De verdad espera estar mejor dentro de unos días porque odia sentirse tan débil e inútil.
Hace un par de días, tuvo que salirse a esperar a Luis en el coche porque era incapaz de seguir haciendo la compra con él, antes de ir a buscar a Alba a sus clases con la logopeda, sin sentir que la bilis le llegaba hasta la boca a cada paso que daban entre la comida.
Además, al malestar físico, se le suma que las hormonas ya han empezado a hacer de las suyas y cuando Luis ha entrado a ver si estaba bien esta mañana cuando, media hora antes de sonar el despertador, ha tenido que salir corriendo hacia el baño, le ha contestado muy mal, arrepintiéndose al segundo.
Así que lleva casi toda la mañana llorando porque se siente mal por haberle hablado así cuando él solo quería ayudarle. Por eso y por las hormonas.
El día de Luis tampoco ha empezado demasiado bien, con Aitana con la frente apoyada en el váter diciéndole de buena mañana que la estaba agobiando y Alba despertándose entre lágrimas otra vez.
Pensaba que lo de Alba sería una etapa, pero lleva así desde el comienzo de enero. Y con respecto a Aitana, quizá no haya sido el gesto concreto de esa mañana el que le haya molestado a ella, sino ese sentir que le pisa los talones a cada paso que da por casa y la tiene entre algodones.
Cuando lo piensa en frío, sabe que esa preocupación en el iris de Luis cada vez que le pregunta si está bien es sobre todo miedo. Miedo a que no salga bien otra vez. Y entonces se siente aún peor por haberle hablado mal y vuelve a llorar. Otra vez.
Agradece poder trabajar desde casa esta mañana, aunque no tiene más remedio que trasladarse de su despacho a la cama, aunque sepa que no va a ser tan productiva, pero al menos arropada en el lado de Luis enfundada en su ropa se siente algo mejor.
Apoya su cuerpo en el puerta del despacho después de coger su estuche, un par de carpetas y el portátil. Se pisa un pie con el otro y se muerde el labio.
Últimamente, cuando está sola en casa, es consciente que hace mucho eso de detenerse en la puerta del despacho. Porque dentro de no mucho, cambiará el escritorio y esas estanterías que con tanto esmero ordenó cuando se mudaron por una cuna, papel de pared con dibujos infantiles y un montón de ropa diminuta y pañales.
Después de una semana en la que quizá su cuerpo ha asimilado que está creando una vida más que su cabeza, el miedo sigue ahí y supone que crecerá al mismo ritmo vaya haciéndolo su bebé tanto dentro como fuera de su vientre.
Su bebé. Solo pensar en la palabra bebé, le dibuja una sonrisa en la boca que le llega hasta la mirada y es capaz de sentir una caricia en el corazón cuando se da cuenta de que es real y que cada uno de esos síntomas que la dejan casi fuera de combate son la consecuencia directa de que su cuerpo sea el hogar de su bebé.
Haciendo cálculos, no cree que esté de más de nueve semanas, así que prefiere ser cautelosa pero, cuando no puede dormir por las noches, piensa en si tendrá ricillos como Luis, o sus ojos verdes, o si será tan cariñoso como Alba. Decora mentalmente la que desde siempre le ha parecido la estancia más bonita de la casa, que en unos meses lo será aún más y olerá a bebé y amor.
En su mente, a pesar de que suena extremadamente ñoño, le llama tulipancito. Sabe que es ridículo y si lo dijera en alto probablemente Luis acabaría rodando de la risa por el suelo, pero si sus cálculos son correctos, a falta de la confirmación de su ginecóloga la semana siguiente, su bebé ha pisado al menos ya dos países y es el recuerdo más especial que podían traerse de un fin de semana en Ámsterdam que guardarán para siempre en la memoria. Su primer viaje juntos.
Nada más termina su llamada de teléfono con Iván, que le dice que esa semana no irán a Barcelona, lo cual alegra profundamente a Aitana, que no siente con fuerzas de una jornada tan intensa como las que suponen un viaje a la ciudad condal, sale corriendo hacia el baño ligeramente mareada otra vez.
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Canción Desesperada (II)
RomanceSegunda parte de Canción Desesperada. 5 meses después. ¿Cuando lo has perdido casi todo, por qué merece la pena seguir?