Pesadillas

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"¿Cuántas veces tengo que hacer esto para que entiendas?"

Dos, cinco, nueve golpes. Matías dejaba de medir la fuerza con la que impactaba su puño contra el cuerpo del rizado después del sexto golpe. Aún recordaba cuando todo esto comenzó y no se refería a la primera vez que le pegó, sino las veces en las que comenzó a ser más constante.

Cena de Navidad en casa de la familia Gilbert. Llevaban ya un año casados. Hubo un tiempo en el que a Matías le era imposible el asistir a algún evento de cualquiera de sus familias; sin embargo, su madre insistía e insistía y para "callarla", como él dijo, aceptó a ir a pasar una noche con ellos. Antes de llegar Matías le había dicho que intentara no conversar mucho con su familia "por su bien". No refutó. Toda la cena había sido de lo más pesada para el rizado, todos le preguntaban cosas y Matías siempre intervenía.

- ¿Por qué no dejas que el chico responda? -le cuestionó su padre. - No nos dejas conocerlo.

- ¿Para qué quieren que hable? -se giró a él y lo tomó por la mandíbula para apretujar su cara como si fuera un cachorro. - ¿No se ve mejor callado?

El comentario solo le causó gracia a él, el resto de sus primos, abuelos y padres permanecieron en un silencio incómodo hasta que Oliver, su primo menor se atrevió a hablar.

- Emilio, ¿cómo conociste a Matías? Créeme que has sido su novio más atractivo -bromeó y su hermana le siguió con las risas.

El rizado aclaró discretamente su garganta y solo emitió un casi inaudible: - Gracias.

Para cuando llegó la hora de ir a dormir, mientras él ya estaba recostado de su lado correspondiente de la cama sintió cómo las sábanas le eran arrebatadas de golpe. Sin poder ver qué estaba pasando sintió como se colocaban encima de él manteniéndolo boca abajo y levantaron su camiseta.

- ¿Qué está pasando? -preguntó confundido.

- Tendré que castigarte, bebé -arrastró las palabras Matías mientras reía y lloraba, una extraña combinación.

- ¿Qué? -por un segundo creyó que todo eso tenía una inclinación sexual. - ¿Qué hice mal? -preguntó divertido.

Pero la diversión terminó en el momento en el que Matías golpeó su espalda con la hebilla de su cinturón. Cinco veces.

- ¡NO, MATÍAS! -gritó con desesperación intentando quitarlo, pero su esposo siempre había sido más fuerte. - ¡DÉJAME!

Sin decir ni una sola palabra, solo los ruidos confusos que emitía, metió una calceta a la boca de Emilio y volvió a repetir la acción anterior. Cinco veces más. El metal se había incrustado a la piel del rizado y el último golpe le desgarró, provocando que saliera un poco de sangre.

- Necesitas aprender a obedecerme desde ahora, antes de que sea demasiado tarde -fue lo que le dijo una vez que bajó de su espalda.


*****

"¿ME ESTÁS ESCUCHANDO?", escuchó a lo lejos. Las voces parecían susurros y su visión estaba nublada, borrosa.

Emilio yacía tendido boca arriba en el piso de su habitación. El frío calaba su espalda, pero esa sensación era confortante a comparación de lo que sentía el resto de su cuerpo. Moretones a lo largo y ancho de su rostro, un par de quemaduras de cigarrillos en sus muslos, cortaduras en sus brazos pero desafortunadamente no lo necesariamente profundas como para causar un desangre.

Matías lo cargó y lo arrojó a la cama. Ató sus manos a la cabecera y cubrió su cuerpo con las sábanas.

- No sé qué te está pasando -tocó su frente percibiendo una temperatura un poco elevada. Suspiró. - Bien, lo dejaré hasta aquí por hoy, pero ni creas que tu castigo acabó, ¿escuchaste?

Somebody Loves You; Emiliaco (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora