Barcos de Papel II

P r ó l o g o

Como siempre volvía a estar allí, en medio de todo de pie aunque quieto. El reconfortante olor a sal y pescado, la sensación de humedad en el ambiente aún estando a una distancia prudencial del océano. Había pasado por muchos puertos en su vida, y por eso sabía lo mucho que le gustaba la atmósfera que en ellos se respiraba. Una suave brisa de finales de primavera le removió el pelo.

Dejó de mirar al celeste horizonte para volver a enfocarse en sus propias botas, de cuero marrón, algo desgastadas pero aún con muchos años por delante. Tenía una idea, un objetivo, un trozo de papel, y todo el tiempo del mundo. En realidad no, pero el tiempo suficiente para quedarse unas cuantas horas fijándose en como los cargantes con pelo recogido y camisas remangadas subían o bajaban barriles, cajas, toneles o redes con distintos animales del mar a sus correspondientes naves.

Volvió a revisar la hoja de cuaderno mal cortada con la que llevaba ya un rato jugueteando, habiendo conseguido así que estuviera algo arrugada y mojada por el sudor. Daba igual cuantas veces lo leyera, estaban siempre escritas las mismas letras. Eso no tenía por qué ser necesariamente malo, era solo una dirección a la que podía no ir a voluntad propia, pero algo dentro suya deseaba, imploraba, haberse equivocado de sitio y tener que quedarse unos días mas sin hacer nada. Excusas baratas.

Le había costado bastante dejar su trabajo, no era el de sus sueños ,pero siquiera tenía sueños que no poder seguir. Al final más por decisión ajena se despidió de todo aquello, y el único compañero con el que se hablaba le escribió unas instrucciones para una nueva vida antes de darle una cachetada en el culo como adiós. Tenía una lista perfectamente ordenada de pros y contras para presentarse o no allí, pero asimismo sabía que le movía el miedo. El miedo a no saber dónde ir, a no tener a nadie, a no poder hacerse cargo de si mismo, al cambio en definitiva.

Eran tonterías de crio, y él era joven pero no tanto. Se dio un pequeño empujón para comenzar a andar hacía donde, si le aceptaban, pasaría unos cuantos años.