Capítulo 17

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Pov Haris:

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Pov Haris:

Todo es un caos, hay muchas personas heridas y gracias a los dioses no he visto a nadie de los nuestros muerto. Hay cuerpos de monstruos tirados por todos lados, no me siento bien matando a otro ser pero si es lo que hay que hacer para proteger a mi gente lo haré sin dudarlo, como en este momento.

—Ahí te va— Zell le da una patada a una sirena hacia mi dirección.

Sin pensarlo dos veces hundo mi espada en su abdomen ella ahoga un grito mientras sangre oscura y espesa brota de su boca.

Por un segundo siento que todo está mal, ¿No se supone que este es uno de los lugares más seguro del mundo? ¿Cómo llegaron esas cosas aquí? ¿Por qué nos atacan? ¿Cuál es su propósito? Son muchas preguntas y muy poco tiempo para pensar en posibles respuestas.

Algo me golpea por la espalda lanzándome contra un árbol, eso fue doloroso, trato de ponerme de pie pero no tengo fuerzas para hacerlo. Levanto la vista para ver cómo un gran minotauro se dirige resoplando a mi, si no me pongo de pie rápido, moriré.

Trato nuevamente pero no me puedo parar, cuando la criatura está a metros de mi, unas raíces se enredan en sus pies haciéndolo tropezar. Su cabeza cae a centímetros de mi.

Nuevas raíces atrapan su cuello evitando que pueda respirar, mientras mas intenta liberarse estas se aprietan mucho más hasta dejar su cuerpo inmóvil.

—¿Estás bien?— una pelirroja con lindos rizos se acerca a mi revisando que no tenga heridas, solo tengo un golpe nada grave en mi frente.

—Estoy bien— susurro, ella con un movimiento en el aire hace retirar las raíces del cuerpo del minotauro—Bueno, bien gracias a ti.

Ella asiente sonriendo y me estira su mano—Soy Pia— su apretón es muy fuerte al igual que su sacudida.

—Haris— apenas logro gesticular cuando se levanta y sigue luchando—¡Un placer!— le grito y ella solo sonríe, mucha alegría en una sola persona, me agrada.

Pov Hemna:

No entiendo como pasó todo esto ni como entraron esas criaturas, solo sé que ahora me encuentro peleando junto a Amethyst con decenas de criaturas.

Estoy herida y con lo que supongo un brazo fracturado, pero el dolor no es nada comparado al deseo de proteger a los míos. Tomo mi látigo y lo enrollo en el cuello de una hidra, doy un giro saltando por el aire para caer en la espalda de la criatura, antes de tocar su superficie saco mi espada y la clavo contra su piel dividiéndola en dos partes.

Me dirijo a la diosa que acaba con la vida de un minotauro.

—Lo de hace un rato sobre el dios es cierto— ella limpia el icor que brota de su nariz—La única manera de pasar nuestro campo de fuerza es con el poder de un dios, pero acá no veo a ninguno que no sea yo.

Las Hijas De Los Tres Grandes (DDA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora