Esperé la tarde, el momento en que estoy solo en mi cuarto y bien tranquilo, para sacar la agenda de mi mochila. Lo sé, fue algo idiota. En mi casa no tienen la costumbre de andar espiando todos mis movimientos y habría podido hojearla directamente al volver al colegio.
Pero no tenía ganas. No tenía ganas de responder una pregunta, hecha incluso con discresión: "¿A ver, qué es eso?". No tenía ganas de arriesgarme a una advertencia: "¿No tienes nada más util que hacer?". Como si conocieran mi horario mejor que yo...
Así que espere a que estuviera terminada la cena y ordenada la cocina, y a que cada uno hubiera encontrado el ritmo de su noche: mi hermana encerrada en su cuarto, "tragando", como dice ella; mi papá ante la tele o la computadora, o leyendo en el living... Realmente no les presté atención. Solté un "¡Buenas noches!" y me fui a mi cuarto.
Ya había oscurecido. Me encanta mi cuarto. Está debajo del tejado, tiene un cielorraso rampante de tablas machihembradas pintado de blanco y una ventana, más alta que ancha, que da al contrafrente. Cuando los postigos están cerrados y las cortinas corridas, cuando mi lámpara esta encendida, con su halo amarillo que ilumina las paredes, entonces me siento bien: en mi lugar.
Me instalé en mi escritorio como si fuera a estudiar, saqué mi carpeta de Geografía y la abrí, no sé por qué. Después tome la agenda y la apoyé encima de la carpeta abierta. Di vuelta la tapa. En el reverso había una foto pegada de un gatito gris, moteado de marrón, con orejas de punta paradas hacia adelante, que observaba con aspecto curioso unas margaritas más grandes que él.
Después venían las páginas habituales: el almanaque, el mapa de Francia con las zonas y las vacaciones, y por fin... ¡la ficha de identidad! Iba a enterarme de todo: del nombre de la propietaria de la agenda(estaba seguro de que se trataba de una chica) , de su dirección, de su fecha de nacimiento, del número de su documento de identidad o de su pasaporte con el lugar y la fecha de entrega y hasta de las personas que había que avisar en caso de urgencia.
Di vuelta la página y, entonces, ¡sorpresa!
¡Guauuuu! Los rubros habían sido completados, por lo menos algunos... pero de una manera totalmente fantasiosa.
Apellido: desconocido
Nombre: no identificado
Dirección: alguna parte entre la niebla
Establecimiento al que asiste: en otro lugar bajo la lluvia
Documento de identidad, grupos sanguíneos, no había completado nada. Retomaba en:
En caso de urgencia avisar a: el loco del segundo piso, tercera puerta a la izquierda
Teléfono: desconectado
Todo así. ¡Qué humor! De acuerdo, un poco negro...
Mirélas hojas sin darle crédito. Es verdad, todos hacemos lo mismo! En cada agenda nueva, una de las primeras cosas que se hacen es llenar la ficha de identidad. Pero como se debe, no de cualquier forma! Después, uno ya sabe que esa agenda es personal, solamente de uno. La prueba es que ahí uno puso las informaciones que lo identifican. Pero esta solo tenía datos fantasiosos... como si no le perteneciera a nadie. Estaba decepcionado y vagamente enojado.
Decepcionado, porque había creído que iba a poder leer el contenido sabiendo de quién se trataba. Ya me había imaginado al día siguiente, en el colegio, haciéndole observaciones a la dueña. Ella me habría suplicado que le devolviera su agenda y yo me habría hecho rogar. Me habría preguntado con miedo qué había leído... Seguramente había cosas confidenciales, cosas que ocultar a la vista de los demás... como en todas las agendas. Y yo, por supuesto, no se lo habría dicho.
Estaba enojado porque me sentí estafado. Una agenda sin el nombre de su dueño, eso no se hace. Cómo iba a hacer yo, ahora, para averiguarlo?
Tal vez la página de horarios me dijera algo más. Por lo menos acerca de la clase a la que pertenecía esta chica.
No. La página de horarios estaba vacía. Completamente vacía. Habría que preguntarse por qué los fabricantes de agendas se gastan haciendo este tipo de cuadros.
Me puse a hojear al azar. La mayor parte de las páginas estaban llenas, por lo menos hasta ese día. Después, estaban raleadas. Le habían pegado fotos de estrellas de cine recortadas de los diarios, copiado poemas y citas, y después había tobeladas de mensajes... Ninguna duda, la chica a la que pertenecía esta agenda era muy popular y tenía muchos amigos. La cantidad de escrituras diferentes estaban ahí para demostrarlo: Paulina, Ema, Carolina, Leti (por leticia?), Flo (florencia?), Bruno (hey un varón!), Clara (una Clara en el colegio?, no me suena), Lorenzo (otro varón más?, en todo caso, ese es un seudónimo, ninguna duda), M. F. G. (Las iniciales de quién?), Constanza (ah, esta creo que sé quién es!), Zazou (ufff...!, si encima se ponen sobrenombres...), Bety (una inglesa!!?).
Leí algunas líneas, sobre todo las citas o las frases aisladas: ...
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El misterio de la agenda
أدب المراهقينAlguien perdió una agenda personal, llena de secretos, y quién la encuentra intentará descifrar el misterio de su dueña. Una historia con intrigas, sueños, amor, dolor, humor y un final inesperado...