Capítulo Diez.

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   Alcé mi cabeza para encontrarme con su mirada escaneando cada centímetro de mi rostro. Incómoda ante aquel acto decidí apartar mi vista. Lo miré de reojo y noté que aún me miraba.

—¿Qué? —pregunté. Llevó una mano a mi mejilla y limpió algunas lágrimas.

—Nada... es que... Dios, nunca me gustó verte llorar —quitó su mano de mi mejilla y la puso en su regazo.

—Tampoco es que lo hicieras tan amenudo —rodó los ojos.

   Ryan y yo nos miramos, tal vez más tiempo del que debería. Estaba tan perdida en el gris de sus ojos que no noté cuando empezó a acercarse a mí. Me quedé estática, esperando lo que fuera a pasar. Cuándo se escucharon unas risas femeninas y como intentaban abrir la puerta.

   Nos separamos inmediatamente cuando escuchamos la puerta abrirse. Desvíamos la mirada, incómodos. Dylan y Tessa entraron. Venían riéndose tanto que no notaron nuestra presencia.

—No es cierto —rió Dylan.

—¡Te lo juro!

   Sus risas pararon al ver a Ryan y luego a mí. Dylan sonrió picaramente y preguntó:

—¿Que hacían?

—Nada —respondimos al mismo tiempo.

—¿Seguros? —preguntó Tessa con la misma picardía.

—Muy seguros —respondí.

—Okey... hagamos cómo que les creemos —dijo Dylan. Rodé los ojos.

   Ryan se levantó del sillón, y después yo lo hice.

—Creo que debería irme.

—Sí...

—¿Te veo mañana —notó las miradas de mis amigas—... en la escuela?

—Por supuesto —le sonreí. Camino hasta la puerta y lo acompañe.

—Bien —se acercó a mí y dejó un beso en mi mejilla—. Adiós.

—Sí, adiós.

   Caminó hasta su bello y hermoso carro. Abrió la puerta del piloto y luego la cerró. Me despedí con la mano. El auto arrancó y en poco tiempo desapareció de mi vista. Entre nuevamente a la casa. Mordí mi labio inferior al cerrar la puerta.

   Me giré y ví a mis mejores amigas mirándome fijamente. Dylan meneaba las cejas y Tessa sólo me miraba con una sonrisa extraña.

—¿Qué? —pregunté.

—¿Cómo que qué? —Dylan se acercó a mí.

—¿Qué fue eso? —interrogó Tessa.

—Nada.

—¿Cómo que nada? Los encontramos casi besándose —dijo Dylan. Sentí mis mejillas arder.

—No es cierto —desvíe la mirada.

—¡Claro que es cierto! No lo niegues —exclamó Tessa.

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