La sonrisa de Alba se desdibuja levemente al ver aparecer a su padre nervioso y solo en el salón de actos del colegio.
Se aferra con fuerza a su cuello y Luis siente que el paréntesis que le ofrece su hija es el que le permite llenar sus pulmones a su completa capacidad por primera vez en unos días.
El hospital se ha convertido en su casa, o al menos el lugar donde pasa más tiempo y hacía días que no la veía.
-¿Cómo puedes estar tan preciosa?-le pregunta al ver cómo va disfrazada para la obra de teatro que no entusiasmaba para nada a la pequeña.
-Hola-le saluda Noelia a su lado- ¿Has traído la purpurina?
-Se me ha olvidado-niega con la cabeza pasándose una mano por la frente mientras Alba le acaricia la barba, algo más larga que de costumbre haciéndose cosquillas- No he pasado por casa. Lo siento, vida-dice mirando a su hija- podemos preguntarle a la profe si ella tiene.
Finalmente Alba se atreve a preguntar por Aitana para sorpresa de su padre, pues las últimas semanas, aunque siguen teniendo buena relación, no ha mostrado excesivo interés por ella.
-Aitana quería venir a verte pero no ha podido ser porque está en el hospital un poco malita-le explica siendo lo más sincero posible.
La mirada de Alba se empaña de tristeza y un poco de miedo, pero enseguida su padre trata de tranquilizarla.
-Pero tú no te preocupes, que enseguida se pone mejor-le promete dejando en beso en su mejilla arrancándole una sonrisa.
-Aiti tiene un bebé aquí-dice llevándose ambos manos a la tripa en dirección a su madre.
-El bebé está bien también-añade Luis al detectar cierta preocupación en el tono de su hija.
-Nos está llamando la profe-indica Noelia al ver a la profesora reuniendo a los niños. Alba se aferra a su padre para que vaya hasta allí con ella.
Parece que todo va un poco mejor en el colegio, quizá porque no hacen más que repetirle que enseguida llegará el verano.
-¿Qué tal está Aitana?-le pregunta Noelia cuando Luis regresa.
-Pretendían darle el alta hoy. Está con sus padres-contesta dejándose caer en la butaca- Con miedo, pero está mejor, ya ha acabado el tratamiento y lleva desde ayer sin ningún signo de parto.
-Me alegro de que estén los dos bien. Si necesitas que nos organicemos de otra manera con Alba, me dices.
Comprueba que en el móvil no tenga nuevas noticias, aunque no se atreve a ponerlo en silencio.
No consigue encontrar la postura en la butaca aunque esté más que acostumbrado después de cuatro días durmiendo junto a la cama de Aitana.
Cada hora ha pesado al menos una tonelada y, mientras se dedicaban miradas de incertidumbre, han vuelto a reencontrarse y ha compartirlo todo. Sobre todo el miedo, la frustración, el dolor. Pero también la ilusión.
Ha invertido horas en acariciar el morado que le han dejado las vías en la mano y el aleteo cansado de sus pestañas, la manera de acariciar su vientre pidiéndole en susurros que aguante.
El mundo sigue girando fuera de esa habitación, pero no hay nada más importante que el eco del latido acelerado del corazón de su bebé retumbando en las paredes.
Los problemas no van a moverse de donde están y Luis trabaja desde la habitación a pesar de las insistencias de Aitana porque vaya un rato a descansar.
No llega a todo, pero ahora es diferente porque la única fecha límite que le importa es la del nacimiento de su hijo o hija.
Algo más recuperados del susto inicial, vuelven a casa. Luis tiene que insistir para que se monten en un taxi y no en metro, como prefería Aitana.
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Canción Desesperada (II)
RomanceSegunda parte de Canción Desesperada. 5 meses después. ¿Cuando lo has perdido casi todo, por qué merece la pena seguir?