Insatisfecho. Segunda parte

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Nie Huaisang camina por los pasillos del museo. Va observando cada una de las obras de los estudiantes de la universidad. Su nuevo abanico es de color verde, del mismo que el saco que lleva puesto y ese adorno en su cabello.

Su celular vuelve a sonar, por décima vez. Observa la pantalla.

"Huaisang, tienes que volver a casa. AHORA" Decide ignorar otra vez el mensaje de su hermano y guarda su teléfono en el bolsillo.

Se para frente a una de esas pinturas. En el lienzo se observa una especie de árbol que va echando raíces hacia abajo y hacia arriba las ramas se extienden frondosas por la pintura. Las raíces están pintadas en tonos grises, y cada vez se van haciendo más oscuros, mientras que las ramas presentan una explosión de tonos verdosos y azules.

Él se compara con esta pintura. Nie Huaisang de día es ese alegre joven que disfruta de pintar abanicos y visitar los museos. Visita lugares donde los nuevos artistas buscan su lugar en el mundo. Un lugar que él jamás conseguirá.

Pero por debajo de esa fachada amable, creativa y alegre se encuentra el heredero del negocio familiar. Su abuelo fue el creador de la Casa del Sable, lugar donde se satisfacían todos los placeres mundanos. Él y su hermano Mingjue eran los herederos del negocio. Y ambos lo llevaban bastante bien.

Su hermano llevaba los negocios y el dinero. Él se encargaba de buscar "nuevos talentos".

Podría tener todo lo que quisiera, la Casa del Sable le permitía llevar una vida de lujos que no cualquiera podría darse. Pero no era suficiente.

Los estudiantes lo observaban al pasar. Era un hombre bastante atractivo, de piel blanca y rasgos delicados, pero no demasiado para confundírsele con una mujer. Su cabello negro le llegaba a la cadera, sus manos eran largas y tenían siempre manchas de pinturas.

Nie Huaisang sabía que robaba miradas, para bien y para mal, a donde quiera que iba. Pero nadie podría reconocerlo.

Podía escuchar las conversaciones de los universitarios que también estaban apreciando la exposición "ese tipo debe nadar en dinero", "espero que venga a comprar alguna pintura" y "es bastante atractivo, debería hablarle".

Frases que siempre se repetían cuando salía. Tampoco es que le molestara, sabía que siempre sería deseado, no solo por como lucía, sino por su dinero. Decidió que tenía suficiente de miradas y salió del museo.

Con más de cuarenta obras recién compradas.

Cuando regresó a casa se encontró con la mirada de su hermano. A pesar de ser inflexible y un poco aterradora lograba ver unos toques de cariño en ella. Le dio indicaciones sobre el negocio y se fue, dejándolo solo una vez más, en esa enorme y fría casa.

Jamás le reprocharía a su hermano por dejarlo solo tanto tiempo, no cuando él mismo lo cuidó cuando era pequeño y su padre fue asesinado, ni cuando le permitió la opción de estudiar artes en una universidad. Ese era el precio de sus pinturas y obras, ese era el precio de sus ropas y abanicos.

Cuando llegó a su habitación se encontró con un regalo de Mingjue: un juego nuevo de pinceles. Sonrió por el detalle.

Podría tener todo en esta vida. Pero la sensación de falta aún seguía, sin saber por qué. Cuando se recostó en su cama entendió que era aquello que le causaba pesar. Su cama se sentía vacía y fría. Demasiado grande.

Ni las pinturas ni las esculturas. Ni si quiera los abanicos. Nada podía llenar aquel espacio que lo angustiaba.

Se sentía insatisfecho.

En tonos grises (ChengSang)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora