El portazo que el rubio muchacho pegó, retumbó por todo el edificio, pero poco le importó a él. Estaba enfadado y tenía todo el derecho del mundo a demostrarlo. Aquella chica le volvería loco algún día.
No, las mujeres en general le volverían loco algún día.
Bufó molesto y se apoyó en la barandilla de la torre del Hokage. ¿Qué sentido tenía aquello? ¿Acababa la estúpida guerra, conseguía traer de vuelta a Sasuke y ahora ella sólo decía que estaba confusa?
Estaba contento, más que eso, de que su mejor amigo estuviera de vuelta, pero era inevitable. Sentía celos, porque la mujer a la que amaba estaba enamorado de su casi hermano. De la única persona que realmente entendió su dolor.
Apretó con fuerza hasta que los nudillos se tornaron blancos.
¿Qué tenía él que no tuviera el Uzumaki?
Por supuesto, la respuesta le llegó enseguida, tan simple y molesta.
Él tenía el corazón de Sakura.
Le dolía sentir celos, envidia de su amigo pero si no los sintiera, entonces no estaría realmente enamorado de aquella chica de ojos verdes.
Siempre la había querido. La había halagado, a pesar del constante rechazo que sentía. ¡Por Dios, era completamente normal que explotara de vez en cuando!
Por muy fuerte que la gente dijera que era, a él también le dolían ciertas cosas, no era un muro de piedra que hiciera rebotar cada sensación dolorosa que le viniera.
Y es que, a pesar de todo, seguía amándola con todo su corazón.
Se agarró los cabellos rebeldes y suspiró sonoramente con resignación.
-¿Estás bien?
Una melodiosa voz habló a su lado y reaccionó de inmediato, abriendo los ojos azules, sorprendido.
-¡Hinata! ¿Te dieron ya el alta en el hospital? ¡No sabes cuanto me alegra! Estabas muy mal cuando te vi aquella vez. Habías perdido mucha sangre. – Su expresión se ensombreció con dolor al recordar el cuerpo de su compañera, tirado en el suelo y casi completamente inerte.
Ella sonrió con ternura y sus ojos se enfocaron en él solamente, bebiéndose su hermosa imagen. Tan guapo e imponente, por fin se daba cuenta de lo mucho que había madurado aquel chico, de lo mucho que había cambiado.
-Sí, soy libre por fin. – El muchacho siguió los ojos de ella, observando el precioso atardecer que se exhibía a lo lejos. La risa explosiva del Uzumaki se unió junto a la leve brisa que removía sus rubios cabellos.
-No sé cómo lo haces Hinata, pero siempre consigues calmarme con tu sola presencia. La verdad es que debería bajar a disculparme con Sakura-chan…fui algo brusco con ella…