One Shots Yoonmin

...

La silla estaba fría y había demasiados papeles en mi escritorio.
Los acomodé y empezé a leerlos, muchos no tenían originalidad, pero lamentablemente esta se encontraba agotada.
Demasiados errores de ortografía, pero no me iba a tomar el tiempo de corregirlos, le presté mas atención a que los conceptos se muestren en ese documento de papel. Era importante.

La tinta roja marcaba, ponía puntajes, anotaba ideas. Así se pasaron 5 horas, en donde no me moví ni un centimetro y al terminar me encontraba sediento.

Llegué a la cantina y compré la de siempre, no tenía intenciones de hacer nada mas.
Caminé hasta la clásica esquina donde daba el sol y me quedé pensando.

Podía ver a todos los alumnos riendo con su grupo de amigos y comiendo. Parecían felices pero es una mentira, ningún adolescente es 100% feliz.
Ahi es cuando reí por mi ocurrencia, ellos eran el futuro. Uno prometedor, una nueva generación.
Pero terminarían siendo viejos y arrugados, sin ningunas ganas de vivir.

Yo ya me consideraba viejo, sin tantas nuevas oportunidades. Solo un simple profesor de filosofía. Nada mas.
Mi vida era aburrida y solitaria, sin ninguna interacción ajena.

Mi refresco se acabó y eso significaba que mi descanso también.

-Profesor Min- escuché unos pasos a la lejanía y me detuve.

El profesor Park, despeinado y con un sudor ridículo en la frente, pero seguía siendo hermoso.
Su pelo era teñido y le quedaba sexy.

-¿Si?- pregunté con ansias de saber que quería.

Se acercó a mi y me dio un sobre, parecía tan poético el asunto, como dos enamorados. Uno declarandose con los nervios a flor de piel, mientras que el otro resibía la carta anonadado. Pero esa fantasía se agotó.

El sello que tenía la carta era de secretaría central y Jimin trabajaba como profesor de biología para los niños de primaria. Al lado de dicho lugar.

Agradecí, pero él no se movió de su lugar cuando pensé en irme. Estaba estático, no se si por cansancio o por que se quería quedar ahí, solo lo miré de reojo.

-Tan solo quiero saber algo profesor de secundaria- mencionó sincero- ¿Es difícil tratar con ellos?

Lo pensé un rato.

-no debe ser peor a que tratar con niños, solo que con demasiadas hormonas encima-contesté simpático.

¿De verdad estabamos riendo?, Hace tanto que no lo hacía.

-Bueno, nos vemos. Gracias por responder mi duda- se despidió y salio disparado hacia otro lugar.

Caminé por los pasillos, memorizando los 56 escalones otra vez y soltando aire en forma de suspiros.
Llegué hasta mi escritorio y me senté de nuevo en esa silla fría.

Mis perdidos ojos fueron a cada rincón de la gran aula, llena de bancos vacios y mochilas de colores.
Faltaban minutos para que esos adolescentes cruzaran la puerta.
Empezé a borrar el viejo pizarrón que estaba lleno de esquemas y partículas de tiza volaron por todo el lugar.

Mi mente divagó en Park, la única persona que miraba en la sala de profesores.
Como aplastaba su pelo rubio entre sus pequeños dedos y repasaba infinitas oraciones para no trabarse al hablar con sus estudiantes.
Riendo como un niño con las charlas que tenía con el de educación física y el de lengua. Aunque no fuera interesante.

Sus ojos varias veces viajaban a mi y me sentía raro con eso. Quizas no debía darle espacio a ese especie de ángel en mi vida.

Suspiré otra vez y me sumergí en la carta que me había entregado, ni llegué a leerla. El timbre había sonado y solo gritos se escuchaban al cruzar la puerta. Hasta que puse orden, claro.