CAPÍTULO XIII . Todo mundo busca a Anna

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   Guillermo entendía que estaba bajo la protección del profesor García, pero le inquietaba no saber nada sobre él ni sobre las actividades de su organización.

No obstante prefería estar en sus manos que en las de la CIA, y con esa certidumbre aceptó sin protesta su confinamiento y la constante vigilancia a la que quedaron sujetas su mamá y sus hermanas.

Alberto inició entonces las actividades tendientes a determinar el tamaño del riesgo de que el tesoro que protegía la Sociedad Secreta de Cuauhtémoc fuese encontrado con antelación al designio del último emperador azteca.

Anna era el personaje clave de la trama.

- Debes mantener presente que no hay pruebas de que Anna sea la promotora –Le instruyó el profesor García con rigidez- no debes confrontarla en presencia de sus padres, porque al no haber pruebas, ellos la apoyarán y nos calificarán de paranoicos, lo menos deseable es propiciar un rompimiento con la familia Aldama, no debes permitir que Anna te haga perder la compostura, eso le daría el control del encuentro.

Aterrizó en Los Ángeles a eso del mediodía, telefoneó a Anna desde el aeropuerto, y tras recibir una efusiva bienvenida, fue invitado a la casa, en donde –según explicó Anna- , tendría la oportunidad de saludar a toda la familia, una hora después llegó donde los Aldama manejando un auto compacto rentado.

- ¡Alberto! ¡Qué gusto de verlo por acá! –La mamá de Anna salió a recibirlo cuando cruzaba el jardín frontal-, Anna nos avisó que estaba por llegar, pase, pase usted.

Para entonces, el padre de Anna ya estaba detrás de Dulce María sumándose a la bienvenida; Alberto fe conducido a la sala, y al llegar reparó en que Anna no estaba, y le encontró sentido al comentario de que "Anna nos avisó que estaba por llegar..."

- Anna no tarda en llegar, está en el centro –dijo Dulce María al notar el desconcierto de Alberto-

- Está con una amiga que llegó sorpresivamente hoy –agregó Aldama-

- ¿Una amiga? de México supongo –comentó Alberto-

- No, de Washington, -respondió Aldama- es Nancy Ellis, la periodista de la que usted ya tiene noticia por su participación en el cierre de las oficinas del obispo Calderón.

- Pues vaya coincidencia –Alberto sintió el impacto de la noticia, pero no lo dio a notar-. Sí, claro que sé quién es, pero no he tenido el gusto de conocerla, y la verdad me gustaría, ¿en qué hotel está?

- En el Ramada del centro, y ahí es a donde la fue a encontrar Anna.

- Entonces si me disculpan iré a buscarlas, lamentaría mucho perderme la oportunidad de conocer a la señorita Ellis –dijo Alberto despidiéndose presuroso y dejando a los padres de Anna aun de pie en la sala de su casa-

Ya en su auto tomó su móvil para comunicarse con Anna.

- Hola chica, ya estuve en tu casa, y te llamo para avisarte que voy para allá, me interesa mucho conocer a Nancy, me declaro su admirador por los reportajes que ha hecho en México.

Alberto de inmediato cortó la comunicación para no dar a Anna la oportunidad de replicar.

Anna, quien estaba en la mitad de un acucioso interrogatorio por parte de Nancy, decidió usar la presencia de Alberto para cancelar el vicioso círculo en el que ella insistía en presentar a García como papá de una amiga de la infancia, y Nancy daba vueltas y vueltas para descubrir si Anna o García estaban involucrados en la operación Aztec Gold de la CIA.

- Nancy –dijo haciendo con las manos la señal de solicitud de tiempo fuera empleada en los deportes-, permíteme hacer un break para comentarte que el amigo que me acaba de hablar viene para acá porque quiere conocerte, esto es imprevisto, yo lo cité en mi casa para verlo más tarde, pero parece ser que en cuanto supo que estaba yo contigo decidió venir, y bueno..., como comprenderás no podemos continuar esta conversación delante de él.

EN EL CERRO DE CUATRO CARASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora