CAPÍTULO XXVI . La captura de Anna

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   La habitación de Sakura y Valentina estaba en el tercer piso del afrancesado edificio, exactamente arriba de la de Anna.

Ahí, desde hacía buen rato, las dos estaban frente a una computadora portátil estudiando la fachada del hotel, tras dos minutos de silenciosa contemplación salieron al breve balcón para afinar detalles.

- No se ve tan difícil –comentó Sakura-, pero tendré que subir al pretil porque el pilar no facilita llegar con rapidez a la puerta del balcón.

- Eso es cierto –aceptó Valentina-, pero la verdad lo que veo realmente difícil es que funcione tu plan para que Anna abra la ventana.

- Lo dices porque tu fría mentalidad no entiende que la ternura corre en las venas del resto de las mujeres del planeta.

Valentina cerró los ojos e hizo un gesto de hartazgo.

No era la primera vez que era criticada de esa forma por su colega de correrías, y no estaba de humor para polemizar sobre un asunto tan pueril.

No le gustaba la estratagema propuesta por la nipona, como ella la apodaba, pero estaba de acuerdo en que era imposible llegar hasta Anna por la puerta principal de la habitación, debido a los pasadores de seguridad que solo podían anularse desde dentro.

Eran las once de la noche, y siguiendo los pasos previstos iniciaron el montaje del asalto, lo primero fue atar a una de las camas las cuerdas que usarían para el descenso, después la movieron hasta que quedó en contacto con la pared, justo en donde estaba la ventana por donde se descolgarían.

No pudieron evitar hacer un ligero ruido que causó que Anna, quien estaba ya metida en la cama leyendo Mara Dyer Trilogy de Michelle Hodkin, detuviera la lectura para reanudarla cuando tras quince segundos de espera no escuchó nada más.

Finalmente, ya con todo listo, pidieron que una breve cena les fuera servida en su habitación.

Cada una esperó el momento de actuar de diferente manera.

Sakura durmiendo a pierna suelta.

Valentina leyendo Antes Bruja que Muerta de Kim Harrison.

A las dos de la mañana comenzaron a vestirse con sencillas combinaciones de blusa y pantalón contrastantes con los costosos jeans y vistosas camisetas que usaron a su arribo.

Terminaron su transformación enfundándose unos estrechos sobre-todo que delineaban las femeninas curvas de su fisonomía.

Sakura, con una pícara sonrisa sacó de su mochila su arma secreta; un tierno gato de solo mes y medio.

Estaba profundamente dormido y lo metió en la amplia bolsa derecha de su sobre-todo.

Ya así vestidas se calzaron unos botines militares, se colgaron sus mochilas a la espalda, y finalmente, paradas sobre la cama, probaron la firmeza de las cuerdas con las que se descolgarían por la fachada.

Comenzaron a descender a las dos treinta de la noche, la calle estaba desierta y a la distancia se escuchaba la algarabía de un grupo de trasnochados.

Valentina se detuvo en el copete del marco del balcón de Anna.

Se colocó un poco hacia la izquierda para dejar pasar a Sakura, quien bajó hasta llegar a la altura del barandal de piedra labrada.

Sacó al cachorro de gato que comenzó a despertar al contacto con el frío aire, estiró su brazo lo más que pudo y lo soltó sobre el estrecho espacio entre el barandal y los vidrios de la puerta, el gato, fiel a su instinto, cayó suavemente y casi de inmediato comenzó a maullar lastimero, protestando por lo frío del suelo y la soledad en que fue dejado de manera tan desconsiderada.

EN EL CERRO DE CUATRO CARASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora