CAPÍTULO XXVII . La guerra de estrategias

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   En cuanto llegaron al centro de operaciones de La Sociedad Secreta de Cuauhtémoc, fueron conducidos a la sala de juntas del profesor García.

- ¿Cuándo regresa el profesor de sus vacaciones?

Preguntó Aldama al entrar.

- Mis vacaciones ya concluyeron.

A la cabecera de la mesa de juntas estaba el profesor sonriente y pleno de vida.

Los Aldama se sorprendieron y se aproximaron para saludarlo de mano, gesto que él agradeció poniéndose de pie.

- ¡Qué bueno que está aquí!, ¿fuimos nosotros los que le arruinamos sus vacaciones?

Pregunto Dulce María.

- No, nunca estuve de vacaciones, mi desaparición de escena fue para hacer creer a Los Perseguidores que estaba muerto o herido de gravedad, y la intensión es de que lo sigan creyendo.

Aldama y Dulce María se quedaron de una pieza, Arturo se mostró fascinado por los fantásticos escenarios que brotaron de su imaginación.

El primero en hablar fue Aldama.

- Usted siempre me sorprende de alguna forma –dijo Aldama-, pero esto rompe todas las marcas, ¿por qué su ausencia fue interpretada así por esas gentes?

- Porque hace dos días sufrí un atentado maquinado por ellos y decidimos hacerlos creer que tuvieron éxito.

El profesor dejó su actitud lúdica y explicó con seriedad.

- Lo que no previmos es que se atrevieran a secuestrar a su hija al creer que nuestro grupo se quedó acéfalo, eso es lamentable bajo cualquier perspectiva, pero el que piensen que estamos en crisis nos pone en ventaja para contraatacar.

- Pues ojalá que así sea –La voz de Aldama fue casi de súplica-, porque nuestra angustia nos está llevando a la locura.

¿Se da cuenta que esta es la quinta vez que nuestra hija es separada de nosotros contra nuestra voluntad?

- Sí, lo sé, y como siempre, pondremos todos nuestros recursos en juego para recuperarla.

Me dijo el doctor que Anna se comunicó telepáticamente contigo, ¿así fue?

- El profesor se dirigió a Arturo.

- Sí señor –Respondió Arturo con gesto formal-

- ¿Qué le contestaste?

- Le dije "¿Eres tú bodoque?", pero no sentí que hiciéramos contacto, lo intenté varias veces y no obtuve respuesta.

- ¿Crees que piensa que no la oíste?

- No sé cómo explicárselo, pero se siente cuando hacemos contacto, cuando menos así pasa entre Anna y yo, y estoy seguro que ella sabe que la escuché.

- Bien, ¿te gustaría hacer contacto con ella?

- Sí claro –Respondió Arturo con entusiasmo-, así le podría preguntar en dónde está, cuántos la vigilan, y bueno..., todo...

- Entonces vamos a hacer que suceda, claro, si tus papás están de acuerdo.

El profesor trasladó su atención hacia Dulce María y después a su esposo, los que de inmediato asintieron sin dudarlo y sin consultar entre ellos.

- Entonces eso es lo que haremos.

Estableció el profesor.

- Doctor, ¿cuándo podremos empezar?

EN EL CERRO DE CUATRO CARASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora