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Seúl era una ciudad llena de rincones mágicos que oscilaban desde pequeñas librerías secretas en las que te podías perder por horas leyendo tus libros favoritos hasta sonoros clubes nocturnos donde las luces de neón alumbran las fachadas. Pero más allá de las calles atestadas, de los bares y cafés, lejos de las grandes mansiones y lujosas tiendas, una chica se adentraba a diario en su propia aventura que no necesitaba de muchos lujos.

Bastaba tener una gran imaginación para hacer de una juguetería el lugar predilecto de una chica como Soojin.

Impoluta e inocente, de gran imaginación y entusiasmo inquebrantable, de mejillas rosadas y ojos pequeños, Soojin trabajaba en una juguetería y cada día convertía aquellos pasillos en su aventura particular. Su alegría contagiaba a los clientes, tanto grandes como chicos.

Todos los días llegaba radiante, llena de energía y se preguntaba qué clase de historias crearía hoy para los pequeños que elegían sus juguetes favoritos.

¿Será la de un dragón que ataca el castillo de una princesa o la de un soldado que aguarda para cumplir su misión en la cima de un volcán?

Lo cierto era que la juguetería Tororo ubicada en el distrito de Gangnam le había caído como anillo al dedo a Soojin.

— Dicen que las flores no hablan y que lo hacen a través de su belleza la cual es perfecta pero no eterna. Hay quienes no aprecian dicha belleza hasta que ya es tarde para ellas... Y mueren, mueren sin reconocimiento —Decía Mihyun, el compañero de trabajo de Soojin mientras leía un poema que había traído para compartirlo con ella.

Ambos estaban recostados en el mostrador de la tienda leyendo el poema puesto que durante día de había llovido muy fuerte en la ciudad y no tenían muchos clientes.

Mihyun era un poco distinto a Soojin.

Mientras ella siempre buscaba el lado positivo de las cosas e inventaba grandes historias, Mihyun por su parte prefería los poemas trágicos y las telenovelas con finales tristes. Sin embargo, físicamente los dos podrían pasar por hermanos pues tenían el mismo color de cabello acaramelado y la misma cara de niños pequeños que los hacía enternecedores pero daban aquella impresión de saber más de lo que aparentaban.

— ¿Por qué siempre traes poemas tristes? —Se quejó Soojin apretando los labios en una mueca —Me gustan las flores y ahora por tu culpa me entristece pensar en ellas y lo pronto que mueren.

Mihyun rió conmovido por la reacción de la menuda.

— Así es la vida, pequejin —Bramó llamándola por el sobrenombre que le había puesto uniendo la palabra pequeña con Soojin.

— ¿Triste y gris como este día? Pues no me lo creo —Bufó saliendo detrás del mostrador y dirigiéndose hacia el área donde estaban los balones inflables, tomó uno y se lo aventó a Mihyun.

— ¿Qué haces? —Preguntó éste atajando el balón en el aire.

— Estoy aburrida y no hay clientes. ¿Podemos jugar algo, al menos? —Hizo pucheros mientras unía sus manos en forma de plegaria.

Durante un rato estuvieron pasándose el gran balón inflable de color naranja de un lado al otro mientras hablaban de lo divertido que sería acampar en el río Han, comer pizza y escuchar música.

Finalmente los brazos de Soojin no pudieron resistir una lanzada más y se tuvieron que sentar en el suelo de alfombra azul celeste que adornada la tienda para tomar un respiro de toda la actividad física.

— Anímate —Musitó Mihyun al ver que la chica estaba desanimada porque no había clientes a los que atender ni aventuras de las cuales disfrutar —Cuando el sol vuelva a salir seguro vienen muchas personas.

doll → kim taehyungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora