Oneshot

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Como todas las mañanas, subía al autobús que llegaba al instituto privado donde sus padres le habían inscripto con mucho esfuerzo. Pero no llegaban a imaginar lo que tenía que pasar día a día, más que una escuela, ese lugar le parecía un infierno. Vio aproximarse el bus, quien paró de inmediato y subió buscando asiento al fondo. Sus compañeros y otros de grado mayor le miraron con burla y le sacaban la lengua como ya era costumbre. Y uno de ellos, sin que él lo supiese, puso el pie a mitad de su camino y tropezó irremediablemente. Las risas estallaron y el conductor solo seguía manejando.

—Oye, cuatro ojos, ¿te dolió?-preguntó sonriendo.

—No-respondió con los ojos húmedos intentando contener el llanto. La humillación una vez más. Se puso de pie y se sentó rápidamente teniendo el privilegio de mirar hacia la ventana y perderse en sus pensamientos.

Permanecieron mirándole como si fuera un bicho raro y luego volvieron con sus conversaciones entre sí.

¿Cuatro ojos, eh...?

Una sonrisa amarga se posó en sus labios viendo los malditos frenos en su dentadura. Miró por el reflejo de la ventana su propio yo, y sí, era un cuatro ojos. Su nombre era Naruto Namikaze, un chico de quince años que soñaba con ser profesor de literatura. Amaba leer. Su apariencia era muy poco ¿cuidada? Tenía que usar lentes en todo momento, eso era desde que prácticamente nació con un problema en su visión. Lamentablemente a eso no podía llamársele un par de anteojos, más bien parecían las gafas negras que usaría un anciano de ochenta años. Sus padres no podían gastar más de lo debido. Tenía el cabello largo, rubio, hasta tapar el cuello y chato, sin ninguna forma en su cabeza, el flequillo tapaba casi sus ojos. Tenía que correrlos a un lado para poder ver el pizarrón. En lo único bien que podía tener, es que usaba el mismo uniforme que el resto, a pesar de tener un cuerpo delgado. Aunque sus prendas, eran muy anchas. No podía verse con claridad que figura poseía su cuerpo. También tenía unas curiosas líneas en cada lado de su mejilla.

Así que... era el típico chico feo al que molestaban siempre en la escuela. ¿Por qué lucia así? Ni él lo sabía. Tal vez, sí, había descuidado su apariencia, pero tan solo un poco. Recordó todos los exámenes que sufrió en el instituto anterior en el extranjero. De repente su padre dijo: "Nos vamos a Japón" y su vida cambió radicalmente con la esperanza de que en este nuevo trabajo su familia ganase más. No estaba yendo tan mal, pero las cosas sí que costaban y se abstenían de gastar demasiado.

Desde que entró a Konoha con ese aspecto, fue la burla de todo el mundo. Y admitía, admitía tener bajo autoestima y ser un tanto tímido. Solo conversaba con los profesores cuando había algo que no entendía, al salir del aula, los insultos no se hacían esperar. ¿Por qué soportaba tanta humillación? Según él, a su padre le costó mucho poder anotarlo en una de los principales colegios de Japón, quería que tuviera un perfecto estudio e iniciara una carrera. Bien, esta escuela lo tenía todo. La carrera que él tanto quería seguir estaba ahí, a solos unos pasos y dos años más de esfuerzo y voluntad.

Venía asistiendo a la escuela un año y medio. ¿Amigos? No en la escuela, si en el barrio. Tres amigos que lastimosamente no iban a un instituto prestigioso como él. Rogó a su padre para estar con ellos, pero fue en vano. ¿Enemigos? Todos, excepto los profesores y director. ¿Vida sentimental? Tristísimo solo eso. ¿Sexo? Si no hubo novia, ¿Cómo tenerlo?

—¡Llegamos!-anunció el conductor. Las puertas mecánicas se abrieron y comenzaron a bajar con prisa.

Largó un suspiro. Se levantó del asiento y comenzó a dirigirse a la salida. Otros chicos estaban detrás de él, sonrieron cómplices y le empujaron hacia adelante haciéndolo caer fuera del autobús y directo al duro suelo de cemento. Rieron y lo dejaron tirado, mientras el vehículo arrancaba y se iba de ahí. Se paró controlándose, tenía la boca y la frente raspada al dar de lleno con el asfalto junto con el peso de la mochila. Pasó su manga por todo el rostro y siguió su camino hasta dentro del establecimiento.

¿Feo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora