P: Poder

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Desde que tiene memoria se ha sentido solo.

Yuno creció rodeado de personas mayores: mucamas, maestros particulares, nanas y un sinfín de otros rostros que ya no recuerda. Papá y mamá ausentes, adultos entrando y saliendo de su vida. Vivió escuchando que puede o no hacer. Él obedeció siempre a los adultos. Fue un niño sano, trabajador, inteligente y bueno en aprender cosas nuevas, aprendió a tocar el violín a los 8 años, hizo arquería y karate, habla mandarín, inglés y japonés de forma fluida, fue disciplinado con elegantes modales, asistió a la mejor escuela y vivió siguiendo las órdenes al pie de la letra.

Fue tan bueno que parecía mentira, algo imposible en un niño de 12 años, algo malo debía tener, ¿no?

Es humano y, sobre todo, es un niño. Un niño que nunca fue tratado como uno. Un niño que vivió esperando recibir afecto, que esperaba una mirada cariñosa por parte de sus padres, un noble corazón que esperaba ser amado. Cada día se convencía de que siendo el mejor llegaría a ser el orgullo de sus padres, de que estos verían el gran esfuerzo que hacía cada día y sería premiado con un cálido abrazo de mamá y una alegre sonrisa de papá. Justo como en las caricaturas que vio y en los cuentos que leyó. Yuno fue un niño triste y apagado, un niño que nunca sonreía ni siquiera cuando venía caricaturas. Yuno nunca pudo hacer un amigo en la escuela, decían que era aburrido y triste estar a su lado, él no entendía que era divertirse, ¿jugar a ser héroes? ¿peleas contra un moustro imaginario? Jugar con barro y arena, esconderse y encontrar, reír, llorar, hacer pucheros, saltar. Todo es extraño ante sus ojos. La maestra siempre intentaba hacer que se integre al grupo, pero los niños ya estaban cansados de explicarle una y otra vez como jugar. Yuno entiende a la primera, no es tonto, sólo que no entiende la división detrás de ello. Hubo una última vez que intento hacer amigos, el juego es sencillo: debía esconderse y el niño asignado lo encontraría. Para ganar debía encontrar el mejor escondite y así lo hizo Yuno, después de todo sus padres querrían a un ganador y él puede ser ese ganador. Al pasar el tiempo quieto y en silencio el pequeño Yuno de 5 años terminó dormido. Fue encontrado dos horas después en un tambor vacío situado en la sala de mantenimiento a un lado del salón. Fue regañado por las maestras que con amabilidad y preocupación le pidieron no volver a salir del área asignada. Yuno no entendía qué había pasado, estaba adormilado después de esa siesta, pero entendió que algo malo hizo cuando su chofer vino a recogerlo y se quedó un momento hablando con la maestra. El hombre no dijo nada, no es su lugar el de educar, es sólo un chofer y por ello mantiene silencio como siempre lo ha hecho. Yuno es regañado por su nana, ella es un poco más exigente y severa que la anterior. Siente sus ojos picar ante las lágrimas que se acumulan. Quiere llorar, pero no lo hace. Su papá siempre le gritaba cuando lloraba y teme ser regañado por éste. Así es como reprime sus emociones. Cree hacer lo correcto.

Esa noche cuando se sienta a cenar con sus padres como siempre lo hace, estos sacan el tema del escondite, hizo entrar en pánico a la escuela por la pérdida de un niño, Yuno no sabía que fue algo tan serio. Baja la mirada asustado ante el regaño que seguro vendrá, pero no hay nada, su padre pide que tenga más cuidado y no haga escándalos, su madre le ordena que coma todas sus verduras como tantas otras veces y eso es todo. A ellos no les importa. Así es como Yuno aprende a ser indiferente y desinteresado, dos defectos que lo llevarían a ser alguien frío y solitario.

Yuno no creía volver a jugar a las escondidas, según él es un juego algo peligroso, pero ahí está de nuevo, oculto entre los arbustos del vecino. Abraza sus piernas y oculta su rostro entre sus rodillas. Ha escapado de las clases de violín, ya no quiere saber nada de tocar ese instrumento, tanto tiempo haciendo algo que no es su pasión, cada día detesta un poco más ese fino sonido, está cansado de los halagos sobre lo bueno que es y las estúpidas competencias en las que siempre gana. Ya no quiere tocar el violín, es aburrido y triste. Quiere hacer algo divertido y de su agradado, pero no consigue más que ser regañado. Está cansado de eso. Ya no quiere seguir así.

—¡Aquí estás! —esa repentina voz junto a un golpe en la valla de madera hace sobre saltar a Yuno, él voltea encontrando a una pequeña niña ahí, lleva un infantil pijama violeta de dos piezas, su cabello plateado recogido en dos boletas y unos ojos violetas preciosos.

—Lo siento —Yuno enseguida se levanta creyendo que ella podría estar molesta por invadir el jardín de su casa.

—¿Por qué? No importa. Hace calor y tú aquí en el sol. Estamos tomando unas limonadas en el patio ¿quieres acompañarnos?

Ella hace un puchero al final de la frase e intenta verse como enojada, pero falla totalmente porque no es más que una adorable niña.

—¿Puedo?

—¿Eres tonto? Acabo de decir que sí.

Yuno se siente un tonto. Acaba de aprender que si es algo que puede y quiere entonces está bien.

Yuno aprende a querer vivir.


Esponjosa dulzura | Yuno x Charmy |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora