Era un día frío. La ciudad estaba siendo regada por el agua de las nubes. Parecía un día triste. Así lo sentían ellos. Sergio y Andrés habían decido pasar un rato fuera del hospital. Necesitaban estar juntos. En silencio. Compartiendo palabras. Ellos. Sin nadie más. Tomar el aire. Eran conscientes de que no faltaban muchos meses para que la vida les diera una notícia que no querían que llegara. No tan pronto, por lo menos.
Estaban en un restaurante comiendo. Era un lugar oscuro. No había mucha gente, y lo agradecían. Algunos trabajadores del hospital, el cual estaba a no más de quince minutos caminando, algún empresario, alguna familia con hijos... La cara de los hermanos era triste. Andrés contemplaba los ojos vidriosos de su hermano Sergio tras los cristales de las gafas.
-Hermano... vamos. Las cosas no son siempre como queremos. Tú lo sabes bien.
-Me pregunto cuánto le queda.
-Sergio, por favor...
La conversación fue cortada por el camarero, que se acercó a la mesa en la que estaban con un plato metálico en la mano derecha.
-Caballeros, el cambio. Pasen un buen día.
-Gracias --dijo Sergio con la voz nerviosa--.
Andrés lanzó una mirada al camarero y le dio las gracias con un gesto facial. Acto seguido, volvió la mirada hacia su hermano.
-¿Vamos?
Sergio miró a Andrés con la cabeza cabizbaja. Andrés se levantó de la silla, se puso la chaqueta y se quedo parado, junto a la silla, mirando a su hermano. Segundos después camino hacia él, le colgó la bufanda al cuello y se agachó tras él, poniendo su cabeza a la altura de su oído izquierdo.
-Venga, Sergio --le dijo. Besó su mejilla y le envolvió con sus brazos--. Volvamos con mamá... Quiero estar con ella un rato, en un par de horas debo irme con Martín.
-Odio ese lugar.
-Sergio, sé que te cuesta. Pero vamos, por favor. No quiero dejaros solos ni a ti ni a mamá ahora mismo. No quiero que esté sola, por favor...
-Me cuesta entrar a ese edificio, Andrés.
-Puedes hacerlo. Pudiste hacerlo siempre, hermanito...
Sergio levantó la cabeza y miró a su hermano.
-Porque os quiero.
Tras haberse levantado de la mesa, ambos salieron del restaurante. Empezaron a caminar en dirección al hospital.
-¡Qué frío hace!
-Hermanito, cuando en unos años demos el golpe no podrás decir eso. Porque cuando aquí haga frío, nosotros estaremos en las playas más bellas del mundo. Disfrutando. Juntos. Frente a la luz de sol y el azul de las playas --dijo Andrés sonriendo--.
-Andrés, ¡por favor! No es momento para bromas...
Andrés paró en seco. Espero a que su hermano lo hiciera también.
-¿Y ahora por qué paras?
-Por favor, Sergio, no te fustigues. Estás mal. Lo último que debes hacer es pensar en negativo. Ya sabes de que va todo esto y la actitud que debes tomar frente a la situación. Mejor que yo.
-Andrés, yo ahora no puedo pensar así. Estamos hablando de mamá.
-¿Te crees que esto es una falta de respeto hacia ella? Por supuesto que no.
-Te digo que no es momento para pensar en disfrutar.
-Sergio, la vida no te va a convertir los malos momentos en momentos un poco mejores. La vida, si te quiere hacer sufrir y te quiere hundir, lo hace. Pero tú debes tener el empeño de enfrentarte al dolor. Como siempre has hecho. Eres el responsable de convertir los malos momentos en buenos. O por lo menos no tan malos. Debes intentar mejorar tu estado anímico, no puedes estar así. Yo solo quería ayudarte, quería sacarte una sonrisa... llevas días muy triste, y me duele, porque te quiero.
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JUNTOS
General FictionEsta es la historia de Andrés de Fonollosa y Sergio Marquina. Unos hermanos que han vivido con muchas dificultades a lo largo de su vida, pero siempre, pese a los problemas, han estado ahí. El uno para el otro. Juntos. Esta es una historia de amor...