Vistas desde el cielo

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Se dirigían a un paso que en el juego llevaba al reino elfo. Aunque lleno de peligros, como enormes arañas, estaban ahora a un nivel muy por encima de lo que requería el lugar. A pesar de que no podían confiarse, estaban seguras de poder cruzar por allí, lo cual les parecía lo más seguro.

En la frontera, estarían esperando cazarrecompensas y, quizás, agentes del reino de Engenak. Por lo tanto, no cabía duda cuán peligroso podía resultar intentar cruzar por allí.

Y quedarse en Goltrenak, aunque parecía la opción más segura, era tentar la suerte. Cualquier desliz, cualquier error del que incluso podían no ser conscientes, podría llevar a quienes la buscaban sobre su pista.

De hecho, se temían que aquel enorme agujero pudiera delatarlas, que tarde o temprano vinieran a investigar. Esa era una de las razones por las que no habían aceptado la invitación de Quilxia. Elendnas, Maldoa y Pikshbxgra eran otras de las razones.



Llevaban varios días caminando a través del bosque, estando la elfa disfrazada por si se encontraban a alguien. Era el mismo disfraz de elfa de pelo verde que se había acercado a Quilxia, aunque había decidido no llamarse Arwen. Con la ayuda de su nueva amiga, habían decidido un nombre bastante más común, Miltxia.

Miraron con asombro a la montaña que se alzaba en medio del bosque. Aunque no era fácil verla desde allí, a causa de la densa presencia de las copas de los árboles, desde el cielo resultaba una escena impresionante. Todas ellas pudieron disfrutar dicha escena, una directamente y otras a través de Vínculo Visual. Habían descubierto que el vínculo podía funcionar en cualquier dirección entre ellas, incluso entre la felina y el ave.

–¿Ahora entiendes mi superioridad?– se jactó arrogante la azor ante la felina.

Había sentido la fascinación de sus hermanas, y no podía dejar de presumir.

–Deja que te enseñe algo– le respondió la lince.

–¡Aah! ¡Maldita cuatro patas! ¡Sólo estás celosa!– se asustó primero y luego enfadó el ave albina, ante las risas de sus hermanas.

La lince se había acercado a apenas un centímetro de un feo insecto. Al establecer el Vínculo, lo primero que había visto la azor era un enorme y horrible ser que no se esperaba, aunque en realidad sólo tuviera el tamaño de un grano de maíz. No había tardado más de un momento en darse cuenta, pero había sido un bien susto.

Siguieron peleándose un buen rato, dejando atrás la montaña que contenía la ciudad enana de Khaladok, a la que no les habían recomendado acercarse. No muchos años atrás, el breve rey de Goltrenak había tratado de someterla, por lo que eran algo reacios a dejar entrar a extranjeros. Si bien no era peligroso, lo más probable era que perdieran el tiempo allí.

Al parecer, el intento había sido infructuoso. Las firmes defensas de la ciudad no eran algo que ningún ejército en su sano juicio quisiera enfrentar, mientras que el asedio al que fueron sometidos sólo consiguió enfurecerlos. Al fin y al cabo, no dejarles importar alcohol había sido un grave agravio. Aunque, por mucho que lo apreciaran, no iban a conseguir que se rindieran por ello. Y en cuanto a alimentos, sabían como conseguirlos a través de los túneles, a pesar de que no siempre fueran deliciosos.

Tozudos y orgullosos, leales y honestos, no habían estado dispuestos a dar su brazo a torcer, a ceder ni un paso antes las amenazas o el chantaje. Soportar las incomodidades que el conflicto les había traído era motivo de orgullo para ellos.

Además, no duró mucho. El reinado del rey fue breve y, con su desaparición, también desaparecieron los problemas.

A la mayor parte de esos acontecimientos eran ajenos las tres hermanas. Tan sólo sabían que los enanos probablemente no las iban a dejar entrar, así que simplemente contemplaron el lugar desde la distancia, sin que ni un rastro de los enanos pudiera apreciarse.



De repente, azor y lince dejaron de pelearse, poniéndose en alerta la última. La primera se dirigió rápidamente a la zona que su hermana le había indicado, desde donde provenía el sonido, sobrevolándola.

Es cierto que no es fácil distinguir desde el cielo lo que hay bajo las copas de los árboles, pero resulta algo más fácil si sabes exactamente dónde buscar, si puedes observar la zona concreta con detenimiento.

–Hay varias figuras. Son grandes. Puede que sean trols. Parecen estar peleándose entre ellos. No estoy segura si hay algo más. Voy a mirar más de cerca– les informó la azor.

–Ves con cuidado– le pidió Goldmi.

Ella y la felina se acercaron con cautela, usando todos los Camuflajes cuando las presencias aparecieron en Detección de Vida. Eran cinco, cuatro de ellos de nivel similar, entre 54 y 56, mientras que el otro apenas llegaba a 10. Tres de ellos estaban rodeando a los otros dos. Aunque todo ello ya lo sabían. Su hermana alada ya las había informado.

Poco antes, la azor se había posado en una rama alta de un árbol cercano, volando de rama en rama hasta encontrar una posición segura desde la que observar la situación.

Había descubierto que, como había anticipado, eran trols. Tres de ellos rodeaban a otros dos, uno de los cuales protegía a un trol de menor estatura, que estaba asustado, y que supuso que era un niño.

El que quizás era su padre, o su madre, pues la azor nunca había logrado diferenciar el sexo de los trols, tenía múltiples heridas. Aunque iban regenerando, su situación no parecía buena.

Y a través de los Vínculos Visual y Auditivo, todas pudieron hacerse una idea de cuál era la situación.

–Tú entregar la niña y marchar. O tú morir– amenazó uno de los que los rodeaban.

–Dejar a hija mía en paz. Llevar a yo– respondió el trol que la protegía.

–Tú no ser útil. Poder enseñar a ser trol de verdad a ella. A matar enemigos. Tú ya no ser buena soldado. Tu vieja para aprender. Ella venir con nosotros. Tú marchar o morir– le dio un ultimátum quien debía de ser el jefe.

Es cierto que ninguna de ellas conocían exactamente el contexto. Ni tenían ningún motivo para meterse en un conflicto entre trols. Especialmente resultaba extraño para Goldmi, pues en el juego los trols siempre habían sido mobs sin inteligencia a los que matar por experiencia. Sin embargo, ninguna de ellas sugirió dejarlo estar o no meterse en problemas.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora