Con la espalda apoyada en la cabecera de la cama, esa cama gigante y sus piernas abiertas. Le mira arremangar su camisa blanca y siente un poco de pena ante las arrugas que se formaran allí. Pero no dice nada, porque el antebrazo venoso que ve le deja sin aliento.
Su estómago se revuelve; puede notar el brillo arremolinado de pura lujuria en sus ojos negros y jadea porque sabe que Jungkook tiene otros planes para hoy. Incluso aunque esté acostumbrado a tan tosco trato, con él jamás había sido así, y es que su cliente preferido siempre había llegado aquí para hacer el amor.
Aunque no hoy.
Ni siquiera era sábado (el día en que generalmente le visitaba), y tampoco estaba la sonrisa que muy genuinamente le regalaba. Jeon mantenía su ceño fruncido luego de haberle ordenado que se desvistiera y se subiera a la cama; Taehyung no se había molestado en resistirse.
Ahora le observaba terminar con su trabajo, sin perder ni el más mínimo gesto que Jeon pudiera llevar a cabo. Él estaba admirando: la perfección en persona que comenzaba abrumarlo, porque sabía que iba en un sentido más allá de lo profesional.
Jungkook era tan sólo un cliente y Taehyung, aquél que había sido él afortunado de brindarle sus servicios en la cama.
-Date la vuelta.
Hace caso, por supuesto, porque no cree encontrar algo más satisfactorio que cumplir con lo que él desea. Saluda a la madera clara de la cama y su cuerpo tiembla cuando siente el colchón hundirse a sus pies; Jungkook está subiendo y lo confirma cuando una de sus manos acaricia el largo de su espalda hasta llegar a su nuca, aunque no sin antes pasearse por la curva de su trasero dorado, decorado con aquel delicioso aceite con olor a almendras.
La piel de Taehyung resplandece en la habitación, cautiva, y su delicado cuerpo siente el peso ajeno caer sobre sí. El aliento cálido en su oreja le obliga a cerrar los ojos, y las sabanas debajo crean una fricción que lo hacen gemir desvergonzadamente. Sus mejillas se colorean.
-Taehyung... quiero follarte tan fuerte.
Relame sus labios y se traga la idea de confesarle que siempre ha querido que lo haga. Que siempre ha pensado que hacer el amor no se trata de hacerlo despacio y con un beso sin lengua de por medio; quiere decirle que todo eso es basura, pero calla.
Gira su cabeza apenas unos centímetros y lo besa, tan fuerte que no queda espacio que los separe. Y por fin lo siente: su interior llenarse tan cálida y ferozmente, como le gusta.
Sólo que preferiría no verlo tan estresado.
Tan frustrado.
Regocijarse ante el efecto que ha tenido en Jungkook le hace sentir culpa pero, nuevamente, no dice nada. El cuerpo de Jungkook a comenzado a moverse y puede sentir la tela de su camisa bailar sobre su espalda desnuda.
Su frente, bañada en un bonito rocío que se mezcla con el brillo del aceite, cae sobre la cama. Sus labios se aprietan hasta volverse tan sólo una fina línea color canela y sus manos empuñan, con una fuerza que le blanquea los nudillos, las sabanas.
Una, dos y hasta tres veces, Jungkook se hunde en él. Con profundidad. Y Taehyung aprieta sus muslos para controlar el orgasmo, porque terminar con esto es lo último que querría ahora; no obstante, oír al pelinegro gemir no le ayuda. Lo hace en su oído, de una manera melodiosa, tan encantadora que le hace perder la noción y finalmente gritar su nombre.
Le siente separarse y por un segundo, cree que le han arrebatado algo. Se siente solo, totalmente vacío y despreciable; despreciable porque ha pasado uno de los mejores momentos a costa del mal momento que el menor está pasando.
-Gracias, Taehyung.
-Gracias a ti, Jungkook.