Xiao Zhan apago el televisor, eran cerca de las once de la noche y mañana debía ir temprano a la cafería o Liu lo regañaría de nuevo humillándolo frente a los otros empleados y clientes, era un maldito idiota, pero un maldito idiota que firmaba su salario.
Camino a la cocina, para dejar el vaso de leche vacío y el plato de galletas, vaya cena. Paso a un lado del refrigerador, cosa que no había hecho cuando llego, lo que impidió que viera la nota que estaba pegada en la puerta.
"Hijo, te hicimos una visita en la tarde, por favor ya deja ese lugar, te extrañamos." - Mamá.
El chico suspiro cansado antes de despegar el papelito y tirarlo a la basura. Todos los fines de mes era la misma historia. Al chico no le interesaba volver a rodearse de tantos adultos que le dijeran que hacer y cómo hacer las cosas, juzgándolo como un loco. Xiao Zhan no quería eso. No otra vez, ya a sus diez y ocho años estaba lo suficientemente maduro quería eso. No otra vez, ya a sus diez y ocho años estaba lo suficientemente maduro como para no saber qué hizo o como vivía.
Lo que parecía y si estaba en sus cinco sentidos.
Sus padres, junto con los policías y todos lo que tenían tachado como un chico raro y enfermo, él estaba seguro de lo que paso aquella noche, que él no era el loco sino el maldito pueblo que le tenía miedo a la verdad, a lo sobrenatural y el mundo exterior superior al nuestro.
Xiao Zhan subió a su recamara, cubierta por penumbras, en la oscuridad nivelada iluminada por la luna y siendo los árboles sus acompañantes fuera de la ventana. Se recostó.
Volvió a tener ese sueño o recuerdo más bien.
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─Ve por ella Xiao Zhan ─Decían todos sus compañeros al unísono.
─¿Por qué debo ir yo? ─Se quejó el niño de ocho años.
La pelota había sido pateada por el más pequeño de los chicos, Xiao Zhan, todos sus amigos le decían que tenían que ir porque el había sido culpable, pero la verdad es que todos tenían miedo. ¿Por qué? Fácil Se consideró del bosque a las orillas del pueblo. Los niños ni siquiera debían estar jugando en esa parte del pueblo, pero todos eran bastante desobedientes, bueno, no tanto para cruzar esa gruesa maleza y caminar entre los pinos que se alzaban en el profundo territorio posiblemente lleno de monstruos y criaturas extrañas que comían niños. O eso les decían sus padres.
Cosa por lo que todos los pequeños se encontraban empujando a Xiao Zhan , dejándole la responsabilidad de entrar y recuperar la pelota.
A cortos pasos el infante camino por la línea divisora, era hasta cierto punto muy raro, como a pesar de las mil y una advertencias de los padres de Xiao Zhan y sus maestros de nunca bajo ninguna circunstancia acercarse al bosque, tenía este ni siquiera una cerca o rejas, o algo. No, nada de eso.
