Amor Eterno

La primera vez en que ambos se encontraron, fue gracias a la escuela naval del estado, a la cual había decidido entrar a la tierna edad de 10 años. Su primer año no fue el mejor de todos, pero pronto se impuso y consiguió grandes logros en esta.

En enero de 1860, el chileno conociò la corbeta Esmeralda, y quedó totalmente fascinado con esta. Estaba a unos tres meses de cumplir 12 años, y no podía evitar que su niño interior aflorare. Y, por màs que èl intentò controlarse, no pudo evitar, recorrer con paso presuroso y con la emoción latente, el timòn de la corbeta, hasta que de pronto, una suave risa se oyò a lo lejos, y eso atrajo su atención.

Aquello fue como una caricia, y lo melodiosa que sonó aquella voz, le atrapó como el canto de sirenas. ¿Acaso había una en el barco? ¿Estará siendo hechizado por esta, como suelen contar en las leyendas de marinos? No tenía respuesta, pero solo sentía la necesidad de ubicar al dueño de aquella voz. Salió detrás del timón, y caminò un poco hasta encontrarlo sobre la superficie de aquel imponente barco, y estaba hablando con el capitán José Goñi.

Aquel muchacho tenía el cabello castaño, y le lucìa realmente suave al tacto. Tenìa la piel ligeramente trigueña, como si llevara un bronceado encima, y tenía unos bellos ojos, de una tonalidad que no tenían nada que envidiarle al sol o al oro. ¡Vaya! Que se encontraba embelesado con aquel jovencito...

-¿Disculpa? -se acercó a un muchacho que se encontraba limpiando- ¿Sabes quièn es el joven que está con El Capitan?¿Es otro estudiante de nuestra escuela? -con la mirada, le indicó de quien hablaba.

-¿El que está vestido de manera formal? -respondió con una pregunta, y sonrió divertido- No te dejes engañar, ya tiene 25 años, y solía pertenecer a la marina de guerra del perú; aunque ahora, tengo entendido es parte de la marina mercante.

Notò como El Capitan Goñi acercaba su mano al hombre más joven, y le daba un ligero apretón con una leve caricia; ante ello, solo pudo fruncir su ceño con disgusto.

-Vino a felicitar al capitán, y a conocer el barco que fue construido aquí en Chile -mencionó con orgullo, llamando la atención del menor.

Le dedico una pequeña sonrisa y pronto volvió su vista al par de marineros, tal fue su sorpresa que se vio reflejada en su rostro cuando esos par de ojos dorados lo miraban con curiosidad. La reacción inmediata que tuvo su cuerpo fue dar un leve movimiento de cabeza sin despegar sus ojos de los del mayor, aquel joven solo le sonrió para girarse y seguir al capitán.

Esa tarde el corazón del menor no paro de golpear con fuerza contra su pecho y cada que recordaba el rostro de aquel joven peruano, aparecía una pequeña sonrisa sincera en él.

Sebastián decidió seguir con su vida, aquel pequeño enamoramiento que tuvo en su infancia quedó ahí pero el destino siempre caprichoso le permitió volver a unirse a aquel que se robó su corazón.

Esta vez con 17 años se le informó que combatiría junto a peruanos, ambos países unidos contra España. Cierta emoción recorrió su ser y la adrenalina se hizo presente en él...sería un evento histórico.

Rodeado de sus compatriotas, hoy sería el día donde conocerían a los otros marineros del país vecino. Traía consigo una maleta, sabía que debería convivir con gente del país vecino al suyo pero grande fue su sorpresa al ver asomarse cierta cabellera castaña y cuando los ojos tan oscuros como la noche se conectaron con aquellos ojos tan amarillos como el mismo sol, se quedó sin aliento.

Parecía que los años no pasaron para el mayor, río internamente al notar lo bajo que realmente era ya que el con sus 17 años era un tanto más alto pero eso solo le pudo causar cierta ternura.