Las tres amigas estaban agotadas, el recorrido del Castillo de Chapultepec y después la caminata hacia el Museo de Antropología, las habían cansado más de lo que pensaban.
- ¡Ica! -exclamó Nancy cuando se desparramó en la silla de la fuente de sodas del museo-, ¿Cómo es que te ves tan entera después de estar caminando durante cuatro horas?
- Práctica, querida amiga, práctica y herencia, corriendo no aguanto mucho, ya Anna lo constató el año pasado, pero caminando soy incansable, así he sido desde niña, no en balde soy de pura raza indígena.
Nancy sonrió, y como no sabía de la peligrosa aventura que habían vivido Ica y Anna cuando habían estado secuestradas juntas, no dio mayor importancia al comentario.
Anna también estaba agotada a pesar de su buena condición física, aunque el haber nacido y vivido por años a más de mil metros sobre el nivel del mar, le permitió resistir mejor que la también atlética rubita, quien tenía en su contra el estar por primera vez realizando un esfuerzo físico de tal magnitud en la altura de la Ciudad de México.
- Les voy a pedir que me esperen por un momento –dijo Anna-, voy a saludar a un amigo que trabaja aquí, y si no está muy ocupado lo traeré para que lo conozcan.
Sin más se levantó y se dirigió a las oficinas administrativas del museo, Ica y Nancy agradecieron en silencio el tener la oportunidad de descansar un poco más.
Anna uso su teléfono móvil para avisar de su arribo y él de inmediato fue al área de recepción para escoltarla hasta su cubículo.
- ¡Vaya sorpresa chaparrita!, ¿Qué mosca te picó? ¿O traes algún encargo del patrón? –Guillermo se refería al papá de Anna-
- No memo, me temo que es algo bastante más complicado.
- Entonces ya me estoy preocupando, porque los encargos de tu padre suelen ser complicados.
- ¿Tienes tiempo? Porque vine con unas amigas que te quiero presentar, y lo que debo comentarte antes de ir con ellas me puede tomar unos quince minutos.
- Tengo una hora libre antes de dar una plática de actualización a unos guías. ¿Es suficiente?
- Más que suficiente, gracias; pues mira, para empezar es un asunto en el que no quiero involucrar a mi papá porque él está tan a la vista, que nada de lo que hace se puede mantener en secreto. Se trata de encontrar un tesoro que reunió la esposa de Cuauhtémoc después de que Cortés la hizo viuda, se supone tan inmenso, que encontrarlo puede convertirse en una maldición por la codicia que despertará en todos los que se enteren, por eso no quiero involucrar a mi papá –Ya en este punto Guillermo estaba totalmente volcado sobre el relato de Anna-, y si se entera que yo estoy metida en esto, con seguridad me va a prohibir que siga, pero además, como en el último libro de mi papá se menciona el tesoro, es posible que gentes interesadas en descubrirlo no solo lo vigilen a él, sino también a mí, y sería grave no tomar en cuenta esa posibilidad porque podría ser mi sentencia de muerte.
La única solución posible es que el proyecto avance sin que mi papá o yo nos involucremos, la otra opción es dejar todo en paz, pero entonces el tesoro seguirá escondido y toda su riqueza cultural y material tal vez nunca llegue a ver la luz.
Anna hizo una pausa que Guillermo aprovechó para preguntar lo primero que sus reprimidas emociones le permitieron.
- Dime chaparrita, ¿Se trata del tesoro con códices de todas las bibliotecas del Cem-Anáhuac que menciona tu papá en su libro?
Guillermo abrió plenos sus ya de por sí grandes ojos.
- Y además todo el oro que pudo reunirse –Remató Anna-
ESTÁS LEYENDO
EN EL CERRO DE CUATRO CARAS
Ficción históricaEn el siglo XVI, cuando los europeos invadieron la América Continental, encontraron sociedades perfectamente organizadas. En apariencia todos los vestigios de esas civilizaciones se esfumaron en cuanto fue conquistada la capital imperial México-T...