Capitulo 1

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Londres, 8 de septiembre de 2063

Matilde despertó con el primer rayo de sol tiñendo su mejilla derecha. Suspiró, había olvidado cerrar la persiana la noche anterior y aún faltaba bastante para el horario de ingreso a su trabajo.
Se giró sobre su cuerpo y se encontró cara a cara con Dave, su novio desde hace dos años. La relación no iba para nada bien, pero aún aguantaban. Intentaron solucionar sus problemas de pareja y sus diferencias unas cuantas veces, pero aunque las primeras semanas todo se encaminaba, acababan por explotar nuevamente y el ciclo comenzaba nuevamente. Se trataba, claramente, de un círculo vicioso del cual no podían resurgir.
Pero lo amaba, en verdad lo hacía. Varias veces se había planteado si tal vez aquello que sentía no era simplemente costumbre, incluso se lo había dicho a Dave, pero no lo era. Por supuesto que estaban muy lejos de ser una pareja perfecta o de tener una relación deseable, pero estaba feliz de tenerlo con ella y de que a pesar de todo siguieran juntos, intentándolo.
Dejó un corto beso en su mejilla y le sonrió, corriéndole el pelo que le caía por la frente.
-Buenos días, amor- dijo en un tono casi inaudible.
Este se removió sobre su cama y se giró hacia el lado contrario.
Vio el reloj. Marcaban las 5.30am. No entraba a trabajar hasta las 7:30, y en general tenía media hora hasta llegar al piso de la redacción. Por lo tanto, contando lo que tardaba en desayunar y en vestirse, con que se levante una hora antes alcanzaba. Pensó en cerrar los ojos e intentar dormir un rato más, pero sabía que sería en vano.
Últimamente le costaba muchísimo dormir, decir que descansaba dos horas era mucho. Además de los problemas ocasionales con Dave, tenía problemas con su profesión. Hacía unos pocos años había terminado sus estudios universitarios, y justo después de acabarlos entró al periódico Desire. Era muy reconocido, de los más importantes de Londres en el último tiempo. No obstante, también era cierto que empleaba a los mejores periodistas del país cuyos trabajos eran de los más apreciados. Cubrían el ámbito político, económico, social; y en cada una de estas plantas se amotinaban los empleados de élite.
Pero quedaba un sitio, un nicho en el periódico que por lo general se componía por dos polos muy opuestos de profesionales: el del entretenimiento.
En esta planta en particular, eran empleados los más experimentados, casi siempre eran también los mayores de la firma; que se encargaban de escribir sobre los conciertos, las películas y los artistas más importantes de la industria. Sus trabajos eran los más valorados y, incluso cuando no eran tan buenos, los consideraban perfectos.
Por otro lado, en esta planta también eran contratados los periodistas que recién estaban dando sus primeros pasos en el mundo de la redacción y eran enviados a cubrir espectáculos y a recolectar material para sus superiores. Este era el papel que
cumplía Matilde. Llevaba cinco años yendo y viniendo, atenta a las necesidades de los grandes periodistas, sirviéndoles café, té, el almuerzo, la merienda, el desayuno. Asistía a todos los shows que le pedían, a conferencias de prensa, investigaba sobre las nuevas bandas y sobre nuevas técnicas para una mejor escritura y mejor captación del público. Y era muy buena en esto.
Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, jamas obtenía su gran historia. Conocía a varios compañeros que habían demorado un par de meses desempeñando este papel y luego fueron ascendidos y redireccionados a distintas plantas, o que se quedaron allí escribiendo artículos no tan importantes, pero escribiendo al fin.
Matilde, en cambio, se desvivía para llamar la atención de sus jefes, cumplía a la perfección todos los trabajos que le pedían, pero aún así no conseguía progresar. Lo sentía también como un círculo vicioso del que no podía resurgir, al igual que su relación con Dave.
En marzo de ese mismo año, Sophia, su mejor amiga, quien trabajaba con ella desde que ambas ingresaron a Desire; había presentado una investigación sobre una banda que había sido muy importante el siglo pasado. Su nombre era "Queen" y habían sido un hito para la música de la época. Sobre todo, teniendo en cuenta los años en los que su principal cantante había ocultado su homosexualidad y los problemas que esto había causado entre los integrantes de la banda, tantos que acabaron separándose.
Sus jefes al leer el trabajo acabado de Sophia se sorprendieron tanto y les pareció tan espectacular que lo publicaron. Fue furor entre sus compañeros, en las redes y en el mundo mediático. La muchacha se había encargado de revivir viejos sentimientos, de prender nuevamente la llama que esa banda tan importante para el país había dejado entre sus fanaticos y también permitió que la cultura inglesa resurja y muchos habitantes que desconocían sobre esta banda, la conozcan y se adentren en sus obras musicales. Fue un motor para su carrera y desde ese momento no había parado de escalar profesionalmente. La reconocían en la firma y su nombre ya no era el de una simple periodista de entretenimiento.
Matilde buscaba lo mismo. Estaba constantemente detrás de esa historia que la lleve a crecer, que le de ese empujón que tanto necesitaba. Se había pasado los últimos meses prácticamente sin dormir, investigando sobre posibles temas sobre los que escribir, pero no daba con nada novedoso. Todas las bandas del siglo pasado que encontraba eran ampliamente conocidas, ya había publicaciones sobre ellas o simplemente no habían sido lo suficientemente buenas como para traerlas al presente.
Aquí residían gran parte de sus últimos conflictos con Dave, por quedarse noches sin dormir leyendo, por olvidarse de su propia vida cotidiana intentando encontrar su tema, ese tema que le daría esa oportunidad que venía buscando por años. Dave continuaba diciéndole que pare, que cuando llegase el momento llegaría y que se relaje; en cambio ella se convencía cada día de que debía buscarlo y ya lo encontraría.
Fue hasta la cocina y se preparó un café, perdida entre sus pensamientos. Abrió su teléfono móvil y se desayunó con la noticia de que una nueva nave espacial lanzada por la nasa había aterrizado en Marte. No le presto atención, la nasa últimamente estaba cumpliendo con muchos proyectos y en verdad ya no le interesaba.
Sin embargo, navegando en la web se frenó al leer el siguiente titular: "Reconocido productor musical, 20 años después de su muerte, es encontrado culpable de someter a cantantes a firmar contratos discográficos ilícitos que atentaban contra el bienestar psicológico". Abrió la noticia y descubrió que se trataba de un señor llamado Samuel Cannon, y al ver la foto lo reconoció. Había sido el representante de personajes muy importantes en el ámbito musical y del espectáculo. Lo habían denunciado muchísimas veces y tenía muchas causas judiciales por lo que había escuchado, pero había muerto cuando ella era una niña y jamás fue condenado. Al parecer, finalmente su culpabilidad había sido probada.

~

Louis se despertó y estiró su brazo, palpando el otro extremo, vacío. Su cama era extensa sin sentido, porque sólo él dormía allí. Era un constante recordatorio de que se hallaba solo, de que ese sueño de envejecer junto a alguien que amó se había desvanecido muchos años atrás.
Lo pensó y sonrió de lado, mientras en su mente se agolparon las más diversas memorias. Diferentes años, diferentes escenarios, desde Princess Park hasta aquel día que prefería mejor no recordar.
Cuando se mudó a su nueva casa pensó que podía finalmente desprenderse de esos infinitos recuerdos que cada vez lo lastimaban más y más, pero sus deseos no se hicieron realidad. Al contrario, cada día que pasaba se convertía en una nueva oportunidad para rememorarle los amaneceres y los atardeceres que había pasado junto a su amado, junto a Harry, y que jamas volverían.
Suspiró y abandonó la habitación, se lavó los dientes y bajó las escaleras poco a poco. Sus casi setenta y dos años, con una vida ajetreada de ícono musical se hacían notar en su estado físico; aunque cada día se ejercitaba para no deteriorarse. Pisó el último escalón y cerró sus ojos, imaginando que allí lo esperaba ansioso una cabellera rizada; con sus brazos abiertos. Años atrás había sucedido.
Fue hasta la cocina y se preparó un café, secándose las lágrimas que no había podido evitar reprimir. Cuarenta años ya habían pasado, pero aún le seguía llorando.

Si el barco pudiera volar a la brújulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora