CAPÍTULO 15

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El día siguiente no tardó en llegar, de la mano de un Seokjin exaltado y apurado, quien ingresó como un poseso en la habitación donde Jimin descansaba.

El pobre doncel se despertó sobresaltado, sin entender qué sucedía. Es que no todos los días uno se encontraba a su institutor entrando como amo y señor del lugar, sin pedir permiso y abriendo de par en par las cortinas para que el sol radiante fusilara sus pupilas con su esplendor. Aunque claro, Seokjin era la antítesis de alguien educado así que pedir permiso no entraba en su vocabulario.

–Levántate, pequeñajo. ¡Date prisa! –el de hombros anchos fue directo hacia el borde de la amplia cama donde reposaba el rubio, quitándole las mantas de encima de un solo movimiento.

–Aguarde, señorito Kim –rezongó el menor, sintiendo el frío calar por su piel al descubierto. No era buena idea dormir en paños menores si lo iban a levantar así a diario.

–El príncipe requiere tu presencia para desayunar. ¡Vístete rápido!

–¿Príncipe? ¿Cuál príncipe? –los ojos de Jimin parpadearon. Su cerebro comenzaba a trabajar a duras penas, recordando los eventos de la noche anterior. Haciendo énfasis precisamente en lo cerca que estuvo Jungkook de él, invadiéndolo y menospreciándolo. El rubor aquejó sus mejillas, volviendo evidente lo avergonzado que se sintió con la situación.

–¿Cómo que cuál príncipe? ¡Taehyung, tonto! –Seokjin hizo una pausa luego de lo dicho, recapacitando con expresión seria y mirando a la cara a su pupilo. –Espera, espera. ¿Pensaste que podía ser el príncipe Jungkook?

–¿Qué? ¿Cómo cree, señorito Kim? Déjese de tonterías.

El plebeyo se levantó de la cama, dispuesto a iniciar con su rutina de mañana para prepararse. Si tenía que ver al primogénito de los Jeon, debía verse bien. Acomodar un poco el desorden enmarañado que seguramente sería su cabello, maquillarse un poco y elegir algo de ropa decente.

–Alto ahí, sabandija –el institutor lo sujetó del brazo. No dejaría que el desvergonzado se le escapara. –¿Qué sucedió anoche entre tú y el señor Jungkook? Y no quiero que me vengas con tonterías. Dime los detalles sucios. No te contengas.

–Señorito Kim... –protestó Jimin, tratando de librarse de los huesudos dedos que se clavaban en su pálido brazo y buscando escapar corriendo al baño para no tener que ver los entrecerrados ojos almendrados clavándose en su rostro con sospecha no contenida.

–¿Qué hiciste? Te dejé solo con él a pasos de tu habitación...

–Yo no hice nada. Tengo una deuda con él por haberme salvado y quiere cobrársela, eso es todo.

–¿Deuda? Pero si tú no le debes nada. Quien se encargó de ti fue su padre –el agarre del institutor se desvaneció. La confusión reinó en su rostro. –¿Qué está pasando, Jimin?

–Me obsequió veinticinco monedas de oro el día que conocí al rey. Me lo dio como forma de pago para que lo buscara en el futuro y me casara con él. Es una tontería, lo sé.

–¿Y qué hiciste con el dinero? Si todavía lo conservas, se lo devuelves y ya está.

–Mi madre lo guardó y antes de morir me lo entregó. Con eso pude pagarle un entierro decente y una parcela para que descase en paz en el cementerio del pueblo.

>>Ahora que aparecí en el palacio con Taehyung, Jungkook exige que se las devuelva porque incumplí mi parte de su enfermizo acuerdo –Jimin frunció la cara, iracundo con su regente. –Era un niño después de todo. Yo no sabía lo que hacía. Me mostró un par de monedas y las tomé. ¿Qué otra cosa iba a hacer? En mi hogar necesitábamos ese dinero.

Kivara (Kookmin / Vmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora