"La noche cambia. Tengo miedo de lo que pueda suceder, te busco con desesperación, pero no puedo encontrarte. ¿Dónde estás? El frío de la noche de invierno me hace sentir sola e indefensa. ¿Por qué te fuiste? Habías prometido que no lo harías. ¿Es que acaso he hecho algo incorrecto? ¿Algo que no me haga merecedora de tu amor? ¿Habré entrado en un tiempo paralelo en donde nunca existió un nosotros? Acabo de despertar y te extraño en mi cama; sin tus brazos rodeándome, no encuentro el sol. La noche cambia porque no escucho tu voz."
—¿Está todo bien? —su voz es apenas perceptible a mis espaldas mientras siento cómo un escalofrío recorre cada parte de mi columna.
—Él no ha llegado —digo con la voz quebrada mientras lucho por no dejar salir las lágrimas ya acumuladas en mis ojos. Mi madre me mira con tristeza. ¿Tanta lástima doy?
Mi vestido rojo está deslucido mientras vuelvo a dirigir mi mirada al camino. Estoy sentada en el banco en el porche de mi casa, como todas las noches, esperando que vengas por mí. Han pasado dos horas y el maquillaje que con tanto cuidado había depositado alrededor de mi cara se encuentra desparramado debido a las constantes veces que he pasado la mano por mi rostro para tratar de aliviar un poco el frío. Mi madre se sienta a mi lado y sé que esperará conmigo.
—No vendrá, ¿no es así? —digo al cabo de otros quince minutos. Mi mirada está en la falda de mi vestido y mis dedos juguetean nerviosos entre ellos.
—Algo tuvo que haberle pasado —responde ella mientras coloca un brazo en mi hombro, tratando de excusarte, tratando de que de alguna forma me sienta mejor.
—Hubiese llamado, él siempre llama —una lágrima cae por mi mejilla y con rabia me la seco—. Ha roto su promesa, me prometió que nunca me dejaría sola y mucho menos en la víspera de Navidad.
¿Recuerdas esas noches? Solíamos pasar las Nochebuenas juntos; habrían sido tres vísperas hermosas a tu lado, pero esa noche no llegaste y yo no sé por qué.
La noche cambia. El teléfono suena en el interior de la casa y me siento palidecer. Tengo esa sensación en mi interior, de esas que solo llegan cuando un mal presagio se acerca. Los pelos de mis brazos y cuello se erizan cuando mi madre a mi lado se levanta a atender. Pasan los minutos y ella aún no sale del interior de la casa. Definitivamente, algo no está bien.
Una lágrima tras otra cae por mis mejillas. Mi nariz tapada me hace respirar con dificultad. El sonido que hace el teléfono al ser colocado nuevamente en su base me alerta.
Ella sale de la casa caminando lentamente hacia mí, como si cada paso que da le doliera en el alma. No me vuelvo. No quiero ver su expresión, no quiero saber qué ha pasado. Quiero levantarme y correr, pero mi cuerpo está estancado en el banco y mis piernas se sienten débiles.
Vuelve a sentarse a mi lado y lanza un profundo suspiro, uno helado, como a quien le tiran una bandeja de hielo por dentro de la camisa. Sé que tiene que decirme algo y, gracias a sus manos temblorosas, sé que se trata de ti. ¿De quién más sería?
Cierro los ojos con fuerza mientras busco con toda desesperación desaparecer. Al abrirlos, quiero estar a tu lado y que todo vuelva a estar bien otra vez.
La noche cambia. Y todo pasa en cámara lenta mientras siento a mi corazón golpear con fuerza sobre mi pecho. Sus palabras no tienen sentido, se enredan en mi cabeza, como aquellas ecuaciones en la clase de matemáticas, hasta que dejo de escuchar. ¿Por qué? ¿Por qué habrían de ser las cosas de esta manera? Dicen que todo pasa por alguna razón, pero no podría hablarse de justicia alguna cuando esa noche tu auto se vuelca en la avenida principal y te deja en estado de coma en el hospital.
ESTÁS LEYENDO
La noche cambia.
Romantizm''La noche cambia y te espero en el banco en el porche de mi casa, con mi vestido rojo y el maquillaje recién puesto, ha llegado Nochebuena''.