Capítulo 8

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He estado tan centrada los últimos cuatro minutos en acariciar la mejilla de Nick, que no me he fijado tanto en el hermoso lago que nos susurra en tan fría y silenciosa noche.

El agua se ondea de forma tan especial y misteriosa, casi como el cabello de mi caballero de fornida armadura. Le he dicho que me gusta y no logro creérmelo.

¿¡Se lo he dicho realmente!? Me pregunto en mi mente efervescente, llena de bebida y amor en partes iguales.

-¿No me estarás tomando el pelo? -Me pregunta Nick con incredulidad.

Pongo los ojos en blanco y hago el amago de aclararme la mente pasando una de mis manos por mi rostro confundido, pero Nick detiene esta acción y me besa en el dorso con delicadeza.

-Respóndame, señorita Bennet -dice con sutileza.

-Te aseguro que no jugaría con algo tan serio -Me entra hipo y el pecho me salta, genial-. No me ando con juegos de críos, me gustas y no puedo retirar lo que he dicho.

Sonríe, satisfecho ante mi respuesta.

-Yo al igual desde que te vi con aquella sudadera y vaqueros horribles, me sentí atraído hacia ti, Anna -admite mi príncipe purpura.

Vale. La parte en que ha ofendido mi ropa no me ha gustado ni un poco, pero que me haya dicho que le gusto de igual manera, eso sí me derrite por completa.

-¿Por qué no te creo? -Le pregunto en broma.

-No sé ¿Quieres que lo averigüemos juntos? -Pega su frente contra la mía y su cabello sedoso me acaricia la piel.

¿Qué es esto Nicholas? ¿Una clase de reto o algo así?

-Por qué mejor no nos sentamos en aquella banca que hay frente al lago -Le propongo, esquivando su oferta tentadora y tan picante que quema.

-Vale princesa, estoy a tus órdenes. Como si quieres que te muerda aquí en este lugarcito -dice el muy provocativo, pasando dos de sus callosos y largos dedos por mi clavícula.

Lo detengo en el acto, justo en la primera fase. En la cual una se siente acalorada y dudosa de si seguir o detener lo que sea que esté pasando.

-No se pase de seductor, Sr. Jefferson -Lo regaño con galantería.

Él sonríe y con coquetería me guiña un ojo.

La fuerza con que me sostiene se triplica y mi rostro queda acurrucado en su pecho de piedra, mientras una de sus manos acaricia con suavidad la parte baja de mi espalda. Su aroma es muy dulce y sutil. Tiene un poco de chocolate o algo parecido, y también vainilla. Me he puesto a pensar que es alguna de esas fragancias de Victoriaʼs Secret.

Las ondas de luz que se reflectan desde el agua del lago nos acarician y la humedad se incrementa. La madera de caoba está fría, pero los brazos calientes que me cubren censuran todo tipo de cosa que no sea calidez y bienestar.

-Es un sitio muy lindo -admito mientras veo los pinos a la distancia, que deben ser el comienzo de un pequeño bosque.

-El agua del lago promete mucho -Me susurra-. ¿Por qué no nadamos un rato?

Lo miro un poco sorprendida, y caigo en lo hermoso que contrastan sus iris verdes con la tenue luz que emana del lago.

-No me traigo bañador -replico enarcando una ceja, mientras él frunce el labio en una fina y perfecta línea.

-No importa, te bañas en vestido -dice él con persistencia, después de unos segundos de mirarme como a un experimento. Solo sabe Dios qué ha pasado por esa cabecita.

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