10º Crisálida

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Charcos de lluvía

Miro a través de la ventana los días de lluvia como si ella tuviera la respuesta a todas mis preguntas. Cada gota de lluvia que se acumula en la calle hasta formar un charco y que la gente que pasa pisa como si fuera lo más molesto del mundo.

Sin embargo los niños saltan en el charco de gotas esperando mojarse con el agua fría que cae del cielo. Sonrien y ríen sin preocuparse de mancharse de barro. Ojalá ser como ellos por un poco más de tiempo o mejor aún dejar que nuestro niño interior siga viviendo en cada uno de nosotros.

No nos dejemos influenciar por la gente y no intentemos ser aquellas personas que no somos ni queremos ser.

No te dejes engañar, no te dejes manipular por encajar en algún lugar. Tú eres tú y si no te saben apreciar son ellos los que deben cambiar.

Sé tú mismo donde quiera que vayas y cuando llueva, sé el primero en saltar en el charco dejando vivir al niño que hay en tí.


Encrucijadas

Han sido tantas las veces en las que he estado pensando sin descanso sobre mi existencia en este mundo. En el porqué el destino me pone en tantas malas situaciones y en el porqué caigo una y otra vez en todas sus trampas.

Me he dado cuenta de que el destino siempre tiene algo preparado y que nunca actúa sin razón pues mi destino a provocado que sea fuerte mentalmente y dura de corazón.

He llorado hasta secar mis reservas de agua, se me ha partido el alma en pedazos, me han dado la espalda dejándome a mi suerte, me han cortado las alas y me han encerrado en una jaula.

He dado vueltas mentales alrededor de la misma piedra sin poder quitarla del medio porque pesaba todo lo que mi conciencia cargaba. Hasta que un día mareada fije en el cielo mi mirada y encontré la pieza que me faltaba para mover mi piedra y demostrarme que estaba equivocada.

No debía quitar la piedra, tenía que dejarla atrás y superarla.


Microcuento Nº8

-¿Te vas a ir? -pregunté preocupada.

-Debo hacerlo, aquí no puedo cumplir mi sueño. -dijo convencido.

-¿Me dejarás? -volví a preguntar a punto de llorar.

-No. -respondió con calma.

-¿Entonces? -cuestioné confusa.

-Te llevaré conmigo. -aseguró, me abrazó y me besó.

La promesa quedó sellada quedando guardada esperando el momento oportuno que algún día llegará, pero no será hoy, ni mañana, será cuando tenga que pasar...

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