseerlo todo y odiaba la idea de que se lo impidieran.
Sin embargo, había algo que Zachcarías odiaba más que eso.
A los mestizos.
Hacia años él había empezado a asesinar mestizos porque repudiaba las mezclas, repudiaba que cuando dos mágicos de distintas razas engendraban una cría, su sangre no fuera poderosa, limpia, pura. La magia en la sangre de los mestizos no era algo que Zachcarías Losher deseara consumir, entonces comenzó a matarlos.
Dawson no había sabido que las cosas fueran tan mal en su tierra hasta que llegó, había caos y muchas inseguridades. Pero no retrocedió, iba a pelear por la familia que había tenido y por la que lo había acogido, iba a pelear por todos aquellos mágicos que habían muerto.
Él peleó en aquella guerra cuando tenía dieciocho años, en la forma de un albatros errante, esa era una de las aves más grande que Dawson conocía y la había escogido por sus alas, podía volar con ellas sin tener que moverlas por bastante tiempo y eso ayudaba a que él no se cansara. Había pensado en ello con cuidado, tenía muchísimo tiempo sin transformarse y sabía que eso lo consumiría.
Lo que más le fastidió durante la lucha fueron las patas del animal, por lo que lo único que había podido utilizar como arma fue su pico. Aunque él no tenía que pelear demasiado, Libriana lo había buscado para que fuera un informante durante las luchas, pero él quería hacer más y así fue. Mientras se elevaba en el apogeo de la lucha pudo ver la cantidad de enemigos que iban hacia ellos, eran muchas criaturas verdes, de extremidades alargadas, con colmillos bestiales y ojos amarillentos.
Vastias, así eran llamados. Y peleaban en nombre de Zachcarías Losher.
En algún punto en la lejanía vio que ellos comenzaban a alejarse, Dawson no había sabido que sucedía, hasta que pudo descender y escuchó a los mágicos susurrar que habían matado a Zachcarías Losher.
Sintió un profundo alivio porque toda esa pesadilla acabar, él estaba acostumbrado a la tranquilidad de los humanos y aquel desastre con los mágicos lo había agotado por completo, deseaba volver a la que consideraba su casa y descansar.
No pasó demasiado tiempo hasta que Libriana lo acompañó de regreso a su realidad, a su mentira. Pero en lugar de llevarlo a su casa lo metió en un bar deplorable, lo llevó hasta la barra y le informó a la jovencita que atendía la barra lo que él tomaría cada día. Antes de que pudiera ponerse de pie la chica había sonreído y asentido, esa era la sonrisa y la voz más amable que él había escuchado en su vida. Toda ella desentonaba en ese lugar opaco y con profundo olor a viejo.
Ante su parálisis Libriana se había inclinado y susurrado en su oído: —Eres joven, haz cosas de jóvenes e intenta hacer algunos amigos.
Claro que ella no tenía mucha experiencia con los humanos y no se había dado cuenta que lo había llevado a un bar donde la mayoría de los clientes eran hombre cuarentones. Estuvo a punto de renunciar a ese lugar cuando Libriana se había ido, pero entonces esa chica se plantó frente a él en la barra y le dejó su bebida con un guiño.
—Aquí tienes, cielo. Si necesitas algo me llamo Sheyla.
Lo había llamado “cielo” como si él fuese un pequeño pichón con un ala rota.
Ella no parecía ser mayor que él, al contrario, podía tener su misma edad o ser menor, tenía ojos castaños y las puntas de su cabello estaban pintadas de azul.
Dawson sabía que debía volver a su casa, pero no lo hizo. Se quedó allí y bebió lo que ella con sus delicadas manos le había servido gentilmente, pensando en que, quizás, él sí era un pequeño pichón que necesitaba esas tiernas manos para ser sanado.
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En las alas del Oliam
Fantasy¿Has escuchado de las criaturas que cambian su cuerpo a uno con alas? No es necesario leer ninguna historia anterior para comprender esta. ADVERTENCIA: CONTIENE SPOILER DE LOS MESTIZOS. Está historia pertenece a la saga: La sangre de los mágicos. R...