Capítulo 83.

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continuación...

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Marizza.

- Marizza: ¡Espera, amor!  - digo divertida.

Pablo estaba, prácticamente, arrastrando mi cuerpo hasta nuestra habitación a la velocidad de la luz. Ni siquiera me había dejado charlar un poco más con Manu y Mía, aunque poco me importaba si era para estar con él.

- Marizza: ¿Por qué tanto apuro? - solté una risita.

- Pablo: Porque te extrañé - dijo sin mirarme.

Entramos a nuestra habitación, donde él cerró la puerta detrás de mí y me soltó, dejándome justo frente a él, de espaldas a el resto de la habitación.

- Marizza: Pero si nos vimos hoy.

- Pablo: Si, pero Manuel me llenó la cabeza de Mía, Mía y más de Mía. Yo quería verte a vos, nada más.

Sonreí como tonta mientras sentía mi cara caliente, probablemente por el tono rojizo que mis mejillas tomaron. No sé como es que Pablo todavía logra tener ese efecto en mí, a pesar de ya tener tanta confianza entre nosotros y no sentir vergüenza de nada. Eso es algo que sólo él logra.

- Pablo: Que hermosa sos cuando te sonrojas, mi amor.

- Marizza: Cállate, tarado - reí - Yo también te extrañé, un poco nada más igual, eh.

- Pablo: Siempre tan tierna.

No me dí cuenta cuando él ya estaba a pocos centímetros de distancia de mi rostro, con sus manos en mi cintura y sus ojos penetrantes sobre los míos. Por mi parte, yo me dediqué a observar muy bien los rasgos de su hermoso y perfecto rostro, guardando en mi memoria cada facción y gesto de éste.

- Pablo: Me encanta cuando me mirás de esa forma.

- Marizza: ¿Qué?

Me había quedado embobada mirando a mi novio, tanto que el tiempo parecía haberse quedado ahí, congelado, mientras yo disfrutaba de sentir por lo que mis ojos veían. A mi hermoso e imperfecto, pero muy dulce Pablito.

- Pablo: Que me encanta que me mires así.

- Marizza: Ya te escuché, pero, quiero decir, ¿así cómo?

- Pablo: Con ojitos tiernos. Parece que te frenas un poco y te distraes mirándome, como si estuviese dormido y pudieras ver bien mi cara.

- Marizza: ¿Eso te parece?

- Pablo: Si, ¿lo vas a negar?

- Marizza: Claro, si yo no te miro así. Solamente me había quedado pensando.

- Pablo: Que mentirosa sos, pero bueno. Yo sé que sí estabas mirándome de esa forma.

- Marizza: Bueno, bueno, ya está. ¿Y qué?

- Pablo: Y que te amo - sonrió y yo me uni a él.

Coloqué mis brazos alrededor de su cuerpo y entrelacé mis dedos para aprisionar lo contra mí. Sus manos seguían en mi cintura y su rostro se acercaba al mío, hasta rozar nuestros labios. Su aliento mentolado chocaba contra mis labios y una corriente de electricidad recorría toda mi columna.

- Marizza: Yo también, mi amor - susurré contra su boca.

Él acortó toda distancia y estampó sus carnosos labios contra los míos, chupando mi labio inferior con suavidad. De pronto lo tomó entre sus dientes y metió su lengua en mi boca, recorriendo la con desesperación. Mis manos se soltaron y bajaron hasta su trasero, donde apreté sutilmente. Proseguí con mis tanteos y apreté con mayor fuerza sus cachetes traseros, mientras que mis dientes tomaron el labio inferior de Pablo, mordiendo lo. Él soltó un gemido y supe que era momento de agitar un poco las cosas.

Eterno amor.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora