Silueta a contraluz

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El catarro que había traído la tormenta le llegó a Luis la semana siguiente. O es que su cuerpo directamente le había dicho hasta aquí y le obligó a parar por fin. 

La cabeza le giraba a una velocidad vertiginosa y su cuerpo no lo podría levantar ni una grúa de la cama. 

Aitana no se alegra de que esté enfermo, porque es muy mal enfermo, pero sí de que por fin haya parado.

Unos días de desconexión del trabajo y para pensar relajadamente cuál es el siguiente paso a dar respecto a la situación de Alba en el colegio es lo que le ha traído el desafortunado resfriado que ya parece haber abandonado el cuerpo de Aitana.

Sale del baño en el penumbra para no despertarle para que descanse hasta que quiera porque no tiene nada que hacer en todo el día.

Mueve las perchas por la barra del armario buscando una prenda que le entre porque, hace un par de semanas, casi en un pestañeo por arte de magia, la barriga ha salido para fuera con una forma redondeada que no puede dejar de acariciar.

Justo como en ese momento cuando siente que se mueve débilmente y aprovecha para decirle buenos días en una caricia que Luis intuye al contraluz de los tenues rayos de sol que se cuelan por la persiana.

El recorte de esa nueva silueta es de las pocas razones por las que sonríe últimamente y que consigue borrar de su mente el caos y transmitirle paz.

Emite un gruñido que hace que Aitana levante la mirada de su tripa sin dejar de acariciarla y le sonríe.

-Puedes llamar y decirles que aún sigues mala-murmura con voz pastosa y los ojos a medio abrir alzando una mano que le indica que se acerque.

-¿Cómo estás? ¿Has dormido?-pregunta ella sentándose a su lado sobre el colchón. 

-Hecho una mierda. Cuando has dejado de moverte, sí.

-Lo siento, no encuentro la postura, no me imagino en unos meses-resopla no teniendo muy claro si se lo dice en serio en broma- Vas a echarme de la cama.

-Eso nunca-murmura acariciando la curva de su felicidad aún desnuda. El roce de su barba en un beso hace que la piel de Aitana se estremezca y note un leve movimiento en su interior- Buenos días, peque.

-Dice que buenos días para ti también. Y buenos días-susurra antes de inclinarse y besarle-Descansa. Esta sobre todo-dice señalando su sien- ¿Tengo que pasar por la farmacia?

-Hay de todo. Oye, una cosa-comenta antes de que pueda levantarse agarrando la mano de Aitana- ¿Qué te parece que se lo digamos a Alba cuando venga este finde? Los muebles de la habitación van a empezar a llegar la semana que viene y ya casi es imposible ocultarlo con la ropa. Me haría tanta ilusión que fuera la primera en saberlo.

Aitana sonríe porque ella también cree que merece ser la primera, aunque la perspicacia de Miriam les haya adelantado por la derecha, dato que no piensa compartir con Luis para no romper su ilusión.

- Me parece perfecto. Tengo muchas ganas de que se lo digamos-le asegura acariciando su mejilla-Voy a terminar de vestirme que sino no llego al metro.

-¿Te bajo en coche?-sugiere al ver que se levanta rápido y se pone el jersey.

-No, no, tú a dormir. Dormir es dormir. Nos vemos luego, te quiero.

Luis balbucea un "te quiero" casi entre sueños y no amanece hasta cuatro horas después algo mejor.

Toma la medicación con el desayuno y dedica la mañana a tratar de averiguar cómo se desmonta la mesa del despacho, que es lo único que queda, junto a la silla, en la habitación de su bebé.

Canción Desesperada (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora