En las garras del mal

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   Mailette me sonreía desde el cristal de la cafetería, su humor siempre parecía ser el mismo; radiante y feliz

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   Mailette me sonreía desde el cristal de la cafetería, su humor siempre parecía ser el mismo; radiante y feliz. Su pequeña bolsa rosa estaba sobre la mesa, y usaba unas gafas de sol sobre su cabeza, las cuales resaltaban entre su cabello castaño claro.

   Era casi como si no tuviese otro labial, siempre usaba el mismo rojo intenso, pero hoy hacía juego con su blusa. Éramos amigas desde que tenía memoria, de niñas solíamos jugar a ser madres de nuestras muñecas y corríamos por los bosques de almendros en la propiedad de su familia.

   Hemos venido a desayunar cada domingo en el Café de la Calle 18 desde hace muchos años, es como nuestra mayor tradición de mejores amigas. El olor a donas y chocolate me hacía sentir calmada, y mirar las sillas pintadas de colores extravagantes me despertaba una familiaridad interesante.

   Entré en el café escuchando el ruido exasperante de la campanilla que indicaba la entrada de un nuevo cliente. El señor Charles me saludó con su mano desde el mostrador mostrándome una sonrisa, reconociendo mi visita usual al desayuno del domingo.

—¡Al! —Mailette se levantó de su asiento para saludarme con un beso en la mejilla y un abrazo con mucha alegría.

—¡Hola! —le dije devolviéndole el abrazo con suavidad y luego separándonos para tomar asiento.

—¡Tienes que contármelo todo! —Era como si quisiese obligarme a decirle en absoluto lo que pasaba en mi cabeza en ese momento.

—¡No tengo idea de lo que estás hablando! —Reí un poco más animada por el contagio de felicidad en el ambiente que Mailette derrochaba.

—¡No te lo creo ni por un segundo! —me dijo riendo sarcásticamente—. ¡No puedes mentirme! —Cambió su tono usual por uno más serio—. ¡Ya lo sé todo!

—¿Todo? —Le pregunté un poco atemorizada de que pudiese haberse enterado de algo.

—¡Sobre Ashton! —Prosiguió mientras mi estómago me daba un tirón—. ¡Sé que fuiste a su casa! ¡Dime que aún eres virgen! —Explotó en carcajadas mientras yo trababa de que hiciera silencio para que los demás no se enteraran de mi vida privada.

—¡Shhh, cállate! —Me coloqué la mano sobre la frente como si fuese una visera y me hice literalmente un puño en mi asiento—. ¡Todos se van a enterar!

—¿Quieres decir que si pasó algo? —Me indagó levantando una ceja.

—¡No, claro que no! —le dije casi susurrando—. Fui a una cena con sus padres que en realidad no terminó muy bien.

—¡Oh, oh! —Exclamó concentrándose en la conversación—. ¿Qué pasó?

—Su hermana Dynia, ella cree que me quiero casar con Ashton para que mis hijos hereden la fortuna familiar.

—¡Odio a esa perra! —reprochó —¡Es una creída del demonio!

—¡Mailette! —Realmente me hizo reír un poco.

La Biblia De Una Dominatrix © [ EN FÍSICO ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora