Parte 11 Juego de Dones

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La tarde transcurrió demasiado rápido.

Luego de que cada uno de nosotros terminó de hablar, nos sentimos desnudos, sumamente vulnerables.

Su historia había logrado calarme muy hondo en el alma, y de repente, me encontré triste por su causa. Era algo mucho más fuerte de lo que hubiera podido imaginar.

Observé sus rostros con deliberada atención. Las palabras que cruzábamos en ese momento eran mínimos, las justas como para no crear silencios incómodos.

Tenía miles de preguntas para hacerles.

Quería saber todo acerca de ellos. ¿Dónde habían estado, donde vivían, si conocían a otro clan vegetariano? muchas preguntas que se arremolinaban en mi cabeza.

El sol se fue deslizando camino al oeste, con una rapidez rayana en la locura. Me pareció, entonces, que las horas pasaban cuan minutos.

– ¿Qué han hecho de su vida todo este tiempo? – Pregunté en el algún momento de esa tarde.

– Eso es largo de contar, también. – Dijo Malenne, cuya actitud había cambiado desde que llegamos a ese claro. Ahora estaba relajada, e incluso me trataba con delicadeza.

– Hemos estado por todos lados, Renesmee. – Contestó luego Raphael. – Conocemos todo el mundo.

– Eso es genial. – Convine. – Yo no conozco demasiado ningún lugar. He ido un par de veces a Sudamérica, y también a Europa, pero nada más.

Malenne sonrió.

– No te pierdes de nada. El mundo no es gran cosa cuando no tienes con quien compartirlo. – Musitó.

– La verdad me siento alagado por tu comentario, hermana. – Gruñó Raphael, visiblemente ofendido.

Ella sonrió y se acercó para besarle tiernamente la mejilla.

– Sabes, tonto, que no quise ofenderte al decir eso. – Dijo al final.

Él también sonrió, y tomó fuertemente la mano de Malenne. Era fácil ver que se querían mucho.

– Es bueno que se lleven tan bien. – Comenté ante la escena.

– Claro que nos llevamos bien, es todo cuanto tenemos en el mundo. Al otro. – Dijo Raphael.

En ese momento, Malenne bajó la vista hacía mi mano. Pude darme cuenta que se percató de lo que todo el mundo veían en ella.

– ¿Tienes novio? – Preguntó entonces. Lo que esperaba.

– Sí, aunque en realidad estoy comprometida. Por eso el anillo. – Dije.

Ella estiró su brazo, ahora con mucha más confianza que antes. Tomó mi mano, y su gélido contacto, algo a lo que estaba infinitamente acostumbrada, impactó en mi calida piel.

– Es un anillo muy bonito. – Sentenció al final de su observación.

– ¿Él sabe lo que eres? – Inquirió Raphael. – ¿O es uno de nosotros?

¿Debía contarles que Jacob era un hombre lobo?

– No es vampiro, pero tampoco es humano. – Susurré entonces, decidida a decir la verdad.

Nuevamente sus rostros se confundieron.

– Es un hombre lobo... – Confesé.

Sus ojos se abrieron hasta lo imposible.

– ¿Todavía existen? ¿Aquí en América? – Preguntó Malenne, alterada.

– En realidad, no he utilizado la palabra correcta. Es un metamorfo, que se convierte en lobo. – Expliqué. – No se transforma solo en luna llena, sino cuando lo desea.

Ocaso Boreal - Continuación de CrepusculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora