CAPÍTULO VI. Río arriba

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   Durmieron en el auto enfundados en sus bolsas de dormir, Guillermo en el asiento de adelante y Nancy en el trasero. El amanecer de ese miércoles fue extremadamente frío, pero ellos no lo sufrieron.

- Buenos días güerita –Saludó Guillermo cuando escuchó abrir la cremallera del sleeping bag-

Nancy, quién aún no tenía control de sus sensaciones, se limitó a responder con un soñoliento gemido, suspiró, se sentó, reconoció el interior del auto, miró por la ventana hacia la iglesia junto a la que se habían estacionado para dormir, y finalmente balbuceo.

- Buenos días, ¿hace mucho que despertaste?

- No mucho, unos diez o quince minutos.

- ¿Me oíste roncar? – Preguntó Nancy un tanto cohibida-

- No, el constante ruido de la cascada no dejaba oír nada.

- Aquí no se escucha la cascada –Dijo Nancy medio dormida aún-

- Entonces a lo mejor si te oí roncar –Comentó Guillermo conteniendo la risa-

Nancy entrecerró los ojos para mirar a Guillermo con gesto de furia. Guillermo se remetió en su bolsa de dormir y la cerró por completo. Nancy de inmediato dejó surgir la sonrisa que había reprimido para fingirse enojada y palmeando en la cubierta cabeza de Guillermo le pidió ayuda para un delicado asunto.

- Necesito ir al baño, así que sal de ahí y ayúdame a resolver el problema.

- Por eso me estacioné frente a la Iglesia, abren temprano, tienen baño, y se lo prestan hasta a los que no son clientes.

Nancy no necesitó escuchar más, y comenzó a calzarse las botas para salir decidida con rumbo al templo.

Media hora después nuestros amigos caminaban calmadamente por el parque de Naolinco con la paz de quien ha aliviado vejiga e intestino con eficiencia.

- ¿Crees que encontraremos algún lugar para desayunar? – Preguntó Nancy-

- Un restaurante no, pero podemos compra cereal y leche en una miscelánea. ¿Qué te parece?

- ¡Brillante! –Respondió Nancy -

Salieron de Naolinco a las ocho de la mañana, pero como al intentar llegar al río lo primero que encontraron fueron cercas de púas y albarradas que sugerían que los terrenos a cruzar eran propiedad privada, estuvieron dando rodeos por media hora hasta que encontraron a alguien que les autorizó el paso.

Ya en el río no pudieron caminar a su vera, sino alejados entre cinco y cincuenta metros, dado lo agreste del terreno.

Tras sostener el ritmo durante una hora y media, convinieron en detenerse para recuperar el aliento.

- Oye güerita, estás bien dada, aguantas más de lo que pensaba. –Dijo Guillermo con voz entrecortada por la falta de aliento-

Nancy giró la cabeza sin separarla del tronco del árbol en que se recargaba mientras permanecía sentada en una piedra.

- Eso me lo tienes que traducir a un español que yo entienda y decirme si es bueno o malo.

- Claro que es bueno güerita, te dije que estás fuerte, que tienes buena condición física, pues.

- Ah, entonces es eso... ¿Qué me dijiste? ¿Qué estoy bien qué?

- Dije que estás bien dada, que tienes mucha fuerza, ¿ahora sí?

- Sí, ahora sí, ya entendí, y sí, sí estoy bien dada –Dijo Nancy hinchando el pecho, poniendo su mano derecha sobre su bíceps izquierdo, y apretando los labios para enfatizar su orgullo por gozar de una excelente condición física-

EN EL CERRO DE CUATRO CARASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora