-Si. - Te apresuras a contestar, no quieres que piense que eres un idiota necio que no le importan sus amigos...Aunque por otro lado... ¿Qué más te da lo que el piense? Es tan raro que te importe la opinión que puede tener Alfred con respecto a ti. Despejas tu mente y vuelves a la realidad para contestar. - Conocí a un chico que es homosexual, el me hizo el favor de explicarme todo esto de la identidad de género y la orientación de género, no puedo decirte que estoy mejor que antes y he perdido los prejuicios, pero ya no me siento tan a la deriva y entiendo que no es algo malo.
-Me alegra que encontraras alguien con quien hablar, no creo que este bien odiar sin tener conocimiento previo. - Alzas una ceja incrédula.
-¿No te molesta que sea homofóbico?- Él se alza de hombros frente a ti, toma su tenedor, y despreocupado inicia a pinchar su pastel.
-Si fueras una mala persona no estarías buscando información.
-¿Cómo puedes decir eso a la ligera? Hasta mis amigos se alejaron de mí, definitivamente soy una mala persona. – Era un pensamiento que últimamente estaba tomando forma en tu mente. ¿Por qué tus amigos no tuvieron la paciencia para habla contigo? ¿Por qué no fueron ellos con tolerancia a aclararte las cosas en vez de alejarse como si tuvieras la peste? ¿Qué veía Alfred (un desconocido) que ellos (tus amigos) no veían en ti? ¿Acaso su amistad estaba condicionada? Si opinas igual que yo, somos amigos, sino, vete a la verga. ¿Era eso?
¡Mierda!
Ya estaba iniciando a enfurecerse, a este paso no los buscaría ni para pedir un lápiz.
La voz de Alfred logra sacarte de tus pensamientos negativos.
-Es siempre, tú mismo lo dijiste, fuiste criado de esa forma, no puedes culparte por algo que no estaba en tus manos. Tendrías la culpa si en tu casa hubiera esa libertada de pensamiento, si te hubieran inculcado valores diferentes en los que la diversidad sexual no fuera un asunto del que escandalizarse, pero no lo hicieron. Solo seguiste lo que te enseñaron. Ha sido tan normal como atarte las agujetas y creo que en algún momento tú mismo te hubieras dado cuenta que estaba mal, Arthur, no creo que seas tonto. Únicamente necesitabas algo que te diera un empujo al buen camino de la tolerancia y respeto. Eso es todo. No eres una mala persona. Estas intentando resarcir el daño. - Tus ojos no abandonan los suyos ni cuando él se detiene para tomar un poco de café. – Si tus amigos se alejaron no fue porque te consideraran una mala persona, no los conozco con exactitud, pero yo creo que lo hicieron porque te tenían en la mejor estima. - Tus hombros se hunden, derrotado. – No voy a mentirte, los decepcionaste. - Sientes como agujas se clavan en ti, la culpa ha vuelto, ni Francis había sido tan franco contigo. – Pero no todo está perdido, tu estas poniendo de tu parte para entenderlos, y eso cuenta, dales tiempo, habla un poco con ellos, intenta acercarte en pequeños pasos, gánate su confianza de nuevo. Pienso que, si de verdad les importa tu amistad, ellos poco a poco te volverán a aceptar, y sino...
-¿Y sino?-
-Aléjate de ahí.
-¿Qué? ¿Por qué? –Preguntas confundido, ¿tanta palabrería para terminar en eso?
-Porque si después de que te has esforzando por entenderlos y no te dan otra oportunidad, entonces no eran realmente tus amigos, no todos pensamos igual, y puede que no sea lo mismo algo tan personal como la orientación como los géneros musicales, pero no puede pretender que una amistad con personas de origen y mentalidad diferente de frutos sin las personas involucras no ceden ni tienen tolerancia y paciencia las unas con las otras.
Sus palabras eran rudas, crudas, sin filtros y francas hasta el punto de ser hirientes, pero están cargadas de honestidad. Y ciertamente ya te hacía falta oír algo así.
Por más que Francis se armó de paciencia para explicarte sin enojarse y tú mismo tuviste que iniciar a cuestionarte ciertas cosas de tu crianza, necesitabas que alguien fuera completamente sincero contigo, que te expresara sin miedo (aunque pudiera doler) la realidad.
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La vida de adolescente de Arthur Kirkland. Hetalia
FanficEmociones que suben y bajan como en una montaña rusa, un joven en la flor de su juventud con la actitud de mierda típica de un adolescente. Ese era exactamente Arthur Kirkland. Un chico mas en la "bendita" etapa de la adolescencia.