La Leyenda

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   Había un castillo sobre rocas escarpadas cerca de un mar, cuyas aguas eran muy tranquilas aún en los peores climas del año. Aquel castillo tenía un aspecto siniestro, y desde la playa se notaba su total oscuridad, una oscuridad envolvente que parecía como si el sol se negara a tocarlo. Tenía grandes ventanas alargadas apuntando hacia el cielo, estaba lleno de grietas y partes cayéndose a pedazos debido a los largos años que pesaban sobre él.

   Un viejo hechicero habitaba en el castillo desde hacía mucho, pero la gente que vivía  en los alrededores no sabían cómo o cuándo es que el hechicero había llegado allí, ni siquiera sabían quién había construido aquel castillo, que era tan antiguo que ya nadie conocía su origen.

   Se decía que algunas noches se alcanzaban a escuchar amargos lamentos del mago que hacían perturbar las aguas oscuras del mar, y las olas enloquecían golpeando furiosamente las rocas cercanas a la costa.

   Aquellos lamentos nocturnos se debían a que el hechicero estaba irracionalmente enamorado de una elfa que vagaba en los bosques del sur. Él la veía todas las noches desde su ventana cuando ella caminaba a lo largo de la playa con los pies desnudos y el mar acariciándola dulcemente. La miraba deseando tanto estar con ella que ninguna otra cosa le importaba mientras la observaba caminar.

   Una noche el hechicero se acercó a su ventana para mirarla como de costumbre, pero esta vez, vio que la elfa no caminaba sola, sino que estaba acompañada por un hombre al que nunca antes había visto. El mago sintió que el corazón se le estremecía, y ese amor que sentía por la elfa le produjo dolor, y el dolor se transformó en envidia, y al poco tiempo, de la envidia surgió el odio por aquel hombre.

   Esa noche en que miró a la elfa caminar junto al hombre, fue una noche que cambió todo para el hechicero, pues él había pasado muchos años intentando conquistar a la joven elfa sin resultado alguno, y tras todo ese tiempo sin conseguirlo, había caído en la resignación absoluta, estaba completamente resignado de jamás tener a aquella elfa a su lado. Sin embargo, esa noche tras verlos juntos, la ira del hechicero se desató, y no pensó más que en acabar con el hombre al que ella quería. Era como si el mago hubiera aceptado su soledad, pero jamás había aceptado que alguien más estuviera con ella.

   Aquel mago al igual que todos los magos, era increíblemente sabio en muchos aspectos, tenía muchos conocimientos sobre diversas artes, y con todo ello, y movido por su ira, comenzó a realizar un ritual en el que profería palabras ininteligibles durante largo tiempo, hasta que por fin después de cientos, o tal vez miles de palabras sin aparente sentido, de la oscuridad, como formándose de las sombras, salió un jinete negro con un manto que le cubría hasta el rostro, y armado con una larga lanza se erguía poderosamente sobre su caballo.

   El viejo mago ordenó al jinete retar a un combate mortal al hombre acompañante de la elfa. Así que el jinete, sin decir palabra alguna, salió instantáneamente del castillo como un animal salvaje hambriento, dispuesto a atrapar sin piedad a su presa. Era una bestia de matar, un asesino de sangre.

   El jinete pasó tres jornadas recorriendo aquellos territorios sin encontrar al hombre que buscaba. Hasta que en la noche del cuarto día, cuando el jinete cabalgaba por el bosque del sur, escuchó repentinamente a lo lejos un canto elfico con voz clara y hermosa, así que inmediatamente se dirigió hacia el canto, hasta que llegó a un círculo abierto en medio del bosque, donde el cielo se veía perfectamente con la luna en el centro rodeada de innumerables estrellas. En medio del círculo había una piedra que parecía un altar con runas elficas grabadas en ella. Y frente a la piedra estaba la elfa hincada y cantando. Cuando el jinete entró en el círculo, la elfa volteó rápidamente interrumpiendo su canto de súbito, lo miró, se puso de pie, y corrió hacia el norte internándose en el espeso bosque. El jinete la siguió, pero inmediatamente la perdió de vista entre los árboles y la profunda vegetación.

La Ira del MagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora