Parte 92

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-¿Qué? – Preguntas nervioso, Alfred lleva rato con la mejilla recargada en su puño, mirándote con atención mientras tu intentas terminar tu trabajo de inglés.

-¿Puedo tocar tu cabello?- Paras de escribir, levantas la mirada y lo observas confundido.

-¿Disculpa?- El hace un ruido de frustración.

-Es que tu cabello me molesta

-¿De qué mierda estás hablando, Alfred?- Observas asombrado ( y de cierta forma enternecido) como infla sus mejillas, formando un puchero.

-¡Es que es tan raro!

-¿Mi cabello es raro?- Te sientes indignado.- Yo no he dicho nada sobre tu estúpido mechón antigravitatorio!- Alfred se cruza de brazos y mira a otra parte.

-Cállate, mi mechón es genial. - Tú te permites reír burlón.

-Sí, lo que digas, si eso te hace sentir feliz. – como el no responde, asumes que la conversación por de más extraña que han tenido, ha acabado, por lo que devuelves tu vista a tu cuaderno.

-Uno creería que siendo tu caballero recibiría cierto buen trato. - Rompes la punta del lápiz por la impresión, estas totalmente seguro que tus mejillas están incendiándose.

-¡Vete a la mierda! ¡Tú no eres mi caballero! - El asiente, con la mano bajo el mentón, en pose pensativa.

-Tienes razón. - Suspiras aliviado, tomas tu sacapuntas e inicias a darle vueltas a tu lápiz para reponer la punta perdida. - Soy tu héroe. - Ahí va otra punta. -

-¿Qué?- Ok, Alfred tiene que dejar de decir cosas tontas, porque de lo contrario vas a parecer semáforo de lo rojo que estas.

-Sí, eso de ser un caballero creo que te queda más a ti, ya sabes. - Hace un ademan con la mano, como mostrando lo obvio. - Por eso de ser británico y eso. - Sus ojos se vuelven brillantes y tú tienes que apartar la mirada un momento, pero tus ojos no tardan en volver a los suyos. Maldita sea, simplemente no puedes dejar de verlo, por más vergonzoso que sea el momento. - Yo soy más como un héroe que lucha contra las injusticias ¡Como Batman!-

Y él se ve tan alegre con su resolución, tan brillante, y es de cierta forma atractivo y tú no puedes despegar tu mirada de la suya. La atmosfera se ha vuelto rara, y tú sigues sin poder despegar tu mirada de la suya.

Y él es tan él.

-Jodete.- Tomas tus cosas apresuradamente y emprendes la huida.

-¡Espera, Arthur! ¿Dije algo malo? - Él te persigue, preguntando una y otra vez que ha hecho mal, pero tú no te detienes a responder que lo único que ha hecho mal es ser tan él.  

La vida de adolescente de Arthur Kirkland. HetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora