Primera nevada

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A los días de llegar a esta nueva cuidad, sin conocer absolutamente nada de ella, decidí ir a un parque un tanto cercano que conocí por intermedio de viajes cortos mirando por la ventana al interior del automóvil con mi madre. Quería tan sólo ir a pasar el rato, ya saben, uno se aburre de estar todos los días en casa. Pero antes de comenzar a relatar esta historia contaré algo sobre mí; Mi nombre es Matthews Foster y bueno soy un chico distinto al resto, pronto sabrán el porqué  de lo que digo. Vengo de otra ciudad, fácilmente pueden darse cuenta por el hecho de decir “a los días de llegar a esta nueva ciudad”. ¿De dónde vengo? Vengo de Inglaterra, más específicamente, Newcastle. Tengo doble nacionalidad, una madre alemana y un padre inglés, eso quiere decir que estoy mucho más acostumbrado a utilizar el inglés como idioma natural, el alemán lo he aprendido por mi madre, un poco. Sí, ese gran país. Para que sepan cómo soy, les diré un poco más; tengo una piel blanca, un cuerpo delgado, unos ojos oscuros, un cabello oscuro, una estatura mediana y he cumplido hace poco los 16 años. No sé qué más debería decir sobre mí, así que mejor será que cuente lo que me ha pasado en lo que llevo de vida. A eso vienen aquí, a saber sobre mí, ¿no?

   Del tiempo que llevaba viviendo en este lugar, sentía la curiosidad de cómo serían las personas de por aquí; no en todos lados son iguales, no son las mismas religiones y por sobre todo, si era posible hacer algún tipo de amistad. Eso no me interesa del todo, pero muy por el contrario, a mi madre sí y quería que yo los hiciera de la forma más rápida que se pudiese. Día a día me decía: “Sal de esa computadora. Sal a pasear. Hay mucho que hacer y tú aquí”, ¿para qué? No lo sé. Me es tonto tener un amigo así, de esa forma, no me considero una persona antisocial ni nada por el estilo, pero claramente para tener un “amigo”, cuya palabra es importante para mí, se necesita de tiempo, pasar por cosas, conocerse a fondo, no es cosa del día a la mañana. Tendré “conocidos”, es mucho mejor. Tampoco hay sufrimiento de dejarlos ir o si te fallan.
 
   Ante tales ruegos y casi a patadas salí temprano por la mañana, me “encamine” sin ningún rumbo especifico. Aún recuerdo que eran las 11:00 AM, quizá menos, quizá más. No recuerdo con exactitud, pero digamos que fue a esa hora. Había desayunado hace poco, bañé y salí, sí es que volvía temprano, cual era probable, haría el resto de las cosas mientras mamá salía. Era un día nublado, típico de la época; helado. Era invierno por lo que caía nieve cubriendo toda la basta acera y el camino vehicular. No se veía nada, todo era blanco. Se me hizo un tanto incómodo acostumbrarme a las temperaturas de Rothenburg, de por sí Alemania tenía climas más helados que mi antigua ciudad. Realmente me gustaría haber llegado en otra temporada. Le dije a mi madre que nos viniésemos después de Febrero.
Así es como pensé en caminar con más cuidado, nunca había sido del tipo con buen equilibrio. Lo menos que esperaba era tropezar y obtener un feo raspallón. Qué maravilla, ya imaginaba dónde iría, ¡pero por supuesto!... en la cara. Nunca faltaba.

Habré demorado entre unos diez a quince minutos en llegar, bastante cerca debería decir, tengo algo de suerte de vivir cerca de todo. En serio, cercano hay lugares de comida y varios sitios de diversión. Quizá no son de lo mejor, pero es algo.

      Llegando allí me percaté de inmediato de unos cuantos chicos y chicas jugando a hacer una “guerra” de nieve cerca de unos grandes árboles cubiertos de más blanco. No se encontraban muchos animales por el lugar, en esta época la mayoría emigran o hibernan. El lugar en sí era grande, como el de un estadio de futbol. Miré por un rato mientras éstos jugaban, reían y gritaban, pero sin sentir una necesidad de acercarme. Entre reojos divisé una pequeña banca solitaria perfecta para el momento. Prefería estar solo hasta decidirme qué hacer. en marché hasta dar con lo previsto y por ende, al llegar me senté sobre ella. Estaba helada por lo que “tirité” un poco, mi piel en esos momentos se volvió aún más blanca que de costumbre. Se me sobre notaban hasta las venas; verdes, azules y rojas. “Soy un monstruo” pensé. Reí un par de segundos con eso. Luego de aquella corta distracción volví a divisar el aburrido juego ahora en cambio sintiendo un interés algo vano por ir e interactuar con ellos. Suspiré un poco y pensé “¿Debería ir? Pero eso me significaría levantarme y hablar con ellos”, volví a suspirar y busque mi celular en la chaqueta que llevaba puesta, negra obviamente y un tanto larga, me llegaba casi a las rodillas. Al encontrarlo me pregunté “¿cuánto tiempo llevaba ahí?” Ni quince minutos era la respuesta, “el tiempo pasa tan rápido” comenté para mí mismo, fue sarcasmo obviamente. Me levanté entre bacilos, estiré ambos brazos mientras tocía. Me había enfermado días antes de un feo resfriado.  

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⏰ Última actualización: Dec 23, 2014 ⏰

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