Enterrada (III)

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Cuando finalmente la raíz llegó hasta su posición, se agarró a ella con toda la fuerza que pudo, invocando incluso Ventosas. Le pidió entonces que se volviera, llevándola con ella.

Al retroceder, la raíz dejaba libre el espacio que unos momentos antes había comprimido y perforado, pero no era suficiente para que la elfa no fuera chocando y rozando continuamente contra la tierra o las rocas enterradas en ella. Su Armadura de Espinas estaba sufriendo notables daños, sobre todo en la espalda, cabeza, brazos, manos y hombros, las partes más expuestas.

El equipo nivel 65 también estaba sufriendo, incluyendo el casco, que normalmente no llevaba por dificultar su visibilidad, pero que en esa ocasión estaba haciendo un gran servicio.

Una y otra vez, la fuerza del terreno separaba de la raíz alguna parte de su cuerpo, obligándola a hacer grandes esfuerzos para volverse a pegar a ella, además de invocar Ventosas de nuevo. De soltarse, le caería encima la tierra que se iba cerrando tras pasar la raíz. También se veía forzada a usar continuamente Curación Básica para paliar las continuas heridas.

Su boca le sabía a tierra, y sus labios eran continuamente desgarrados, así como su nariz o mejillas. Mantenía los ojos fuertemente cerrados, tapados firmemente con una venda para protegerlos.

Apenas podía respirar, pues era incapaz de mantener Burbuja ante el acoso de la tierra que atravesaba junto a la raíz, así que tan sólo podía aguantar la respiración, e intentar tomar una bocanada de aire cuando tenía la ocasión. Aunque tenía que ser muy rápida, o era tierra lo que entraba por la boca, por lo que volvía a invocar Burbuja cuando eso sucedía, para ganar unos instantes más de aire.

Sentía sus brazos y piernas temblar por el esfuerzo de oponerse a la fuerza de la tierra. Aunque lento, el movimiento de la raíz era firme, estuviera o no la elfa sobre ella, estuviera o no la tierra oponiéndose a dicho movimiento.

Lo único que podía hacer era aguantar, notando el cansancio en sus músculos a pesar de no estar usando habilidades, sólo hechizos. Por ello, ambas hermanas usaron Vínculo de Energía para pasarle la suya, y la azor añadió Vínculo de Maná.

El casco aguantaba, aunque había tierra metida en él, pero los guantes estaban destrozados, y sus manos a carne viva, siendo el dolor intenso. Sin embargo, no podía soltarse. No sólo por ella, sino por su hermana.

También su cuello y parte de sus hombros sufrían el constante roce de la tierra que rasgaba su piel, y que se abría paso por la armadura. Diseñada para resistir ataques de armas, no podía impedir que la tierra se fuera colando por ella, incrustándose en su piel miles de diminutos granos de arena.

Podía sentir como la distancia con su hermana alada se iba acortando poco a poco, demasiado poco a poco, no estando segura de poder aguantar hasta entonces. La presión continua contra la tierra era demasiado fuerte e incesante.

Sin embargo, dicha presión fue disminuyendo. El espacio era más ancho a medida que retrocedía la raíz, pues era la parte que había ocupado la zona más gruesa, además de que ya no se acercaba tanto a la pared que podía golpear contra la elfa.

Sabiendo que difícilmente otros entes, por muy poderosos que fueran, podían supervisar las acciones que las dríadas ejercían directamente sobre su dominio, las plantas, Ribvla había decidido ayudar a la raíz, dirigiéndola sutilmente para que rozara lo menos posible con la tierra. Quizás alguna otra dríada pudiera darse cuenta, pero, de ser así, había mirado hacia otro lado.

Por ello, el espacio con el que contaba para respirar se hizo más estable, y la constante opresión de la tierra prácticamente desapareció. Estaba agotada, pero había logrado superar el peligro. Pronto, la luz del sol empezó a filtrarse por la venda, y, al quitársela, descubrió que estaba apareciendo por encima del hueco dejado por la raíz.

La lince no tardó en salir de entre las sombras. Así que, montando sobre ella, se alejaron del enorme socavón, mientras la raíz volvía a entrar en la tierra, inusualmente bendecida por el poder de una dríada.

La azor se lanzó sobre su hermana, acariciándola con suavidad con su cabeza, mientras ésta pasaba sus dedos sobre las suaves plumas. El ave había estado muy preocupada, desesperada y frustrada por no poder hacer nada, y ahora se sentía tremendamente aliviada. No obstante, no tardó en alzar el vuelo para vigilar los alrededores, mientras su hermana creaba un Hogar Vegetal.

Había cabalgado sobre la lince para alejarse de allí. Luego, ésta se había subido a un árbol, y habían Flotado desde una rama hasta una zona densa en matorrales, dentro de la cual había invocado el hechizo. Después de lo que habían sufrido, no querían dejar rastros.

Dentro de la protección, sacó su tienda con forma de castillo de hadas y fue directa a tomar un baño, a sacarse el polvo y la tierra que incluso taponaba sus oídos. Se durmió allí, tomando un baño relajante en la enorme bañera, mientras sus hermanas la vigilaban un poco más allá, y comían las sobras almacenadas.

Ni siquiera a ellas se les había ocurrido que cocinara en su estado, además de que la comida guardada en el inventario estaba en perfectas condiciones, incluso caliente.



Mientras Goldmi descansaba de la agotadora persecución de varios días, y de la huida a través de la tierra, un semielfo había llegado hasta el boquete. Dado el sonido y sus consecuencias, como la huida temporal de muchos animales, era imposible que pasara desapercibido.

–Parece que se ha hundido uno de los antiguos túneles subterráneos. Así que aún existían...– se dijo.

Conocía perfectamente aquel bosque, y la existencia de los túneles era casi una leyenda. Muchos creían que habían colapsado mucho tiempo atrás.

–¿Ha sido algo natural o provocado? Sólo hay huellas de un animal, parece un felino grande. Mmmm, es un lince. ¿Le pilló el hundimiento o se acercó por curiosidad?– murmuró para sí.

No le dio mucha mayor importancia. Aunque difícil de encontrar, no eran las huellas de un animal extraño en aquellos bosques. Lo que si le preocupaba era si quedaban más túneles bajo tierra, y si podían colapsar.

Debía informar al Consejo cuanto antes. Probablemente, tendrían que examinar el terreno y evaluar los riesgos de que aquello volviera a suceder. Con suerte, sólo habría sido un hecho puntual.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora