A un beso de distancia

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Enreda los dedos en los mechones de pelo que le caen suaves y brillantes por los hombros mientras aún sigue sumida en el que espera que sea un sueño precioso.

Porque Aitana solo merece que todo lo que le pase esté lleno de luz y colores, para que así la vida pueda empezar a devolverle parte de los que le robó a ella.

A él el traqueo del tren lejos de relajarle le pone nervioso, así que invierte su tiempo en verla dormir a ella acurrucada en su cuerpo y a tratar buscar entre las arrugas de su jersey ese atisbo de tripa que él inspecciona cada mañana y cada noche en busca de algún avance.

Hace varios días tuvieron la primera ecografía y no se avergüenza de admitir que fue el primero de los dos que lloró cuando la pantalla negra se iluminó y en la cavidad oscura del útero apareció esa minúscula mancha que la médica señaló como su bebé. Su bebé que ahora ya tiene 12 semanas y cada vez da más tregua al cuerpo cansado de Aitana.

Solo piensa en que llegue el momento en que pueda exteriorizar su alegría con alguien más que no sea Aitana, a la que cada día ve más guapa e ilusionada, aunque siempre lleva el pie sobre el freno por si acaso. Pero pasan muchas noches de insomnio pensando en cómo decorarán la habitación y cuándo podrán compartir con Alba y sus padres la noticia.

Además, tal y como les han confirmado, en la próxima ecografía es muy posible que ya puedan saber el sexo de su bebé. De reojo, mientras Luis aún tenía los dedos entrelazados con los Aitana, vio cómo ella tragó saliva mientras la médica hablaba.

- No quiero saberlo-murmuró esa noche esperando que Luis estuviera dormido.

Como respuesta obtuvo un gruñido de desconcierto y un acercamiento de su cuerpo.

- Prefiero no saber el sexo hasta que nazca.

- A mí me da igual no saberlo, cariño. Si tú prefieres esperar, me parece bien. Podemos seguir llamándole Sábado-dijo dejando un beso en su sien aún con los ojos medio cerrados buscando a tientas acariciar su vientre con la mano, sobre el que encontró colocada ya la de ella.

Aitana se revuelve levemente contra su cuerpo pero continúa dormida, a pesar de que ha tratado de resistirse al cansancio todo lo que su cuerpo ha podido para darle conversación a Luis.

Desvía la mirada hacia la ventana para hacer carreras de gotas de lluvia de esas que tanto le gustan a Alba, a la que han dejado en casa de Noelia antes de coger el metro hasta Atocha.

Al hablar con la profesora de Alba y la madre del niño al que su hija pegó, la conclusión a la que se llegó fue que sí fue Alba quien le empujó primero y que él para defenderse le pegó a ella.

A pesar de las insistencias, tanto de Luis como de Noelia, quien estaba empezando a perder los nervios casi tanto como él, la profesora aseguró que en clase los niños se portaban bien con Alba y solo en ocasiones puntuales la dejaban algo de lado cuando tenían ratos para jugar en clase, más que nada porque los otros niños prefieren juegos más complejos mientras Alba disfruta con un peluche cualquiera.

No obstante, prometió estar más alerta incluso para detectar cualquier movimiento o comentario fuera de lugar y avisará al resto de profesores que vigilan el patio para que hagan lo mismo.

Ni Luis ni Noelia salieron demasiado satisfechos de la reunión, pero sin pruebas y ni siquiera una explicación clara por parte de su hija de lo que pasó, no pueden exigir que se tome alguna medida concreta más para proteger a Alba y castigar a quien le esté haciendo daño, si es que eso fuera lo que está pasando.

Alba adora pasar tiempo con Hugo y espera que esos dos días extra que va a tener con Noelia esta semana ayuden a levantar el ánimo de la pequeña.

Canción Desesperada (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora