Pagando el favor

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La picazón que había debajo de las sogas que sentía se esparcían por su cuerpo, desde pies hasta cuello, le generaba una extraña inconformidad placentera; la sensación de fricción que ejercían aquellas ataduras lo ponían en un estado de
placer-dolor que no podría explicar. El sabor a cerveza que aún reinaba en sus papilas gustativas lo confundía un poco, pensaba que el alcohol no debería de afectarlo de la manera en la que lo estaba haciendo, no tendría que sentír calor por haber tomado una simple lata de cerveza que su amigo le compartió; era eso o...¿su mente estaba muy confusa?. Su vista está opacada por una venda negra, no puede ver nada, lo que lo deja inconforme, activando sus otros sentidos y provocandolé una mayor sensibilidad al ambiente; el cual está un poco frío y silencioso como si estuviera en un solitario cuarto, más sabia que no era el caso. Al estár su audición más enfocada logra oír como el rechinar de un sillón se genera, seguido de unas pisadas de zapatos, provocando esa sensación expectante, sumada a un poquito de ansiedad por la incertidumbre, eran parte de la excitación que iba sintiendo. El olor a colonia se vuelve más fuerte cuando percibe que se paran a su costado izquierdo, lo marea un poco, es un aroma varonil y rico, siente que quiere olerlo más de cerca, olfatearlo hasta extasiarse de ella.

La cama en la que se encuentra está situada en el lado derecho, los pies mirando para la puerta que da paso a la habitación, la ventana está con las percianas bajas, las luces de tono amarillento estan prendidas generando rincones oscuros, el silencio, digno de un cementerio, reina en el lugar que no está abandonado; es como si las personas que viven en los pisos contiguos se hubiesen puesto de acuerdo para pactar silencio. Las decoraciones no son tantas, solo hay un sillón individual en donde hasta hace unos momentos estaba siendo ocupado, un armario con puertas de madera cerrado y una pequeña alfombra. La chaqueta de aviador encima de la cabecera de la cama es lo único que está fuera de lugar, por no decir que el llamativo traje rojo de Flash interceptado por una sogas que porta el dueño acostado en las blancas sábanas le hace competencia.

Los acontecimientos antes de su atadura se situan a partír de un par de minutos atrás en que le pidió el favor a Hal, el favor de conseguirle entradas para el juego de baloncesto; aún faltaba para que se llevara acabo pero no podía conseguír los boletos por ningún lado entonces Hal le dijo que podría tener guardado en su cajón un par de entradas para el juego y que podría dárselas a cambio de un pequeñísimo favor, con ese típico tono de 'Tengo, pero no te lo voy a dar'. No le creyó y cuando el piloto se levantó de donde estaba sentado se dirigió a su cuarto y en cuestión de unos momentos ya estaba en el marco blanco de la puerta, sosteniendo con una sonrisa socarrona y segura los boletos negros, apoyado con un codo mientras que con la otra mano sacudía levemente los diminutos papeles. Le dijo que podia quedarse con ellos a cambio de un diminuto favor, él aceptó con brillos en los ojos y una amplia sonrisa blanca, felíz por poder llevar a su sobrino al partido que tanto quería ver, sin saber que en los próximos treinta minutos estaría atado de pies y manos.

Barry ya había estado en este cuarto repetidas veces y sin embargo hoy, en esta situación, podría jurar que se encontraba en una habitación de castigo, como en esos que hay en los hoteles donde se practicaban el sadomasoquísmo, aunque solamente fuese el cuarto simple de Hal; el mísmo que le comentó de ellos porque estaba muy inseguro y temeroso respecto al tema pero cuando le explicó que no haría nada que lo dañara ni le gustara se puso a pensar con las mejillas rojas por tal petición, el último empujón que obtuvo para decir 'sí' fue que le dijo que pararía cuando quisiera asi que lo consensuó. Lo que nos lleva al ahora.

-Hal...- Llamó Barry, con voz baja y ausente, pues su llamado no salió como le hubiese gustado; fue una palabra silenciosa casi.

-Sh, sh, sh...no hables. - Ordenó con cariño, mezclando en su voz la dulzura y maldad adecuada, que le indicaría al velocista que su "buen humor" podría ir en declive.

El Pago De BarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora