El infierno de Lilith| 2 | Completa

VII

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No era vergüenza lo que sentía por haber dicho esas palabras, pero sí me arrepentía un poco por la forma, y el momento en que lo había hecho. Recordar su rostro serio y molesto transformarse en una de completo estupor me hizo cuestionarme demasiado, y me permitió no pegar un ojo, eso fue de ayuda ya que estaba cansada pero no me podía permitir el dormir de noche nuevamente; no sabía si era aquel silencio nocturno que le avisaba a mi cerebro que era hora de tener pesadillas que me dejaban sin aliento. Verlo salir de la habitación sin decir nada, aunque no parecía propio de él, tampoco me molestó, al menos debido a su acción mis pensamientos volaban de un lado a otro, y no me detenía en la horrible situación en la me encontraba, una vez más caía en una tonta distracción que me alejaba de la fría soledad.

Las horas pasaban, repleto de los silencios humanos, el cantar de los grillos, las ramas chocando entre sí, hasta que comenzó a amanecer, y los pájaros despertaban de sus hogares, el viento volvía a fluir de forma más liviana, el calor del sol se filtraba por la ventana con lentitud. Como una niña, me había sentado cerca de la ventana, en el suelo, con la vieja manta que me habían otorgado; me cubría de pies a cabeza, y me abrazaba fuertemente. Hoy nos iríamos a otro lugar, me preguntaba tantas cosas, pero ninguna tenía respuesta, simplemente debía esperar. Los había escuchado moverse por la cosas hacía varios minutos, no estaba segura si habían dormido, pero el ruido hizo su presencia antes de lo que esperaba; no tenía noción de la hora, pero gracias a Race sabía al menos la época, otoño.

<<Bueno, mamá, papá, pequeñito, denme suerte para el día de hoy. Los amo>>

El golpe en la puerta detuvo mis pensamientos. Un segundo después esta se abrió, la persona que menos esperaba ver al igual que en la noche se presentó. Lo primero que vio al entrar, fue la cama, como no estaba rápidamente sus ojos cayeron en donde estaba hecha un ovillo. Zoe frunció el ceño algo confundida, pero no dijo nada. La miré por un momento, se había cambiado, llevaba un jean oscuro, y una camisa blanca, su largo cabello negro estaba recogido en un coleta. Inconscientemente miré las puntas del mío, estaban resecas, el color castaño se veía algo sucio, necesitaba un baño urgentemente.

-Hola-dijo con cortesía- Te traje...-bajé la mirada a sus manos, llevaba una botella de agua, y una bolsita tal vez de frituras o galletas. Mi estómago se encontraba vacío, pero no tenía demasiadas ganas de ingerir algo, tampoco sabía si era seguro que después de tanto tiempo debía comer sólidos, pero parecía algo riesgoso, podría estar demasiado sensible.

Aun ni había respondido a su saludo cuando se adentró a la habitación, y dejó las cosas a los pies de la cama; mientras tanto, yo me disponía a levantarme, deslizando la colcha por mi cuerpo.

-Gracias, pero preferiría no comer sólidos- murmuré sin mirarla. Realmente parecía algo diferente, aunque había actuado innumerables veces con aquellos grandes ojos grises como si fuera un siervo inocente, la persona que tenía frente a mí, o había mejorado aún más en cubrir su naturaleza, o intentaba cambiar. Fuera cualquiera, no me importaba, y solo se sabría en el futuro.

Cuando dije esas palabras, ella asintió-Sí, no sé muy bien cómo responderá tu cuerpo, pero estas son galletas sin sabor, se disuelven rápidamente, a nosotros nos hizo bien los primero días-me explicó, estirando las comisuras de sus labios en una sonrisa llena de melancolía.