Cook.
- Effy, Effy - Se escuchaba. Eran gritos, gritos de dolor, de desesperación, de angustia. El muchacho de pelo de bronce se unió a nosotros. - ¡Effy! ¡Effy!
Effy, Effy su nombre, desgarrador iba mezclándose con el frío aire pero sus oídos eran sordos.
El aire removía el pelo y éste se ponía ante su cara acariciándosela. Su cabeza giró y pudo contemplar la huida del día que se despedía con tonos rosados posándose en el horizonte por los perdidos muros grises. Bristol quedaba alejado de donde ella estaba, casi tocando las nubes difusas por la oscuridad que se aproximaba.
Giró la cabeza hacia el lado contrario que estaba en la absoluta oscuridad y diminutas luces naranjas casi floreando de la gran ciudad. Sus ojos se abrieron como platos con el sonido de voces de agudas sirenas. Ninoninonino canturreaban. Su cabeza miró hacia debajo de sus pies y en ése preciso momento su equilibrio la puso a prueba y sacudió mi cuerpo levemente.
- ¡Effy! ¡Effy! -Decía el muchacho asustado- ¡no lo hagas!
- ¡Effy no! -Dije aproximándome a ella.
- ¡Mirad dónde todos me han arrastrado aquí! ¡QUÉ COÑO HE CONSEGUIDO YO ¿EH?! ¡Un novio muerto, soportar la puta cárcel por dos años y quedarme loca! ¡Estoy fuera de lugar! ¡No hay nada que hacer conmigo! ¡No!
Ninguno supo responder a ello. Algunas preguntas no se pueden responder. Quizás por su dificultad o porque simplemente no necesitan respuesta.
Aquél monstruo revelador de hace apenas dos minutos, se amansó. Aquel tigre se transformó en el alma de una niña de cinco años con una enorme piruleta roja debajo de su nariz.
- Todo se ve mejor desde aquí -Anunció con voz infantil mientras miraba de un lado a otro las vistas. - Aquí el aire es limpio y no hay nadie que pueda impedirme eso.
Sus brazos empezaron a moverse de un lado a otro, danzando cual bailarina incluso dando pequeños pasitos para demostrar que no temía a nada.
- Effy déjalo ya, esto no es un puto juego de los tuyos ¡mira dónde nos has arrastrado! - Dijo aquél chico de ojos azules.
El pequeño cuerpo de la joven e inexperta bailarina dejó de danzar, se congeló y por un momento vi en su mirada que aquella niña feliz que alguna vez había sido, se fue, se había ido por el azul cálido de su pupila.
En aquel momento de desconcierto por el discurso de Elizabeth, apareció un médico por detrás de él dos enfermeras vestidas de verde menta. No se quedaron extrañados, seguramente porque lo habrían presenciado otras veces.
- Cariño no debes hacer esto - Dijo una de las enfermeras con voz dulce- tú no eres así.
- ¡Y tú qué sabes cómo coño soy yo! ¿eh? -Noté que su voz comenzaba a quebrarse y pronto arrancó con la subida y bajada de respiración, y lágrimas asomándose por el lagrimal.
- Cielo, cálmate. - Comentó la otra enfermera mientras ambas intentaban agarrarla.
- Nosotros podemos ayudarte. - Explicó el doctor.
- ¡Nadie puede! ¡Son las putas voces de mi cabeza! ¡están aquí! -Dijo Effy dándose pequeños golpecitos en la frente abriendo exageradamente los ojos- ¡han vuelto joder! -Sus manos se posaron en sus oídos mientras arrugaba la frente ahogándose en su propia locura.
Mi presencia no podía aguantarlo, no podía presenciar aquello.
De pronto, aparecieron dos armarios, eran enormes gorilas como los de las puertas de las discotecas. Cogieron de imprevisto a la joven y la agarraron cada uno por un brazo mientras ella gritaba de dolor e intentaba escurrirse, escapar de aquellas enormes manos. La chica empezaba a llorar, su cara empezó a hervir, a enrojecerse. A aquella niña de cinco años le habían quitado el caramelo y estaba muy pero que muy enfadada.
Aquellos gorilas pasaron junto a mi lado, Effy me miró por un momento. No sabía describir en ése momento qué tipo de mirada era, no parecía el de una niña enrabiada, quizás era en estado puro la mirada de Effy, aquella de la cual no podías adivinar qué tipo de mirada tenía y qué le estaba sucediendo en su cabeza. De pronto paró de llorar, se quedó congelada. Aquellos gorilas se posaron delante mío y Effy me miraba. Hico señas para que me acercara. Ahora nuestras frentes estaba juntas, pegadas. Casi podía tocar el respiro acelerado de mi Effy.
- És este puto lugar James Cook.
- Eff...
- Shhh... no digas nada -Mi mano acarició muy despacio sus rojas mejillas repletas de pequeñas y diminutas pecas.
- ¿Qué te pasa Eff?
- Es éste puto lugar. Llévame. -Dijo en una voz casi inaudible.
- ¿Dónde?
Los gorilas nos habían dejado demasiado tiempo juntos, aunque todos nos estaban mirando. El chico rubio, el hermano de Effy e incluso las enfermeras y el doctor. Pero me daba igual. Ya todos me daban igual si Effy.. sí, que si Effy estaba.
Donde tú quieras, me da igual. - Me gritó mientras se la llevaban, pero aún no había dejado ir lo que quebraría mi voz - ¡Te amo!
Y una vez mas Effy me había dejado fuera de juego. Aquél fuera de vida me había derrumbado, literalmente. Mis tobillos no aguantaron aquél peso y ése peso de información y mis rodillas rasparon el frío suelo de la terraza. Mi mirada, clavada en el suelo gris. Un edificio derrumbado, una vez mas.
Jaque mate.
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Skins: Esto aún no ha acabado
Fiksi RemajaSi te gustó Skins acércate y adéntrate en la continuación, porque los adolescentes de Bristol que un día fueron han vuelto aún con mas fuerza. +18