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Eran las tres con cinco de la tarde, y San se encontraba delante de la casa de su amigo a punto de llamar al timbre. Tocó el botón tres veces, y esperó cinco minutos, hasta que Nancy, la mama de Seonghwa, le abrió la puerta.

-Hola Sannie- Le sonrió amablemente- SeongHwa está ayudando a su hermano a desempacar, puedes pasar están en la habitación de WooYoung-

-¿S-Su herm-mano? ¿Woo-Wooyoung?-

-¿No lo sabías? Ha llegado ayer por la noche, para pasar la vacaciones de invierno con la familia-

No, eso no era posible, San no podía verlo, hacía más de dos años que no le dirigía la palabra. que no lo veía, estaba seguro que el otro se decepcionaría al verlo. Había cambiado tanto... ya no era la misma persona, y Wooyoung siempre había sido capaz de leer a la gente con facilidad, seguramente notaría cuan patético era con solo una mirada.

Pero no podía irse ahora, que recién había llegado, actuaría como una persona normal, o eso intentaría. Ayudaría a desempacar, saludaría como siempre y luego haría algo con su mejor amigo, pero si tenia algo seguro, es que no se quedaría a dormir allí esa noche.

Tocó tres veces la puerta abierta, y se apoyó en el marco de la misma, atrayendo la atención de los dos hermanos hacia él. Estos conversaban tranquilamente, ya que mantenían una buena relación, y reían ,como siempre, ya que la pasaban muy bien juntos.

El mayor se sorprendió al ver a San, más de lo que el pelirosado hubiese esperado.

-¿Sannie?-

-¿Quién más? Dudo que haya tantas personas únicas y hermosas, como yo- Sonrió sarcástico, siempre se comportaba de esa manera estando nervioso.

-No te recordaba tan ególatra-

-Y yo no te recordaba tan imbécil-

-¡Vaya! te has vuelto agresivo-

-pero la gente cambia, ¿hace tiempo que nos no vemos?-

-Ah... eso era-

-¿El qué era qué cosa?-

-Resentimientos... además, estas nervioso, sin razón, ¿No es así?-

Una guerra se desataba entre sus miradas. Filosas. Así eran estas. Pero esa intermitente batalla fue interrumpida por un carraspeo, intencional, y nada discreto, por parte de SeongHwa, quien observaba la escena un tanto sorprendido.

-Tranquilo Woo, solo debe estar enojado, porque no le avise que ibas a venir de visita, o eso creo...-

San se enfadó aún más cuando oyó a su amigo excusarse por él. Tenía boca, lengua y cuerdas vocales podía hablar, no necesitaba que otros lo hicieran por él. Eso hacía que se sintiera muy inútil, ya que no podía ni siquiera expresar su propia opinión.

Apretó los puños y bajo la mirada, pisoteándose los pies, e intentando callar las voces en su cabeza.

"𝐸𝑟𝑒𝑠 𝑝𝑎𝑡𝑒́𝑡𝑖𝑐𝑜 ¿𝑃𝑜𝑟 𝑞𝑢𝑒́ 𝑛𝑜 𝑡𝑒 𝑟𝑖𝑛𝑑𝑒𝑠 𝑦𝑎, 𝑦 𝑡𝑒 𝑡𝑖𝑟𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑝𝑢𝑒𝑛𝑡𝑒,𝑜 𝑎𝑙𝑔𝑜?"

"𝑵𝒐 𝒆𝒔 𝒕𝒂𝒏 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒕𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒓𝒍𝒐"

"𝐸𝑠 𝑐𝑖𝑒𝑟𝑡𝑜, 𝑛𝑖 𝑠𝑖𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑒 𝑎𝑔𝑢𝑎𝑛𝑡𝑎𝑟𝑠𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑙𝑎́𝑔𝑟𝑖𝑚𝑎𝑠... 𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑎𝑝𝑢𝑛𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑙𝑜𝑟𝑎𝑟" Reían en su cabeza burlándose de él.

-¿P-Puedo P-pas-sar al-l ba-a-ño, Hwa?-

-Sí, tranquilo, ve. Nosotros te esperamos aquí-

Luego de que el pelirosado saliera de la habitación con la cabeza gacha, e intentando soportar las lagrimas en sus ojos, fue seguido hasta el baño por Wooyoung.

La lagrimas no eran de tristeza, de enojo o de rabia , simplemente estaba por estallar, y eso era algo que le pasaba bastante seguido. Las lagrimas caían a mares, por sus ojos, y una gran sonrisa, demasiado fingida, se plasmaba en su rostro. No era intencional, pero no podía llorar, sin reír como un demente.

Antes de que pudiera entrar al baño, San, fue detenido por el ojimiel, quien lo miraba serio. los ojos grises del menor, se alzaron, y le dieron un leve vistazo a Wooyoung ,antes de volver agachar la mirada.

-Puedes ir al baño, sólo si me das la navaja-

los ojos del más bajo, estaban como platos ¿Ya lo había notado? ¿Tan rápido?

-Que me la des, te dije-

San, sacó de su bolsillo, una pequeña navaja de sacapuntas, y el repuesto de una 𝐺𝑖𝑙𝑙𝑒𝑡𝑒, y los puso sobre la mano del mayor, sin siquiera mirarlo.

-Ahora, ¿Me muestras tus muñecas?- Dijo en un tono mucho más calmado, y compresivo, pero San negó-¿No quieres?-Volvió a negar-Bien, cuando quieras hablar, o solo contarme algo, puedes llamarme- sonrió amablemente y se adentró en la habitación de su hermano.

Entró corriendo al baño, y se paró delante del espejo. Se abofeteo, una, dos, tres, y cuantas más veces pudo, sintiéndose tan estúpido. En esos momentos no era él, el que se golpeaba, sino era como si todas las voces en su interior lo hicieran.

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