Frente al agujero

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Al día siguiente, el desayuno fue copioso. La azor había salido antes a investigar, descubriendo a varios elfos alrededor de lo que había sido el túnel, al parecer inspeccionándolo. Pero no parecía haber nadie buscándola, así que se permitieron una breve celebración.

Un delicioso pastel esponjoso y cubierto de chocolate fue la estrella de aquel desayuno. El único problema fue que la azor dejó de ser albina por un rato, manchada de dicho chocolate. Ver a sus dos glotonas hermanas embadurnadas, fue duro para la elfa. Cuando salieron, aún le dolía el estómago. No es bueno reír tanto.

Goldmi estaba usando otro disfraz, que sólo le cambiaba ligeramente la nariz y los ojos, además de su pelo, ahora de un color verde suave, similar a los elfos que había visto su hermana alada. Quería conocer la situación, obtener cuanta información pudiera, así que pretendía acercarse a ellos.

Sin embargo, sintió algo extraño en su hermana de cuatro patas. Dada la situación, ésta no había tenido tiempo de contemplar el bosque en el que estaba, de dejar que sus aromas fueran descubiertos por su olfato. Pero ahora lo había hecho, y su mente se había llenado de memorias. Algunas agradables. Otras no tanto.

–Hermanas, seguid vosotras. Yo tengo algo que hacer. Volveré pronto.

Azor y elfa vieron marchar a la lince con preocupación. Sin embargo, no intentaron disuadirla. Fuera lo que fuese que tenía en mente, estaba completamente decidida.

–Llámanos si nos necesitas– ofreció la elfa, inquieta.

–No hagas más tonterías de la normal– se despidió la azor.

La lince asintió y se perdió entre la vegetación. Su nivel era ahora más alto que la zona en la que se encontraban, así que no debería tener nada que temer. Pero sus hermanas no podían estar tranquilas al ver perderse su figura, al sentir lo que su hermana sentía.

Sin embargo, lo único que podían hacer era confiar en ella. Así que, disfrazada, Goldmi se dirigió hacia donde estaban los elfos, hacia el agujero del que había salido. Por desgracia, la armadura nivel 65 estaba en muy mal estado. Además, Disimulaba su nivel, así que usó la de nivel 55.

La azor sobrevolaba el terreno, atenta a cualquier peligro, mientras que la elfa se aproximaba a ellos. Llevaba dos espadas en el cinto, aunque sólo utilizara una de ellas, siendo ambas de nivel 55. De hecho, había usado Disimular para que pareciera que ese era su nivel.

Había más de veinte personas allí. Y mientras algunos parecían estar inspeccionando el terreno, otros simplemente estaba mirando y hablando entre ellos. Así que se aproximó a una semielfa con un pelo verde ligeramente más oscuro que el suyo, siendo también verdes sus ojos. Llevaba una lanza a su espalda, y una espada en su cinto.

–Hola. Soy Arwen. ¿Sabes que ha pasado aquí?– se presentó Goldmi, acercándose a ella.

–Eh... Ah... Hola, yo soy Quilxia. Tienes un nombre curioso, nunca lo había oído antes. Pues ya ves, ha aparecido este agujero. No sabemos muy bien cómo ha pasado, parece que se ha hundido la tierra sin más. Yo he llegado no hace mucho. Supongo que están mirando si el resto es seguro, si algo más se desplomará. ¿Eres de por aquí? No te había visto antes– respondió ésta con cordialidad.

Goldmi maldijo para sí a sus antiguos compañeros. Ellos le habían dicho que Golden Moon no era un nombre élfico, y que algo como Arwen serían mucho más natural. Claro que, si estuvieran allí y se quejara de ello, estaba segura de que sólo conseguiría que se rieran. Aunque pagaría por escuchar de nuevos aquellas risas. No obstante, ahora no era el momento de pensar en ello.

–No, estoy de paso. Pronto volveré a casa, a Narzerlak. ¿Y tú? ¿Eres de por aquí?– respondió ella.

–Ja, ja. Por eso no te había visto. Sí, soy de una aldea cercana. Eres bienvenida si no tienes prisa y quieres quedarte unos días. La posada está limpia y la comida es buena. Aunque está mal que yo lo diga, la lleva mi madre, ja, ja. Si intentas cruzar estos días la frontera, tendrás que armarte de paciencia– añadió Quilxia.

–¿Por qué? ¿Ha pasado algo?– se interesó Goldmi.

–Parece que han puesto un alto precio por la cabeza de alguien. Y hay muchos cazarrecompensas intentando encontrarla. Así que inspeccionan a cualquiera que pase. Si quieres que te diga la verdad, espero que no la encuentren. Es una elfa, una de los nuestros. Dicen que mató a un príncipe, pero no me creo que una elfa lo hiciera sin una buena razón. Seguro que ese bastardo hizo o quiso hacerle algo– despotricó la semielfa, a quien no le gustaban mucho los nobles, sentimiento compartidos por muchos en aquella zona.

No pudo evitar sonreír y que le cayera bien. Al fin y al cabo, la estaba defendiendo, sin saber siquiera que era ella. Estuvieron hablando un rato, descubriendo que aquella semielfa era una cazadora, y la mayor de tres hermanos, todos ellos muy jóvenes. De hecho, ella apenas tenía sesenta años.

Fue entonces cuando un elfo las interrumpió. También tenía aspecto de cazador, de nivel 56, uno por debajo de la semielfa. Llevaba un arco y un hacha.

–¡Hola Quilxia! Ah, no está sola, ¿Quién es tu amiga? Yo soy Melgdor, el mejor cazador de la zona. ¿Eres nueva aquí? Te puedo enseñar los alrededores. Conozco algunos rincones preciosos y tranquilos– interrumpió.

–Hola Melgdor. Está de paso. Se irá pronto. Ya puedes irte– respondió Quilxia con sequedad, claramente irritada.

–Oh, vamos, Quilx, no seas así. Sólo estoy saludando a dos preciosidades. ¿Cuál es tu nombre? ¿Por qué no te quedas unos días?– le preguntó a Goldmi.

–Esto... No puedo retrasarme mucho... Mi prometido me está esperando...– mintió.

–Ah... Claro... Tu prometido... Bueno, encantado de conocerte. Nos vemos luego– se despidió el elfo.

Goldmi miró al elfo marcharse, un tanto incrédula, y luego, algo desconcertada a Quilxia. Ésta se había tapado la boca y doblado ligeramente hacia delante. Finalmente no pudo resistirlo más.

–¡¡Ja, ja, ja, ja, ja!! ¿Le has visto la cara? ¡Ja, ja, ja! ¡Prometido! ¡Ha sido muy buena! ¡Ja, ja, ja! Ni siquiera se ha dado cuenta de lo mal que mientes. ¡Ja, ja, ja!

Goldmi la miró algo avergonzada. Aunque empezaba a contagiarle la risa.

–Oh vamos para. Me vas a hacer reír. Pfff. Tampoco era del todo mentira– confesó sin darse cuenta.

–¿No del todo mentira? ¿Así que hay alguien?.

–¡No...! ¡No he dicho eso!– intento negar.

–¡Ja, ja, ja! Te has puesto roja ¡Ja, ja! Dime, ¿quién es él?– inquirió Quilxia, mientras Goldmi desviaba la mirada.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora