Capítulo Cinco.

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El Doctor Morag Goldschmidt tenía el cabello dorado con bucles cayendo en su frente, ojos grises tormentosos, la voz más tranquilizante del mundo y le agradaba mucho a Harry, hasta ahora era su adulto favorito con el que hablar. Le veía dos veces a la semana en una consulta que Harry ni siquiera se creyó que aquella fuera el despacho de un doctor, la primera vez que fue. Sobre todo porque no había cosas frías de metal para oír el corazón ni bombas que apretaba el brazo para medir la presión, Harry llegó a pensar que era la Sala de Espera.

Era una habitación de color azul claro y tenía nubes pintadas en las paredes y el techo, una de las paredes era de vidrio completamente, había una alfombra verde salpicada de flores de un montón de colores y habían colocado pegatinas grandes de animales y árboles por las paredes que se movían. No había sillas incómodas o una mesa llena de artefactos de metal para oír el corazón o medir la presión, si no montones de cojines gigantes repartidos por el suelo, cuadernos para dibujar y mesitas bajas con galletas, pasteles y jugos.

El Doctor Goldschmidt, era igual de relajado que su consulta, no usaba batas ni trajes tampoco túnicas o copas, solo pantalones vaqueros y camisetas coloridas, pero era un mago, lo había visto meneando el palito para que salgan figuras de humo. Y era tremendamente joven, tenía veinticinco, al contrario que todos los demás doctores que le habían atendido. Era Alemán y a veces decía palabras graciosas en su lengua materna que sonaban como si se estuviera ahogando.

El Doctor hacía preguntas sobre su vida antes de que Severus Snape lo sacará de la casa de sus tíos. No le miraba con lástima ni hacía caras como los demás magos cuando hablaba sobre los castigos que le daban cuando hacía magia accidental, por eso le agradaba, solo alternaba de un tema a otro para no agobiarlo.

—Una vez volé hasta el techo de la guardería, escapando de mi primo que quería pegarme porque saqué diez puntos más en el trabajo de arte — había dicho Harry una vez, haciendo garabatos de colores en una hoja de papel —. Cuando llegué a casa, tío Vernon rompió la casita que había hecho y me encerró en la alacena sin cenar. No me dejaron salir hasta tres días después.

El Doctor asintió y escribió algo en su propia hoja, Harry sabía que eran palabras en alemán porque tenían esos puntitos sobre algunas vocales y demasiadas consonantes para ser inglés.

—¿Entiendes que lo que hizo está mal y tú no lo merecías? — el niño solo asintió, mordiendo su labio inferior, vio como el mayor sonrió — ¿Y te gustó volar así? ¿Lo hiciste más veces?

Todas las citas eran así, era como tener a un adulto de amigo, uno divertido de verdad que le dejaba tomar dos pastelitos y una galleta grande.

—Creo que entiendes lo que es un sanador mental, Harry, eres muy listo. Pero que yo lo sea y tú vengas a consultas conmigo no significa que pensemos que estás loco — le explicó Morag pasándole una de las piezas del rompecabezas que estaban armando juntos.

—¿Entonces por qué estoy aquí? — murmuró de mal humor cuando no encajó la pieza que tenía en la mano — Draco no tiene que venir a sitios especiales porque nadie piensa que hay algo malo con él.

El Sanador Mental frunció el entrecejo y fue la primera vez que Harry lo vio serio.

—Nadie piensa que hay algo malo en ti, Harry, te hicieron pasar cosas malas las personas que debían cuidarte. No todos son tan fuertes como tú para aguantar eso y no decir nada, Narcissa, Lucius, Rita, Regulus y hasta yo, nos habríamos visto superados por esto, estaríamos rotos y por eso pensaron que te vendría bien tener un adulto neutral con el que desahogarte — le regaló otra de sus sonrisas deslumbrantes, tomando la pieza triangular que había dejado y colocándola correctamente —. Además, así tienes un amigo súper guay con el que jugar cuatro horas a la semana.

Sí, Harry definitivamente adoraba las sesiones con el Doctor Goldschmidt.

* * *
Severus Snape llevaba tres años dando clases de Pociones en Hogwarts, una de las mejores escuelas europeas y nunca se había sentido orgulloso por las bazofia que hacían sus alumnos. Nunca diría en una de las fiestas del Gredo de Maestros de Pociones que él les había enseñado porque caería en vergüenza.

¡Como mucho les pondría un Supera las Expectativas!

Pero cuando llegó a su casa el primer día de las vacaciones de Navidad, se sintió tremendamente orgulloso porque el mocoso de James Potter, su atormentador en sus años de escuela, había hecho una Poción para que se relajarse de los “Arcoques” (alcornoques resultaba muy difícil de pronunciar para Harry). La había llamando “DescansaDescansus” y era prácticamente un té de Jengibre, manzana y menta.

—Mira Sev, es una Poción muy especial. Hará que todas tus procupaciones porque tus alumnos no timan bien — carraspeó y se puso recto, mostrándole el botecito como un vendedor profesional, Severus reprimió una risa, Harry a veces era demasiado adorable como para que corrigiese sus errores —. Raíz de Acebo extraído especialmente por las hadas del bosque, el corazón del dragón verde manzanus donado por un ejempar cuando se murió y hojas trituradas de algas marinas. Te prometo por el dedito que te sentirás muy mejor. ¡Ah! ¡Tiene polvo de hadas en terrones para que esté más rico!

Severus abrió el vial y bebió un trago con cuidado de no tratarse nada, habiendo probado Crece-Huesos tantas veces en su vida, le supo casi a gloria.

—¿Ahora te sientes mejor? ¿Verdad que sí? ¿Verdad que sí? — chilló el niño tomando su mano libre entre sus dos manitas — ¡Ahora vamos a jugar! ¡Draco me presto su escoba de entrenamiento! ¡Vamos!

Dumby casi se cuela, ay.

¿Me dicen cuál es su casa? Aún no sé dónde poner a Harry, porque soy parcial por los tejones.

Ojitos de Ciervo » severitus. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora