Cariño.
Oye su voz lejana y siente que suena como una ola rompiendo contra la playa en la que está.
De repente, cae en la cuenta de que no estaba sola pero no tiene a nadie alrededor por muchas vueltas que da sobre sí misma.
Busca y solo puede distinguir el llanto lejano que reconocería en un millón de vidas. Es Lucas.
Tiene que hacer algo por él, pero no le ve, no sabe dónde está y teme que un despiste haya hecho que se haya perdido en el mar.
Vuelve a girar sobre sí misma nerviosa mientras su respiración se acelera.
Cariño
Oye de nuevo su voz indicándole dónde está el norte y esta vez siente también el roce de su mano cálida y enorme en la pierna.
Se debate entre abrir los ojos o seguir tratando de encontrar a su hijo.
Entre mirar al futuro o hipotecar su vida a los recuerdos.
Una lágrima le recorre la mejilla después de buscar una vez más sin éxito a su hijo tan lejos como le alcanza la vista. Una vez más no va a ser capaz de salvarle.
Quizá sea momento de dejar de buscarle allí porque está claro que Lucas vive mucho más cerca de ella de lo que imagina.
Finalmente se deja arrastrar por la voz de Luis y sus ojos cansados se abren reconociendo un hospital, lo cual no le transmite ninguna seguridad tampoco.
Luis vuelve a acariciar su pierna y encuentra su sonrisa serena y calmada junto a ella.
-La niña-balbucea Aitana terminando de ubicarse reincorporándose todo lo que su dolorido cuerpo le permite.
Luis, más tranquilo al ver que ha respetado de la pesadilla, se gira sonriendo hacia la cunita que tiene al lado donde e acaba de dejar a su hija un minuto atrás cuando le trajeron la cena a Aitana.
Desde que su hija está en el mismo lado del mundo que él, nada puede alterarle, al menos de momento.
Su cuerpo diminuto agazapado en su pecho le ha hechizado y sonríe como un bobo viendo cómo el aire entra y sale de sus pequeños pulmones.
-¿Te la doy?-pregunta mientras Aitana se pasa la mano por la frente revolviéndose el flequillo- Estarás más cómoda para comer sin ella en brazos-sugiere pero ella discrepa.
A Aitana le da exactamente igual si está cómoda o no, solo quiere tenerla cerca. Sentir su cuerpo buscando el calor del suyo aunque al otro lado de la ventana los termómetros rocen las temperaturas máximas del verano.
Luis se pone de pie cogiendo con delicadeza a la prueba física de su amor que apenas lleva unas horas en el mismo lado del mundo que ellos.
Cuando la deja entre los brazos de Aitana, enseguida reconoce el olor de su madre revolviéndose levemente sobre su cuerpo aún dormida.
Aitana deja un beso en su cabeza y acaricia con un par de dedos su puño cerrado.
-Te has dormido un ratito. Supongo que aún seguirás derrotada.
-No me he dado cuenta de que me había quedado dormida-asegura sin levantar la vista de la pequeña intentado no perderse ni un ínfimo segundo.
-Yo tampoco y he pasado un rato hablando solo con esta ranita encima-dice acariciando el diminuto pie de la niña- Te han puesto mucha medicación para la fiebre y, después de todo el esfuerzo, es normal que tu cuerpo pida un respiro.
Un escalofrío recorre el cuerpo de Luis después del miedo que ha pasado durante todo el día.
Que se pusiera de parto un día antes de llegar a las 37 semanas no sorprendió a nadie, ni siquiera a ellos, que ya se habían hecho a la idea de que llegaría pronto.

ESTÁS LEYENDO
Canción Desesperada (II)
RomanceSegunda parte de Canción Desesperada. 5 meses después. ¿Cuando lo has perdido casi todo, por qué merece la pena seguir?