Capítulo 5: Thaena

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El sonido del acero contra el acero iba y venía. Una gota de sudor amenazaba con entrarle en el ojo izquierdo bajo el yelmo, producto del tiempo que llevaba danzando de lado a lado, lanzando y esquivando estocadas. Ambos se movían como sombras. El combate era parejo y comenzaba a notar pequeñas muestras de cansancio en su oponente. Ella también empezaba a sentirlo, pero si hay algo que a Thaena Ascarys le gustaba, eran los retos. Y parecía que cuanto más dificultad conllevaban, más atractivos se volvían. Sentía la adrenalina recorriéndole las venas, la piel, el cuerpo entero.Aprovechó la confusión que le generó a su contrincante al ser la primera de los dos en acertar el primer golpe en largo rato que no fuera a parar a la espada o al escudo, dándole en el hombro izquierdo, seguido de un toque en la cabeza que llegó al ver la guardia baja. Pero Maddox se repuso ágilmente y, lejos de quedarse en el molde, pareció arremeter con más fuerza todavía, esquivando el que podría haber sido un golpe definitivo de haberse acertado, y respondiendo con un fuerte golpe de escudo que fuera a darle a Thaena de lleno en el rostro si esta no hubiera hecho ademán de apartarse. El golpe lo recibió en la mandíbula, haciéndole probar el sabor de la sangre por primera vez en ese encuentro, pero pudo haber sido peor, ya que no llegó con toda la fuerza con la que había sido dirigido. Las estocadas se volvieron a reanudar, yendo y viniendo una y otra vez. Sabía que su hermano no era precisamente alguien que fuera a dejar una pelea sin terminar, por más entrenamiento que fuese, pero ella tampoco. La gente del castillo había comenzado a asomarse a presenciar aquel duelo, aunque ella no sabría decir desde cuándo, ni por cuánto tiempo. Estaba concentrada, tenía claro que al menor atisbo de distracción, su mellizo aprovecharía y se lo haría pagar. —Te he dado en la cara —Maddox hablaba con sobrada seguridad—. Seguramente estés sangrando, ha sido un golpe fuerte, lo siento. A veces no mido mi fuerza. Y... no quiero hacerte mucho daño —Rió mientras jugaba con su espada, moviéndola de un lado a otro.—Hablas demasiado —Repuso ella—. ¿A caso estás cansado y aprovechas tus palabras para tomar un poco de aire? Si quieres terminar la pelea me la tienes que arrebatar con la espada, ¿o no puedes? —Replicó Thaena en tono burlón.Pareció surtir efecto. Su hermano hizo ademán de arremeter nuevamente contra ella, quien hubiese hecho lo mismo, si no fuera porque ser Mondrack, intervino dando por finalizado el combate.—No puedo estar pendiente de que no se maten en cada entrenamiento que tengan —Dijo en tono amistoso pero estricto; con un tono más serio del que acostumbraba según le pareció percibir, mientras Maddox se quitaba el yelmo de mala gana. Ser Mondrack era el maestro de armas, los entrenaba desde que Thaena tenía memoria, y tanto a ella como a su hermano les había tomado un cariño especial con el correr de los años, y de las prácticas, con las que siempre compartieron sumo entusiasmo y disciplina, rasgo que él siempre había destacado en ellos—. Lo han hecho muy bien —Señaló—. Pero han estado entrenando todo el día, y ya va siendo hora de que vayan a ver a su madre. Los ha mandado a llamar. Su padre viene en camino y deben estar listos para cuando llegue.Su padre se encontraba de viaje, a palabras de su madre (las cuales siempre eran pocas) era todo lo que debían saber, ni más ni menos. Y así era, esa había sido toda la información con la que contaban.—¿Listos para qué? —Preguntó Maddox dejando escapar un pequeño bostezo al tiempo que jugaba con su espada, moviéndola de un lado a otro y sin sacarle los ojos de encima. Parecía que le había hablado a esta en lugar de Mondrack.—Lo sabrán cuando vayan a ver a tu madre.—¿Sabes si mis hermanas se encuentran con ella también? —Quiso saber Thaena, algo confundida, mientras se quitaba el yelmo de la cabeza y dejaba caer su largo cabello casi hasta la cintura. —No —Les informó Mondrack—. En éste momento solo ha pedido por ustedes dos.Los ojos color fuego de su hermano se cruzaron con los de ella. Eran brillantes, orgullosos, como si fueran llamas en pleno movimiento. Su ahora corta melena negra había quedado a merced del viento. Habían llevado el cabello siempre del mismo largo, hasta que decidió cortárselo, incomodado por el idéntico parecido a su hermana melliza. Aunque ni eso fue suficiente para apaciguar el notable parentesco. Siempre habían sido un calco del otro, a tal punto de generar confusiones entre sus conocidos, familiares, y hasta en su padre. En el castillo, cuando Maddox no se encontraba cerca, se bromeaba con que si les contaran las pecas, hasta tendrían la misma cantidad. Pero las similitudes no terminaban allí, ya que si había algo que los caracterizaba a ambos casi tanto como sus mismísimos rostros, eran las ansias de batalla y su habilidad como espadachines. A diferencia de sus hermanas mayores, Thaena siempre había preferido tener una espada en la mano a que cualquier juguete. Tal había sido el caso que su padre había decidido mandarla junto a su hermano como pupila de distintos señores gonnálicos; lo que era una costumbre habitual entre estas familias, para mantener a los niños y más jóvenes siempre involucrados en el arte de la guerra, celebrando justas y torneos.<<Ya van teniendo edad para salir del cascarón y ver más de la realidad. Se entrenarán con los hijos, sobrinos y primos de distintos señores y sus vasallos —Les había recordado Lord Megor Ascarys, hacía ya muchos años—. Aquí no dudo del trabajo de ser Mondrack, pero sí de la sangre guerrera de los jóvenes hijos de mis vasallos. Y como tampoco se puede decir que tus hermanas sepan qué hacer con una espada algún día, lo mejor será pasar tiempo cuanto antes con jóvenes que sí lo hagan. Vayan, y no me averguencen>>Y así fue. Aquellos años habían sido todo lo que Thaena habría esperado, no solamente llegando al final de una de las justas, y ganando uno de los torneos, sino también por haberse hecho nuevos amigos. Cosa que no podía decir de su hermano, aunque eso nunca había sido precisamente algo que a Maddox le fuese a quitar el sueño. Nunca había sido alguien que se caracterizase por tener muchos amigos, ni interesarse en hacerlos tampoco. Se sabía que había estado con mujeres, quienes siempre lo habían encontrado atractivo, y también podía encontrarlo riéndose y hablando de vez en cuando con otros caballeros o señores. Pero, a diferencia de lo que pudiesen llegar a pensar los demás, él nunca llegaba a considerar a nadie su amigo. Para Maddox todo parecía ser una distracción momentánea.Se encontraban ya ante la puerta de las habitaciones de su madre. La entrada era la más grande de todas las que había en el castillo; contaba con dos murallas de cada lado, las cuales siempre le habían llamado la atención por los extraños grabados que estas llevaban inscriptos; al igual que había en los pasillos de las criptas de Luna de Sangre, tenían los mismos colores que las murallas de las afueras de la fortaleza; distintos tonos anaranjados y rojizos, mezclado con siluetas negras y grises que les daban la impresión de ser las llamas del mismísimo fuego a punto de arrasarlo todo a su paso. Custodiando cada una de ellas, se encontraban dos guardias esculpidos en piedra, en claro signo de advertencia y en gesto de solemne lealtad; como si fueran capaces de hacer lo imposible para proteger a quienes yacían detrás de sus puertas, cobrando vida de ser necesario. Estos eran de un color gris ceniza, y si por su tamaño ya eran monstruosos, los que se encontraban fuera de las murallas del castillo de Luna de Sangre lo eran exponencialmente más aún.El pasillo en el que se encontraban era largo y tenía una doble entrada a cada lado, ambos con escaleras que los precedían. Recordó que le había parecido escuchar decir a alguien cierta vez que existían más pasillos y pasadizos para quien supiera buscarlos, pero no podía recordar de dónde ni de quién lo había escuchado. Lo cierto era que de niña no se lo había dicho a nadie y se había empecinado en buscarlos arduamente por su cuenta. Aunque, para su infortunio, no había registrado ni rastro de aquellos supuestos pasajes misteriosos.<<Algún día esa curiosidad te puede llegar a jugar una mala pasada —Le había dicho su padre cuando Thaena le contó acerca de su fallida búsqueda—. Es un arma de doble filo>>.Maddox llamó a la puerta y esperó a obtener respuesta del otro lado. Los golpes en esta resonaron por ambos pasillos, dejándole la sensación de que se habían topado con un pesado y macizo árbol de índoles inmensas frente a ellos. Su madre salió al instante a recibirlos; sus ojos eran de un tono más oscuro que el de ella y su hermano, su cabello largo y fino, de un rojo denso con tintes bordó. Llevaba su característico collar negro con grietas doradas, el cual parecía tener una especia de luz propia, amarilla, contenida dentro, brillante y radiante, que le daban el aspecto de llevar consigo calor a donde fuera que vaya. Lucía un jubón negro como la noche bajo las pieles grises que la abrigaban, que le resaltaban todavía más su palidez, adornado con incrustaciones y joyas doradas que hacían juego con éste.Le notó la seriedad en su rostro, la cual los iba poniendo a tono con la conversación que estarían por tener.—Hemos estado preparándonos para éste momento —Les dijo su madre tras cerrar la puerta de su habitación, aunque todavía con la mirada recta frente a esta, como si estuviera proyectando todo lo que vendría en tan solo cuestión de segundos—. Sabíamos que era cuestión de tiempo, y a pesar de haber quedado reducidos en fuerzas y en hombres tras las últimas guerras, no nos quedará más remedio que seguir luchando. Ha llegado un búho de Dominio Dorado, Merehgor Mankester ha sido desafiado por otros pretendientes que se han aliado... y nos ha llamado para acudir junto a su ejército.Thaena se vio sorprendida con la noticia. Un millón de recuerdos y pensamientos se le cruzaron por la cabeza al tiempo que Maddox respondía algo que no llegó a escuchar.No pensaba tener que ir a la guerra por primera vez hasta dentro de años. Y pelear por el asesino de su sangre y el que sometió tanto a su familia como a tantas otras durante su rebelión, no era precisamente un escenario motivador.—Nuestro ejército está más que debilitado, y eso ha sido obra de él. Una derrota podría dejarnos completamente destruidos —Sentía una extraña sensación pasando fugazmente a través de ella.—Lo sé muy bien, todos lo hacemos —Su madre le dió suavemente la espalda a la puerta y le dirigió la mirada—. A nadie le hace la menor gracia pelear esta guerra, su guerra. Pero fueron las condiciones que aceptamos cuando perdimos la nuestra. Fueron las condiciones que tuvimos que aceptar para conservar lo que nos quedaba, de eso se trata esto, de sobrevivir.—Siempre pelearé por mi familia, madre, y si crees que tenemos que hacerlo ahora, no diré más palabra, pero, dime, ¿quiénes estarán dispuestos a dar su vida por quien provocó la ruina de tantos?—Ellos cuentan con una ventaja enorme sobre nosotros, negarles ayuda solo nos llevaría a un final seguro. Peleando tenemos oportunidad, y eso es lo tienen que entender todos —Los ojos de su madre parecían tener pensamientos propios, siempre con un aura de misterio. —¿Cuántos hombres podemos aportar? —Preguntó ella— Es que no nos ha quedado nada, ¿qué es lo que vamos a hacer cuando nos presentemos en estas condiciones frente al ejército de Dominio Dorado?Maddox se giró lentamente y le dedicó una sonrisa, al tiempo que se levantaba y se posaba frente a la ventana.—¿Qué es lo que te causa tanta gracia? ¿No te das cuenta de lo que está pasando? —Thaena sentía que le hervía la sangre.—Creo que la que no entiende lo que está pasando eres tú, hermanita —Dijo su mellizo, mientras miraba los alrededores del valle de Luna de Sangre. Los rayos del sol le daban de lleno en su armadura negra con incrustaciones rojas, haciéndola brillar, casi tanto como a sus ojos—. Nuestro querido padre no vendrá solo. Entonces ella comprendió.

Lágrimas De SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora