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No había sido una de las mejores citas a las que había acudido. Song-i era una buena chica, amable, simpática, sencilla y agraciada, tanto su carácter como su físico, pero había algo en ella que no terminaba de congeniar conmigo.

No me desesperé, no fui la única que se había sentido de aquella forma, porque justo antes de despedirnos, nos dimos la mano y quedamos como amigas. Al menos no me sentiría culpable por darle largas por no querer tener nada más con ella que no fuera amistad.

Regresé al edificio bastante tarde, el reloj de mi muñeca alumbraba el pasillo que terminaba en mi piso, marcando la hora en los azulejos brillantes, ya habían tocado las dos de la mañana.

Y tenía que trabajar al día siguiente.

Entré en casa en silencio y caminando en puntillas me deslicé hasta mi habitación. Misión completada, no se había escuchado ni una sola respiración en todo el trayecto, así que era físicamente imposible que hubiera despertado a RM de su sueño. Me lavé la cara rápidamente y me cambié al pijama más calentito que tuviera en el armario. Había pasado un poco de frío en la cita, aun estando dentro de un restaurante, los ratos que pasamos paseando o entre tienda y tienda me habían helado las extremidades. Deposité encima de la cama una frazada gruesa y me enfundé dentro de esta, acurrucándome contra la simple felicidad que me brindaba el calor de las capas sintéticas. Cerré los ojos, durmiéndome casi al instante.

La alarma fue la encargada de despertarme, como cada mañana, toqué suavemente el sensor para que dejara de sonar y me estiré entre las mantas, afligida por tener que abandonar la sensación de comodidad que tanto me encantaba. Me levanté en contra de mi voluntad y me encargué de dejarme aceptable para irme a trabajar en cualquier momento.

Salí de la habitación y me encontré las ventanas abiertas. El cubo de la fregona descansaba a un lado de la encimera de la cocina. Recogí los utensilios de limpieza y los guardé en el armario que restaba bajo del lavamanos. Desde que decidí que RM iba a quedarse en casa, este fue dando sugerencias de lo que podía hacer para merecerse quedarse y hacía poco que había propuesto limpiar la casa en modo "tradicional". Si bien era cierto que la casa llevaba su propia programación como para que no tuviera que hacer nada y siempre estuviera impoluta, RM anunció que una de las pocas cosas que le permitían salir de su jaula era para limpiar, así que había aprendido a hacerlo bien.

No todo en la ciudad era inteligente. Después de esfuerzo y muchas lágrimas, había conseguido permitirme un piso en una de las zonas más modernas y por lo tanto caras, aún así, seguía habiendo suburbios, alrededores con casas destruidas y otras muchísimo más baratas, pero muy parecidas a como eran hace cientos de años. Los grupos sociales eran algo que definitivamente persistía en la ciudad. No existía la crisis económica, habían pasado muchos años y las economistas y políticas habían aprendido de los errores del pasado y habían solucionado aquello, pero seguían existiendo las clases sociales, las ricas y las que no lo eran tanto.

Le indiqué desde el monitor a la casa que cerrara todas las ventanas y en apenas unos segundos, el piso volvía a estar impoluto, sin indicios de que nadie hubiera jamás vivido en ella.

Entré en lo que se había convertido en la habitación de RM desde hacía meses para encontrármela completamente vacía. Entonces, recordé que hoy era jueves, por lo que probablemente había salido a hacer la compra de la semana. Tenía que reconocer que desde que tenía a otro ser a mi cargo que no fuera yo, estaba comiendo mucho mejor de lo que lo hacía, mi alimentación había pasado de basarse en congelados a comer frutas y verduras todos los días. Me sentía más realizada sabiendo que no iba a morir de desnutrición por mi culpa.

A parte de eso, no mucho había cambiado desde que él había llegado a casa, al menos si veías la casa desde fuera. La mayor diferencia que podía palparse, pero, era que definitivamente me sentía un poquito menos sola con su compañía.

La puerta de la casa se abrió, interrumpiendo mis pensamientos. Apareció pues, la figura del hombre, cargando varias bolsas en sus brazos. Le caían algunas gotas de sudor por las sienes debido al esfuerzo de tener que llevar cuatro bolsas a rebosar de comida. Me miró, sorprendido, normalmente no me despertaba tan temprano cuando trabajaba por la tarde, pero me había olvidado de atrasar la alarma, así que había creído que sería una buena forma de aprovechar la mañana.

—Hola, ¿cómo has descansado? —Empecé la conversación, a él no se le daba muy bien aquello.

—Bien, gracias. He ido a hacer la compra —Depositó las bosas sobre la isla y comenzó a vaciarlas. Me coloqué a su lado, ayudándole y colocando los productos en sus respectivos sitios.

—Genial, gracias.

Una vez guardamos todo lo que había comprado, dediqué un par de horas a leer artículos que me parecían interesantes para mi trabajo, además, tuve que ponerme al día con un nuevo programa que habían instalado para realizar las historias clínicas con más rapidez. Después de aquello, puse la lavadora y di por concluida aquella mañana cuando me dejé caer sobre el sofá.

—¿Qué te gustaría comer? —Mencioné mientras estábamos ambos sentados, viendo las noticias. Normalmente escogía lo que me apetecía a mí, por lo que no estaría de menos preguntar si había algo en concreto que le gustara. Apartó la vista de la Tablet que tenía entre las manos para fijarse en mí, me miró durante algunos instantes para después girar la cabeza hacia la cocina y señalar uno de los armarios.

—Hoy he traído setas y queso, podríamos hacer un risotto —Sonreí, me parecía maravilloso.

Me levanté de un salto del cómodo sofá para ponerme manos a la obra y mediante un par de pasos largos llegué a la cocina. Aún faltaban un par de horas para que tuviera que irme a trabajar, por lo que había tiempo suficiente para hacer un risotto para dos personas.

RM estuvo ayudándome en algunos pasos, sobre todo en lo que se refería a remover la mezcla para que no se pegara a la sartén, por lo que con cuatro manos, una hora más tarde estábamos sentados en la isla con dos platos humeantes de risotto frente a nosotros.

—Tiene muy buena pinta —Me acerqué al plato que me correspondía y tomé aire— Y además huele de maravilla, buen provecho RM.

Acerqué mi mano a su espalda, dándole un par de palmadas amistosas para que se sentara y empezara a comer. En silencio, cogió el taburete que estaba al otro lado de la isla y lo colocó a mi lado, entonces, tomé la cuchara que restaba encima de una de las servilletas y me metí en la boca una porción abundante. Mis papilas gustativas lloraron maravilladas por el sabor que habíamos conseguido sacar de aquel plato. Giré la cabeza para observar la reacción de mi acompañante. No pasaron ni dos segundos desde que empezó a comer para que sus ojos se abrieran un poco más de lo normal. Me miró, sonriendo y levantando el pulgar en signo de aprobado.

Ambos terminamos repitiendo de aquella maravilla que parecía hecha por los dioses, una vez no me cupo más comida, repetí la acción que había hecho por la mañana, tirarme al sofá, no sin antes mirar el reloj y asegurarme de que aún me quedaban veinte minutos para que tuviera que irme.

—No debería haber comido tanto, voy a reventar —Me quejé mientras encendía la televisión.

Pero no tuve ninguna queja más porque quedé atónita de lo que estaba viendo en la TV.

El titular era muy claro con las imágenes que estaba viendo, salía mucho humo, negro de un edificio que parecía encontrarse a las afueras de la ciudad, probablemente una fábrica. Quedé completamente muda.

—Se han confirmado doce bajas por la explosión de una de las calderas y más de cincuenta heridas. La revisión de la caldera en cuestión se había hecho apenas hace una semana y todo se encontraba en orden. Nuestras investigadoras están buscando la razón por la que esta pudiera haber explotado y acabado con la vida de una decena de mujeres, ya se ha descartado que fuera por una fuga de gas...

Oí pasos a mi lado, por lo que me giré para ver a RM extremadamente serio, con la vista completamente clavada contra la pantalla, como si no existiera nada. Su entrecejo se frunció y tragó saliva lentamente. Sus labios se movieron en silencio, pronunciando algo que no fui capaz de escuchar ni percibir, ya que mi móvil comenzó a sonar de forma estridente. Descolgué sin despegar la mirada de, esta vez, la televisión.

—¿Diga? —Había mucho ruido al otro lado de la llamada.

—¿Rae Sang? Le llamamos del hospital, es imprescindible que venga cuanto antes a trabajar.

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⏰ Last updated: Nov 05, 2020 ⏰

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Femme ✥ Knj ⁑Where stories live. Discover now