CAPÍTULO XIX . Guillermo es invitado a unirse a la Sociedad Secreta

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   Guillermo aun no despertaba del coma, eran las tres de la tarde y yacía en una habitación acondicionada como enfermería en el cuartel general de la Sociedad Secreta de Cuauhtémoc.

A su lado estaban Mario y el doctor Víctor Velázquez, éste último recién llegado de Inglaterra en atención al urgente llamado del profesor García.

- Este es el registro de sus reacciones –Mario entregó al doctor Velázquez la carta de la escala de coma con diez observaciones-, el traumatismo fue ayer por la tarde; ya aquí, a eso de las siete, comenzó a tener respuesta motora de extensión, cada dos horas hemos registrado sus reacciones y hoy por la mañana comenzó con respuestas de flexión.

- Eso es alentador –opinó Velázquez- ¿hay lesiones?

- No detecté ninguna, no hay fractura ni evidencia de derrames, solo muestra un moretón en la frente.

Velázquez se inclinó sobre la cama para auscultar los ojos de Guillermo, y al hacerlo expresaba su beneplácito apretando los labios y asintiendo con la cabeza.

- Si hoy no tenemos evidencias claras de que se recupera, estimularemos su cerebro para que lo haga –dijo Velázquez con tono firme-, ¿quién lo atiende cuando no está usted?

- Una enfermera que se fue a dormir hace tres horas y no tardará en regresar, hoy vendrá una segunda enfermera para cubrir la noche –Explicó Mario justo cuando entró a la habitación una menuda mujer pulcramente vestida de blanco-, doctor, le presento a Esperanza Santos-

Esperanza y Velázquez ya se conocían, y Mario cayó en cuenta de ello por la familiaridad y cordialidad del encuentro, que incluyó abrazo y besos en las mejillas.

- Entonces nuestro paciente está en las mejores manos –comentó Velázquez a Mario-, venga, acompáñeme a platicar con el profesor.

El doctor Velázquez había llegado directamente a la enfermería, pero desde su arribo al aeropuerto había estado en constante contacto con el profesor.

Cuando finalmente lo saludó en persona, el afecto que los unía energizó el espacio circundante, tras el saludo, Velázquez explicó que estaba totalmente de acuerdo con el diagnóstico de Mario.

Después el profesor abordó un tema que le había quitado el sueño desde hacía ya varias semanas.

- Doctor Alcérreca –dijo dirigiéndose a Mario-, deseo su opinión respecto a la calidad humana de Guillermo, su opinión completará el expediente y será determinante para considerarlo como candidato para incorporarse a nuestra cofradía, estoy consciente que ha convivido poco con él, pero lo ha hecho en situaciones de aislamiento y riesgo que sin duda propiciaron que mostrara lo mejor y lo peor que tiene.

Mario sintió la enorme responsabilidad que había sido puesta sobre sus hombros, y echándose hacia adelante en su asiento, inició su exposición.

- Lo conocí cuando lo rescatamos en la sierra, estaba muy angustiado, me dijo que era por la señorita Ellis, en ese momento dudé que así fuera, pero ahora que lo conozco más, estoy seguro que lo que me dijo fue verdad porque su instinto protector es muy alto.

Lo volví a ver hasta ahora en el campamento y yo estaba predispuesto a confirmar que existía una relación íntima entre ellos, pero no fue así, podrían haber estado fingiendo, no lo creo, el caso es que Guillermo siempre se mostró protector y respetuoso con ella, dándome la idea de ser un perfecto caballero.

Durante este segundo encuentro nunca lo vi escatimar esfuerzo o colaboración, eso es también destacable porque podía haber aprovechado nuestra presencia para eludir tareas fatigosas o de riesgo, y no lo hizo.

EN EL CERRO DE CUATRO CARASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora